lunes, 11 de septiembre de 2023

El optimismo cruel, también en educación

Hace unos días descubrí el concepto "optimismo cruel" leyendo «El valor de la atención», de Johann Hari. Recomiendo la obra por muchos motivos, pero me gustaría destacar su precisa disección sobre la pérdida de la capacidad de concentración que hemos vivido (y me temo que seguimos viviendo) los seres humanos en las últimas décadas. Aunque espero escribir algunos posts más en torno al contenido general de la obra, aquí simplemente quisiera hacer una breve referencia al concepto de optimismo cruel mencionado más arriba. Pero, antes de nada, cuatro líneas para poner el asunto en contexto.

¿Tienes la sensación de que ya no te concentras como hace años? ¿Te cuesta mantener una atención constante en actividades que tradicionalmente disfrutabas de manera plena como, por ejemplo, la lectura de un libro o el visionado de una película o una serie? Es probable que, si tienes ya cierta edad, compartirás este sentimiento de que ya no disfrutas de la capacidad de atención que tenías años, décadas, atrás. Según Hari, esta mengua de nuestra capacidad de concentración se debe a múltiples factores, no solo a los recurrentes distractores tecnológicos (móviles, ordenadores, tablets, relojes inteligentes y otros dispositivos ) que nos persiguen a cualquier lugar y a todas horas. Aunque los dispositivos electrónicos merecen, por cuestiones obvias, varios  capítulos de la obra, existen otros muchos elementos que contribuyen a atentar contra nuestra atención y concentración. Nuestro entorno social y mediambiental, las condiciones de habitabilidad de nuestras casas, el ambiente y exigencias laborales y, por supuesto, también una alimentación basada en dietas alejadas de la comida real son también elementos que erosionan de manera dramática nuestra atención y capacidad de concentración y, por tanto, fuentes generadoras de estrés y de una immensa frustración personal.

Así pues, la tesis general de Hari es la siguiente: tu pérdida de capacidad de concentración no es únicamente responsabilidad tuya. Obviamente, hay una parte en nosotros que puede ayudarnos a recuperarla, pero no se trata tan solo de nuestra responsabilidad. Existen, sostiene el autor británico, una serie de estructuras, poderes fácticos y, por qué no decirlo, empresas con nombre y apellidos que organizan modelos de vida y de relaciones sociales y laborales que no favorecen precisamente nuestro bienestar ciudadano. ¿Ejemplos? Sistemas laborales basados en la explotación de las personas; modelos educativos infradotados de recursos y carentes de una planificicación coherente; aplicaciones y programas diseñados para mantenernos enganchados a las pantallas y alejados de la comunidad; parques de vivienda y modelos urbanísticos alejados del bienestar de las personas, etc. Habitar un mundo así, con esos niveles estratosféricos de estrés, no debe ser de gran ayuda para mantener altos niveles de concentración y de eficacia, ¿verdad? Y es en este contexto de estrés en múltiples frentes de nuestro día a día donde aparecen las propuestas mágicas del optimismo cruel. Pero, ¿a qué nos referimos exactamente con el concepto optimismo cruel? 

Hari revela que descubrió el concepto vía Ronald Purser, profesor de gerencia en la Universidad Estatal de San Francisco.  Según Purser, el optimismo cruel se da cuando se afronta un problema importante con causas profundas y se ofrece a la gente con un lenguaje entusiasta, una solución individual simplista. El mensaje suena bien, claro, suena optimista porque se le dice a la gente que el problema tiene solución. No obstante, es cruel, porque la solución propuesta es tan limitada respecto las causas profundas del problema que en la práctica totalidad de las situaciones está destinada a un estrepitoso fracaso. El principal efecto colateral de este optimismo cruel es, señala Hari, que una vez fracasada la solución propuesta el individuo tenderá a pensar que la responsabilidad es suya, desviando la atención de las causas sociales que generan el problema.

Personalmente, definiría las propuestas del optimismo cruel como «las propuestas del sistema», soluciones para descargar su responsabilidad sobre el ciudadano-trabajador-usuario. Ejemplos: Sesiones de yoga para desestresar a los trabajadores de una empresa con un claro déficit de personal; empresas que ofrecen clases de meditación a sus empleados al mismo tiempo que reducen la cobertura sanitaria a parte de su personal; cursos de mindfulness para trabajadores con sueldos congelados y/o menguados; jornadas de team building en empresas con presiones salvajes para llegar a objetivos inalcanzables. Estos serían casos paradigmáticos de medidas que podríamos calificar como optimismo cruel.

¿Y en educación? Se me ocurren muchas medidas que aplicamos TODOS los agentes de la comunidad educativa que podrían vincularse al concepto de optimismo cruel. Y desde distintos frentes, además. Desde las administraciones educativas hacia los equipos directivos. Hay formaciones, recomendaciones, directrices y consejos que reciben los equipos directivos que no tienen otra lectura que la del optimismo cruel.  Desde los equipos directivos hacia el profesorado. No se entienden, de lo contrario, según qué decisiones y propuestas formativas, por ejemplo. Y, la que más me preocupa, sin duda, del profesorado hacia el alumnado. ¿O es que nosotros no alimentamos el optimismo cruel con muchas de las decisiones que tomamos en el aula?

Convendría, pues, a mi entender, hacer frente común contra el optimismo cruel. En todos los ámbitos, y especialmente en el educativo. Desde el poder, con nuestro beneplácito sumiso, se ha construido un sistema educativo precario hasta límites vergonzosos y parece que las responsabilidades tienden a individualizarse. Equipos directivos, por un lado; familias, por otro; docentes, por un tercero; y el alumnado, por último, sosteniendo también su cuota de culpabilidad. Quizá deberíamos dedicar más tiempo a repensar la estructura que nos dificulta la labor a unos y a otros y a hacer frente, criticar y erradicar esas propuestas optimistas, a la par que crueles, que pretenden poner la pelota de las soluciones imposibles en nuestro tejado. 

sábado, 14 de enero de 2023

Les colònies de Vilamar al Diari Ara

Avui, la novel·lista Sílvia Soler (a la que, tot sigui dit, admirem moltíssim i llegim força a casa) se n'ha fet esment al diari Ara de les colònies de Vilamar, un projecte pedagògic que tot just fa 100 anys s'engegava a Calafell, el meu poble. Fa uns mesos va veure la llum un llibre publicat per l'dditorial Efadós que recollia i analitzava tota aquella experiència educativa. De fet, per aquelles dates vaig compartir el meu capítol per aquí (Vilamar i l'Escola Nova, elements per al debat pedagògic al segle XXI). Doncs bé, us comparteixo les paraules de la Sílvia i, si us animeu, l'enllaç on podeu trobar el llibre (aquí). Sens dubte, és una obra que val molt la pena!

Les colònies de Vilamar (Font: Diari Ara; Autora: Sílvia Soler)

Fa unes quantes setmanes, unes persones que havien vingut a veure el programa Vostè primer, de RAC1, van fer-me un obsequi. Es tractava d’un llibre titulat Colònies de Vilamar. Una aventura pedagògica a Calafell (1922-1936). Per alguna raó (i sigui quina sigui els ho agraeixo), van pensar que podria interessar-me.

Com que van arribar les festes de Nadal, fins ara no m’ha vagat de mirar-me aquest llibre, magníficament editat per Efadós, amb l’impuls de l’Ajuntament de Calafell. La idea és fer memòria d’un esdeveniment que va tenir lloc fa cent anys en aquesta ciutat marinera, donar-lo a conèixer i de passada homenatjar els que ho van fer possible.

Les colònies de Vilamar van ser un projecte pedagògic excepcional, encapçalat per Pere Vergés i per l’Ajuntament de Barcelona. Es tractava que cada estiu alguns dels infants menys afavorits de la capital poguessin passar uns dies en una mena d’escola d’estiu, un lloc de repòs i d’aprenentatge, a la vora del mar. Es va considerar que Calafell era el lloc ideal i l’alcalde de l’època, en Jaume Jané, va acollir la proposta amb entusiasme.

Des de començament del segle XX, a tot Catalunya hi havia una gran sensibilitat pels moviments de renovació pedagògica. A la platja de Calafell s’hi van instal·lar dotze casetes de fusta, en cadascuna de les quals s’allotjaven vint-i-cinc infants. Cada dues casetes –una per a nens i una per a nenes– formaven una vila. Cada tres viles formaven un barri. El barri de la Dreta i el barri de l’Esquerra, separats per la plaça Major, formaven el poble de Vilamar, organitzat com una República dels Infants.

El llibre titulat 'Colònies de Vilamar' recorda un projecte pedagògic excepcional que va tenir lloc fa cent anys a la ciutat marinera de Calafell ”

Sona tot tan bé que sembla un somni, però el llibre que em van regalar dona testimoni que va ser real, amb unes fotografies precioses. No cal dir com es va acabar aquesta meravella: amb l’entrada de les tropes franquistes, com gairebé tot.

Adeu a aquesta escola a l’aire lliure, on els jocs eren l’eix central del sistema i on la música, el teatre i l’exercici físic se situaven al centre de l’aprenentatge.

Entre altres activitats, els nens i nenes feien un diari de les colònies que recollia els fets més importants que succeïen a la República dels Infants. Aquesta i altres activitats les duien a terme els nens i les nenes barrejats, cosa que era una autèntica raresa a l’època.

Hi ha una cosa que m’ha impressionat especialment: el llibre explica que els pescadors de Calafell explicaven als nens barcelonins com es construïen les barques, com es posava l’esquer a l’ham o com feien nusos mariners. I m’ha impressionat –i dolgut– perquè no poques vegades he sentit lamentar-se els meus fills, nascuts a la vora del mar, del poc coneixement que tenen del món mariner.

¿Eren conscients, aquells infants de fa un segle, del privilegi de què gaudien? En aquesta època nostra, amb l’ensenyament devaluat, els docents poc respectats, els plans d’estudis que van rebaixant el nivell any rere any... emociona i a la vegada esgarrifa llegir una història com la de les colònies de Vilamar.

El meu agraïment a tots els especialistes que han col·laborat en aquest llibre, que ens fa arribar aquell somni estroncat. Només ens queda això: la memòria.

Getty; Font imatge: Diari Ara