miércoles, 19 de octubre de 2016

Decálogo molón para motivar a tu alumnado

Los que trabajamos en formación profesional, ya sea de adultos o específica, solemos coincidir con un tipo de alumno muy heterogéneo. En nuestras aulas concurren alumnos más o menos jóvenes, con una formación u objetivos vitales muy diferentes, con experiencias educativas de distinto tipo; ya sea porque aparcaron en su día los estudios, porque en estos momentos desean un cambio de rumbo profesional o buscan iniciar una nueva etapa vital con mayor o menor voluntad propia.

Ahora bien, ¿están motivados estos alumnos con los que trabajamos diariamente en el aula? ¿requieren prácticas docentes específicas y extraordinarias? ¿podemos aplicar alguna receta prodigiosa que sirva igualmente para otras etapas educativas? ¿cuál es la fórmula para mantenerlos conectados en clase e ilusionados en su futuro laboral o académico próximo?

Nuestros años de experiencia, trabajando con alumnos inclasificables -ni mejores ni peores, sino únicos- nos permiten sugeriros estos diez consejos para mantener esa motivación y espíritu de trabajo perpetuo en el aula. Consejos que no pretenden ser innovadores, tan sólo requieren un entrenamiento agotador, un tacto especial o, en su defecto, un personal coach las veinticuatro horas del día.
  1. Persevera y no te lo creas demasiado. Si un día fluyen las respuestas, a alguno se le cae la baba escuchándote o te felicitan por esa clase excepcional o por ser un monologuista digno del club de la comedia: ha sido todo un sueño. Cada día es diferente y puedes meter la pata o matar de aburrimiento en la clase menos esperada. Esa es la realidad...
  2. Paciencia. Muy relacionada con el punto anterior. Es fundamental armarse de paciencia en cada clase porque siempre algún alumno que te vacilará, te sacará los colores por tu ignorancia sobrevenida o te obligará a morderte la lengua para no responder algo indebido. El mejor remedio: una píldora de pacientin 500 después de desayunar.
  3. Ingenio. Capacidad de cambiar de rumbo en cualquier clase donde el agotamiento sea generalizado, los medio técnicos no acompañen por alguna rara caída del internet o porque te toca dar clase a última hora del viernes previo a un puente festivo. No es válido poner la película del momento en V.O.S.E. y justificarlo con que están aprendiendo inglés.
  4. Empatiza. ¿aguantarías seis horas seguidas sentadas con libros de texto o escuchando a un profesor tras otro? Si a ello le añadimos diferencias de edad, situaciones familiares diversas o la mera búsqueda de una titulación oficial, se nos complica la situación. Si te atreves, disfrázate de chaval y pasa un par de días sentado en cualquier aula de un instituto o colegio durante toda la jornada escolar.
  5. Relata. A casi todos nos gusta escuchar historietas, más aún a los alumnos, ávidos de conocer tu edad, situación civil, domicilio paterno o última salida estival y concierto remember al que acudiste. Siempre funciona contar experiencias en clase que podemos relacionar con nuestra materia a través de anécdotas, discos que escuchamos, películas o series que estamos viendo, algún cómic o novela. No es preciso ser un titiritero o trovador moderno, pero sí va bien soltar algún que otro rollo más o menos íntimo o inventado que nos acerque a su terreno y que demuestre que tenemos vida más allá de la enseñanza.
  6. Cede el poder. No hace falta que impongas tu voluntad constantemente cual monarca absoluto de turno. Tu alumnado tiene una experiencia y un bagaje que merece ser escuchado y tenido en cuenta. No te va a hacer daño abrir espacios para la toma de decisiones colectivas. Tranquilo, siempre te queda decidir cuándo poner el siguiente examen.
  7. Haz cosas. Como diría Rajoy (creador de la famosa sentencia “las mujeres -o los catalanes- hacen cosas”) hacer cosas es positivo ya que traslada el aprendizaje a un plano más real y, por tanto, mucho más motivador para el alumnado. Tampoco se trata de hacer macramé porque sí, pero con un poco de ingenio (ver punto 3) seguro que podemos llevar nuestros contenidos a un plano más práctico y llevadero.
  8. Date una vuelta. Pasarse nueve meses encerrado entre cuatro paredes puede ser, salvo que padezcas de agorafobia, un pelín agobiante. Seguro que en tu centro existen espacios por descubrir y utilizar: un laboratorio, el aula de informática, el gimnasio, etc. Da igual qué enseñes, un gimnasio puede ser un lugar excelente para romper una dinámica rutinaria. Además, también puedes salir del centro y visitar cientos de sitios de interés. Así que, fuera pereza y miedos y sal del aula.
  9. Mira tu agenda. Seguro que tienes contactos que pueden resultar de enorme interés para tus alumnos. Un amigo que no deja de viajar a lugares exóticos, otra que colabora en una ONG, otro que trabaja en una profesión relacionada con una parte del temario… Qué sé yo. Tira de agenda, pues, y abre tus clases a compañeros y/o amigos. Tus alumnos te lo agradecerán por partida doble: por un lado, aprenderán cosas nuevas y, por otro, dejarán de verte el careto durante unos días.
  10. Socializa vuestro trabajo. Implícate con la comunidad, presenta vuestros resultados, intenta resolver un problema del barrio, del pueblo, etc. Intenta que tu alumnado vea que lo que hace en el aula (y fuera, recuerda el punto 8) tiene algún tipo de sentido más allá del maldito aprobado final.
Visto lo visto, podríamos afirmar que el docente que no motiva a su alumnado es porque no quiere. Con este decálogo molón que ponemos a tu alcance lograrás que tus clases se conviertan en ese oscuro objeto de deseo del alumnado de tu centro. Así que tómatelo con calma y no apliques todos los puntos de golpe o tus chicos y chicas te van a perseguir por los pasillos cual estrella del rock. Y al loro, ya has visto lo que ha pasado con Dylan: ¡morir de éxito no es una alternativa!
 
PD: Este es otro de esos posts perpetrados con el amigo Óscar Boluda. Te recomiendo que te des una vuelta por su EFEPEANDO. ¡Será tiempo bien invertido!
 
 

No hay comentarios :

Publicar un comentario