martes, 25 de octubre de 2016

¿Los niños pequeños son cosa de mujeres?

Aproximadamente un año después de mi debut, la semana pasada tuve mi segunda reunión de madres y padres en el jardín de infancia (que no guardería) donde acude mi pequeño. Adjunto balance del público asistente en términos de género:
  • Profesionales de la educación presentes: 9 mujeres; 0 hombres.
  • Padres, madres y/o representantes legales de la chavalería (del grupo de mi crío): 16 mujeres, 3 hombres.
Teniendo en cuenta que el año pasado la proporción fue de 14 a 1, parece que la cosa se va animando. Es broma, claro. Recupero, pues, el artículo de Pere Solà en El diari de l'educació compartido por aquí el año pasado "¿Los niños pequeños son cosa de mujeres? La inacabable pugna por la educación", al cual añado "L'educació per a la igualtat: procés en construcció" de Ángela Mussat, también en El Diari.

No sé cómo lo verás tú, pero a mí sigue sin parecerme normal este evidente desequilibrio. Ni en lo que se refiere a la ausencia prácticamente absoluta de hombres trabajando en las etapas educativas iniciales, ni en el poco, aunque seguramente creciente, compromiso de muchos hombres para con las actividades educativas y formativas de nuestros hijos. No me parece extraño, pues, que sigamos reproduciendo según qué roles y comportamientos cuando desde el inicio del sistema enviamos el mensaje de que el cuidado de la infancia es una cosa de mujeres (casi) exclusivamente. 

Pues nada, que espero con ansias la reunión del año que viene. ¿Os imagináis que los hombres llegáramos a ser un cuarto de los asistentes?


miércoles, 19 de octubre de 2016

Decálogo molón para motivar a tu alumnado

Los que trabajamos en formación profesional, ya sea de adultos o específica, solemos coincidir con un tipo de alumno muy heterogéneo. En nuestras aulas concurren alumnos más o menos jóvenes, con una formación u objetivos vitales muy diferentes, con experiencias educativas de distinto tipo; ya sea porque aparcaron en su día los estudios, porque en estos momentos desean un cambio de rumbo profesional o buscan iniciar una nueva etapa vital con mayor o menor voluntad propia.

Ahora bien, ¿están motivados estos alumnos con los que trabajamos diariamente en el aula? ¿requieren prácticas docentes específicas y extraordinarias? ¿podemos aplicar alguna receta prodigiosa que sirva igualmente para otras etapas educativas? ¿cuál es la fórmula para mantenerlos conectados en clase e ilusionados en su futuro laboral o académico próximo?

Nuestros años de experiencia, trabajando con alumnos inclasificables -ni mejores ni peores, sino únicos- nos permiten sugeriros estos diez consejos para mantener esa motivación y espíritu de trabajo perpetuo en el aula. Consejos que no pretenden ser innovadores, tan sólo requieren un entrenamiento agotador, un tacto especial o, en su defecto, un personal coach las veinticuatro horas del día.
  1. Persevera y no te lo creas demasiado. Si un día fluyen las respuestas, a alguno se le cae la baba escuchándote o te felicitan por esa clase excepcional o por ser un monologuista digno del club de la comedia: ha sido todo un sueño. Cada día es diferente y puedes meter la pata o matar de aburrimiento en la clase menos esperada. Esa es la realidad...
  2. Paciencia. Muy relacionada con el punto anterior. Es fundamental armarse de paciencia en cada clase porque siempre algún alumno que te vacilará, te sacará los colores por tu ignorancia sobrevenida o te obligará a morderte la lengua para no responder algo indebido. El mejor remedio: una píldora de pacientin 500 después de desayunar.
  3. Ingenio. Capacidad de cambiar de rumbo en cualquier clase donde el agotamiento sea generalizado, los medio técnicos no acompañen por alguna rara caída del internet o porque te toca dar clase a última hora del viernes previo a un puente festivo. No es válido poner la película del momento en V.O.S.E. y justificarlo con que están aprendiendo inglés.
  4. Empatiza. ¿aguantarías seis horas seguidas sentadas con libros de texto o escuchando a un profesor tras otro? Si a ello le añadimos diferencias de edad, situaciones familiares diversas o la mera búsqueda de una titulación oficial, se nos complica la situación. Si te atreves, disfrázate de chaval y pasa un par de días sentado en cualquier aula de un instituto o colegio durante toda la jornada escolar.
  5. Relata. A casi todos nos gusta escuchar historietas, más aún a los alumnos, ávidos de conocer tu edad, situación civil, domicilio paterno o última salida estival y concierto remember al que acudiste. Siempre funciona contar experiencias en clase que podemos relacionar con nuestra materia a través de anécdotas, discos que escuchamos, películas o series que estamos viendo, algún cómic o novela. No es preciso ser un titiritero o trovador moderno, pero sí va bien soltar algún que otro rollo más o menos íntimo o inventado que nos acerque a su terreno y que demuestre que tenemos vida más allá de la enseñanza.
  6. Cede el poder. No hace falta que impongas tu voluntad constantemente cual monarca absoluto de turno. Tu alumnado tiene una experiencia y un bagaje que merece ser escuchado y tenido en cuenta. No te va a hacer daño abrir espacios para la toma de decisiones colectivas. Tranquilo, siempre te queda decidir cuándo poner el siguiente examen.
  7. Haz cosas. Como diría Rajoy (creador de la famosa sentencia “las mujeres -o los catalanes- hacen cosas”) hacer cosas es positivo ya que traslada el aprendizaje a un plano más real y, por tanto, mucho más motivador para el alumnado. Tampoco se trata de hacer macramé porque sí, pero con un poco de ingenio (ver punto 3) seguro que podemos llevar nuestros contenidos a un plano más práctico y llevadero.
  8. Date una vuelta. Pasarse nueve meses encerrado entre cuatro paredes puede ser, salvo que padezcas de agorafobia, un pelín agobiante. Seguro que en tu centro existen espacios por descubrir y utilizar: un laboratorio, el aula de informática, el gimnasio, etc. Da igual qué enseñes, un gimnasio puede ser un lugar excelente para romper una dinámica rutinaria. Además, también puedes salir del centro y visitar cientos de sitios de interés. Así que, fuera pereza y miedos y sal del aula.
  9. Mira tu agenda. Seguro que tienes contactos que pueden resultar de enorme interés para tus alumnos. Un amigo que no deja de viajar a lugares exóticos, otra que colabora en una ONG, otro que trabaja en una profesión relacionada con una parte del temario… Qué sé yo. Tira de agenda, pues, y abre tus clases a compañeros y/o amigos. Tus alumnos te lo agradecerán por partida doble: por un lado, aprenderán cosas nuevas y, por otro, dejarán de verte el careto durante unos días.
  10. Socializa vuestro trabajo. Implícate con la comunidad, presenta vuestros resultados, intenta resolver un problema del barrio, del pueblo, etc. Intenta que tu alumnado vea que lo que hace en el aula (y fuera, recuerda el punto 8) tiene algún tipo de sentido más allá del maldito aprobado final.
Visto lo visto, podríamos afirmar que el docente que no motiva a su alumnado es porque no quiere. Con este decálogo molón que ponemos a tu alcance lograrás que tus clases se conviertan en ese oscuro objeto de deseo del alumnado de tu centro. Así que tómatelo con calma y no apliques todos los puntos de golpe o tus chicos y chicas te van a perseguir por los pasillos cual estrella del rock. Y al loro, ya has visto lo que ha pasado con Dylan: ¡morir de éxito no es una alternativa!
 
PD: Este es otro de esos posts perpetrados con el amigo Óscar Boluda. Te recomiendo que te des una vuelta por su EFEPEANDO. ¡Será tiempo bien invertido!
 
 

martes, 18 de octubre de 2016

Carta al padre

Recuerdo que hace muchos años compré y leí en Praga Carta al padre, la tremenda misiva que Kafka escribió a su progenitor criticando abiertamente su comportamiento con él a lo largo de su infancia y juventud. La verdad es que, a pesar de los motivos y razones que tuviera el escritor checo para lanzar semejante diatriba contra su padre, el libro me pareció una pasada de frenada absoluta, y eso que por aquel entonces andaba yo un tanto mosqueado con el mío.

El caso es que recuerdo leer la carta de marras y pensar mucho en mi padre. Y no precisamente porque lo descrito en ella se asemejara a nuestra relación, de ningún modo. Su lectura me dejó la sensación, seguramente equivocada, de que Kafka estaba siendo injusto y excesivamente duro para con su padre y recuerdo reflexionar sobre si no habría cometido yo alguno de esos excesos en muchas de mis críticas más o menos abiertas al mío. Me temo que a menudo no hay jueces más severos e intransigentes que los propios hijos, aunque creo que cuando pasamos a la categoría de padres conseguimos relativizarlo todo un poco y ver un poco más allá del ombligo reluciente de nuestra propia infancia.

Y me doy cuenta de que mucho de lo escrito en estas páginas sobre educación está claramente influenciado por mi padre y su manera de ver y de afrontar la vida. No era persona de muchas palabras, la verdad. No obstante, pienso en conceptos que necesito a menudo en mi profesión y que incluso intento transmitir a mi alumnado como autonomía, iniciativa, compromiso, profesionalidad  o capacidad de resolver situaciones diversas y me doy cuenta de que todo ello lo aprendí yo rodeado de pinceles y brochas subido en un andamio, con mi padre apretando a nuestro lado, sin darnos demasiada tregua, todo sea dicho. Porque también se equivocó mucho, claro, igual que todos lo hacemos.

Hace ya tiempo que uno saldó las cuentas pendientes y ahora que mi padre se ha ido lo único que quiero es poner en valor todo lo aprendido con su ejemplo. Especialmente en lo relativo a la confianza y autonomía recibidas para tomar nuestras propias decisiones sabiendo que, pasara lo que pasara, ahí iban a estar ellos para recogernos en la victoria o en la derrota. Y cuando todo se encara así, cuando el apoyo es tal, normalmente hay muchas más de las primeras. 

Así que solo espero estar a su altura y que, dentro de mucho tiempo, cuando un servidor falte, el terrible desasosiego provocado por la ausencia del padre se vea en lo posible mitigado por la calidez de su recuerdo. Será señal de que nos hemos acercado siquiera a su ejemplo y quizá así nos libremos de una carta como la escrita por Kafka a su padre. Yo, por mi parte, puedo asegurar que la que escribiré al mío será muy pero que muy distinta.

Te quiero mucho, padre.


viernes, 7 de octubre de 2016

¿Cuántos libros de texto comprarías con 100.000 euros?

Pongamos el caso que a un Ayuntamiento de un municipio cualquiera le tocan 100.000 euros y decide invertirlos en proyectos de diversa índole para su comunidad educativa. Para decidir el objeto de la inversión se realiza una consulta popular donde intervienen desde los niños y niñas de los distintos centros educativos hasta sus padres y madres, pasando por AMPAS, profesores, directores, bedeles y demás personal de administración y servicios. ¿Cuál sería el resultado de este particular referéndum?

Desde hace 4 años, además de mi labor como profesor de ciencias sociales y director del centro donde trabajo, desempeño las funciones de técnico de educación en el ámbito municipal. Desventajas de ser trabajador municipal en un ayuntamiento en crisis. Digo desventajas no porque no me interese el trabajo. Al contrario, es  muy enriquecedor ya que me permite salir del aislamiento de nuestro día a día y conocer la realidad educativa del municipio. Pero claro, los días tienen 24 horas y siempre está bien pasar, como mucho, ocho en el trabajo...  Pero bueno, no estoy aquí para llorar mis penas.

Desde hace cuatro años, digo, una (gran) compañera y yo gestionamos desde nuestro centro (o lo intentamos, lo prometo) el departamento de educación municipal. Son mucho los programas que llevamos entre manos pero hay uno que por diversos motivos me tiene auténticamente obsesionado. Sí, te lo estás imaginando, se trata de la subvención de los libros de texto. En los últimos cuatro años, nuestro consistorio ha invertido más de 100.000 euros en subvencionar los libros de texto de familias en situación económica desfavorecida. Este es el importe neto de subvención, el que se va directamente a las editoriales. Se incrementaría en mucho si tuviéramos en cuenta las horas que invertimos todos los trabajadores implicados en el proyecto. Un proyecto, por otra parte, muy difícil de gestionar por su complejidad y tamaño.

No cabe duda de que el ayuntamiento lo hace con toda la buena intención, claro. No hay ironía alguna aquí. El objetivo es que todo el alumnado pueda tener los materiales necesarios para trabajar en el aula y, mejor o peor, se organizan los recursos a tal efecto. Las AMPAS, por su parte, se implican también gestionando los pedidos de las familias subvencionadas. Y los trabajadores de la casa pues sacamos tiempo de donde podemos para intentar llegar a todo, aunque muchas veces sea tarde y mal. 

No obstante, después de cuatro años y más de 100.000 euros invertidos, me vienen a la mente algunas reflexiones que quizá deberíamos hacernos como comunidad educativa local, aunque me temo que podría ser extensible al resto del país. Perdóneseme la posible demagogia y/o simplismo, pero así es como lo veo.
  • Me da la sensación de que en muchas ocasiones no existe una verdadera reflexión didáctica y metodológica sobre los materiales con los que se trabaja. Claro, esto dependerá del centro y del profesorado en cuestión. No obstante, este hecho me parece innegable cuando los lotes son elaborados por profesores que no van a ejercer con el grupo el año siguiente. Se me objetará que la selección la realizan los departamentos o que si no sería imposible planificarse, pero no me vale la respuesta. No iba a cambiar mi enfoque pedagógico por llegar a un centro con un determinado libro. Y la familia ya habría hecho el gasto. Además, no han sido pocas las ocasiones en las cuales hemos recibido con sorpresa el retorno de libros (requisito para participar en la subvención) que habían sido comprados pero no utilizados.
  • Hablando de dinero, diré una tontada: hay lotes carísimos. Más de 250 euros puede ser una barrera insalvable para familias con hasta tres y cuatro críos en edad escolar. Hay familias a las que una factura de estas características les revienta el presupuesto anual. Me parece que la cuestión económica debería ser un factor a tener en cuenta en la creación de los lotes.
  • No sé hasta qué punto los centros analizan el impacto de los materiales utilizados. Y no me refiero a una reunión en el tercer trimestre para verse con la editorial de turno. Hablo de trabajo de análisis de contenidos, comparativas entre propuestas, revisión de resultados, etc. Tengo la sensación que este es un aspecto sobre el que los centros no reflexionan demasiado. Pero seguro que me equivoco.
  • Me parecería lógico tener un repositorio de libros por aula como material de consulta, por supuesto. Tendría todo el sentido del mundo desde un punto de vista metodológico pero, sobre todo, desde un punto de vista de sostenibilidad, económica de las familias y de todo tipo. 
  • Creo que las familias reflexionan poco también sobre el uso de los libros de texto. Aunque quizá cada vez más, cierto. Me parece que pueden ser una voz muy fuerte que podría condicionar según qué decisiones al respecto de los materiales con los cuales trabajan sus niños y niñas. 
  • Y el papel de la administración también me resulta cuestionable. Las buenas intenciones no pueden ocultar los errores implícitos de tal o cual decisión. ¿Cuántos millones (¡!) de euros destinamos a la compra de materiales escolares? Seguro que por la red corre el dato.
En fin, unas reflexiones tontas sobre el asunto. Creo que si le preguntaramos a la comunidad educativa de cualquier municipio en qué querrían gastarse 100.000 euros los próximos 4 años una de las últimas respuestas sería en libros de texto. Aunque, ahora que lo pienso, seguro que habría alguien que acabaría realizando la propuesta. Y eso, quizá, sea lo más preocupante del asunto.

¿En serio no tenemos nada mejor en que gastarnos 100.000 euros que en los malditos libros de texto?

domingo, 2 de octubre de 2016

(También) soy machista

Leo y recomiendo el artículo "Carta als homes: som masclistes però canviem-ho ja!" y, lamentablemente, me veo  reflejado en muchos de los casos descritos, los cuales se incrustan dentro de una (desagradable a)normalidad absolutamente machista y patriarcal. A menudo se usa el concepto de micromachismo para referirse a muchas de estas situaciones, aparentemente de bajo impacto, que contribuyen a ampliar la brecha de la desigualdad. Me parece que se trata de un concepto que hace más mal que bien a la lucha por la igualdad ya que, en mi opinión, reduce la importancia de gestos tan presentes en nuestro día a día. Un chiste machista entre cervezas, un exceso de efusividad "testoterónica" en una discoteca o un olvido de las implicaciones profesionales de un embarazo (supuestamente en pareja) no me parecen situaciones que puedan describirse mediante un término que empieza por el prefijo micro. No obstante, seguro que habrá especialistas en la cuestión que puedan opinar sobre esto con mucho más fundamento que un servidor.

En cualquier caso, rodeado de mujeres a las que quiero, admiro, aprecio y respeto, especialmente a Pilar, y esperando la llegada de una pequeña que va a crecer en este mundo dominado por el sexo contrario, (el de su padre y su hermano mayor, por cierto), me atrevo a preguntarme qué hacemos los hombres para derrumbar este muro de desigualdad. La respuesta es tan evidente que me la callo. Y da vergüenza escribir sobre esto porque no quisiera caer en el buenismo ni en el postureo masculino que (auto)detecto en muchos ambientes. Así que, mejor callar y ponerse manos a la obra.

Solo unas preguntas más, no me olvido que esto es un blog sobre educación: ¿Qué hacemos en los centros educativos para trabajar esta situación de desigualdad?, ¿cómo contribuimos desde el mundo de la educación, especialmente desde el lado masculino, a romper esta cadena que nos beneficia?, ¿no estaremos atacando la cuestión desde planteamientos superficiales -léase jornadas y/o proyectos puntuales, "días de la mujer" y otras actividades organizadas, nadie lo pone en duda, con toda la buena voluntad del mundo- y olvidando la importancia del gesto y de la práctica diaria?, ¿no contribuimos a olvidar y a silenciar toda una parte del currículo de nuestras especialidades, esa parte que ocupan tantas y tantas mujeres?, ¿y qué hay de los espacios de poder en los centros educativos?, ¿quién y cómo se ocupan y gestionan? No tengo respuestas. Lo que sí tengo es mucho trabajo por delante. Así que, lo dicho, a callar y a espabilar de una maldita vez.

¿Por qué no te sumas, HOMBRE?

PD: Hago mía la PD de Sergi Picazo en el artículo Carta als homes: som masclistes però canviem-ho ja!: "Sóc masclista, sí, i porto patint tot el dia per si aquest article també ho és, o per si he dit alguna cosa masclista sense adonar-me’n, o per si l’article és pur mansplaining".