Hoy no era un día fácil para el mundo educativo. Tampoco los que seguirán, me temo. Especialmente en Cataluña, claro, pero quiero pensar que igual para el resto de España. Se trataba de volver a clase (en muchos casos a colegios aún con restos evidentes del naufragio político y social vivido escasas horas antes) a tratar de hacer nuestro trabajo: enseñar y preparar a nuestro alumnado para el futuro y para la vida.
Pero claro, lo dicho, hoy no era un día cualquiera. Las imágenes de ayer han dado la vuelta al mundo e incluso el estudiante más despistado ha visto algún que otro vídeo y tiene su opinión al respecto. Me atrevería a decir que esta mañana la gran mayoría del alumnado quería hablar de los sucesos de ayer. Y no es habitual, la verdad. La política es un tema que, normalmente, no causa excesivo furor entre nuestros estudiantes. Pero es que hoy tocaba.
Ayer por la noche, pensando en el día de hoy, tenía muchas dudas sobre cómo enfocar las clases. No tengo por costumbre esconder mis posiciones sociopolíticas, precisamente para no caer en un falso objetivismo docente que, además, creo que no existe. Trato, eso sí, de aclarar qué es opinión y qué es contenido, y creo que el alumnado lo agradece. Hablamos, debatimos, discutimos y, sobre todo, me esfuerzo por ampliar los puntos de vista de todos, servidor incluido.
Así que, pensando en todo ello, he decidido insistir: afrontar la complejidad del asunto; no quedarnos en la versión de buenos y malos; tratar de identificar a los verdaderos responsables del conflicto; superar la visión superficial ofrecida por los medios de comunicación y redes sociales; detectar los comentarios "cuñados" sobre el asunto y anularlos con contenido; ofrecer espacios para opinar (desde distintos puntos de vista, por supuesto) y para expresar los propios sentimientos sobre la situación; en definitiva, tratar de educar para el diálogo y para fomentar la convivencia pacífica entre ciudadanos.
Tengo clarísimo que, en gran parte, va a ser una batalla perdida. La polarización social existente en la actualidad limita tanto nuestra labor que pensar que tenemos fuerza para romperla desde la escuela sería de una ingenuidad tremenda. No obstante, en mi opinión, desde los centros no nos queda otra que insistir (insistir e insistir) y ofrecer espacios de estudio, de análisis y de diálogo alternativos. Y para ello necesitamos un profesorado comprometido con su trabajo y con su alumnado, que sea capaz de ver más allá de su propio ombligo ideológico para mostrar que el respeto a la opinión ajena es fundamental para conseguir el respeto a la propia, que el diálogo puede ser la herramienta más valiosa para conseguir enderezar situaciones como las que vivimos, que la violencia nunca puede ser una alternativa para construir nada.
Trabajazo por delante pero, como siempre, muchas ganas de llevarlo a cabo. Esperemos, por la parte que nos toca, estar a la altura. Molta força i molts ànims a tots i totes!
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