viernes, 29 de mayo de 2015

Sé lo que haréis el próximo verano (II)

Se acaba el año escolar y quién más quién menos ya está programando sus cursos de verano. La oferta es amplia y variada y ya que el año pasado recomendamos alguna opción (véase Sé lo que haréis el próximo verano) pues aquí estamos de nuevo con tres propuestas muy distintas pero igualmente interesantes.

Mi imprescindible para este año es el betacamp, una propuesta de formación alejada de los patrones tradicionales. La idea central parte de que todos los asistentes son participantes activos, no hay espectadores. Se han creado unos nodos de trabajo a partir de los cuales todo el mundo podrá aportar contenidos y propuestas de colaboración en los distintos ámbitos de trabajo. Se trabaja, pues, desde la horizontalidad y con la voluntad de centrarse en la acción y la creación compartida. Todo ello en un ambiente de camaradería y relajo y, además, en un entorno magnífico, el Solsonés. ¡Altísimas expectativas y muchas ganas de empezar!

Un clásico que siempre me gusta comentar es la Escola d'Estiu de l'Educacio de Persones Adultes. Se trata de una espacio formativo que celebra su decimoprimera edición con una oferta variada en relación a la formación vinculada a la educación permanente.  Un total de 14 formaciones entre itinerarios virtuales y presenciales que van desde la tutoría en el ámbito de la educación de personas adultas hasta las redes sociales en el aprendizaje o la geolocalización y la realidad aumentada. Además, talleres con experiencias en centros de adultos, campos de aprendizaje, conferencias y actos variados componen el programa de la Escola d'Estiu. En mi opinión, altamente recomendable para formadores de la educación permanente.

Y, por último, en formación on line me gusta mucho la programación de la Escuela virtual de verano de Espiral. Cursos muy variados que se centran en la presentación de nuevas metodologías de aprendizaje con profesores contrastados y con amplia experiencia. ABP, Flipped Classroom, Scratch, Realidad Aumentada o Dispositivos móviles son una clara muestra de la voluntad de Espiral por difundir una nueva forma de enseñanza.

Hay muchas más, claro. Aunque, en mi opinión, al final de lo que se trata es de dedicar un tiempo para compartir con otros compañeros nuestras experiencias de todo el año y hacer red. Así que no te lo pienses más y reserva tu plaza ya. Por cierto,  ¿cuáles son tus propuestas? ;-)

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domingo, 17 de mayo de 2015

El preparador

Estas semanas nuestro alumnado ha sufrido las pruebas de acceso a ciclos formativos de grado medio y de grado superior. Digo sufrir porque es un verbo que describe con bastante exactitud la sensación que se desprende de su comportamiento las semanas previas a la prueba. Y es que, después de siete meses de trabajo, se la juegan con un examen que supuestamente va a acreditar su capacidad para cursar en los próximos años distintas modalidades de formación profesional. No se trata de hacer un drama del asunto, claro. Todos hemos pasado alguna que otra reválida y aquí seguimos, vivitos y coleando. No obstante, no estoy seguro de que se trate del mejor sistema para generar aprendizaje.

Y lo peor es que la tendencia general va hacia ahí. Pruebas diagnósticas, reválidas, selectividades, pruebas de acceso... El itinerario educativo de un alumno cualquiera se llena de pruebas y más pruebas que condicionan enormemente los planteamientos metodológicos y el trabajo desarrollado en el aula. Leía el otro día un acertado tweet de Victor Cuevas donde señalaba que la existencia de estas pruebas reducía el trabajo del profesor al de mero preparador de la reválida de turno. No me parece una exageración.

Como decía más arriba, durante siete meses dedicamos nuestro esfuerzo a preparar de la mejor manera posible a nuestros alumnos para las pruebas de acceso a ciclos. Siete meses con el examen final en la cabeza. Claro que existen otras maneras de afrontar la preparación de la prueba, pero el margen de actuación es escaso cuando tienes temarios tan amplios, horarios tan ajustados y grupos tan heterogéneos como los que acostumbran a formarse en estos cursos. Además, la demanda del alumnado es clarísima. Y legítima, por supuesto: estar familiarizado con el modelo de examen y bien preparado para el día D. Así que nada de florituras y los experimentos, como se suele decir, con gaseosa.

Pero es que me temo que pasa lo mismo en todas las etapas educativas. Los profesionales de primaria (atención, ¡primaria!), secundaria y bachillerato no van a poder evitar mirar de reojo, cuando menos, las reválidas que plantea la LOMCE. Y tampoco me vale el argumento de que la nueva ley va a durar dos telediarios porque, primero, de momento es lo que hay y, segundo, porque no se atisban demasiadas propuestas alternativas en el horizonte electoral. Así que, dure lo que dure, habrá que trabajar en estas condiciones aunque, en mi opinión, se trata de un modelo que hipoteca la innovación, la implantación de nuevas metodologías y, sobre todo, la generación de aprendizaje real. Siempre hay márgenes para cambiar cosas, por supuesto, pero ¡qué difícil nos lo ponen!

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sábado, 2 de mayo de 2015

La escuela contra el mundo

Luri, G, (2008) L' escola contra el món. L' optimisme és possible. La campana. (Disponible en versión en castellano)

Acabo de leer con mucho interés La escuela contra el mundo, de Gregorio Luri. Escrito en 2008, el libro refleja con bastante acierto (a mi entender) la situación que atraviesa el sistema educativo de nuestro país aún hoy, siete años después de su publicación inicial. Son muchos los frentes abordados por el autor, aunque quizá quepa destacar su crítica a la pedagogía moderna y a los planteamientos que alejan al profesorado de la posición central en los procesos de enseñanza-aprendizaje. 

Y es que en un contexto como el actual, en el que somos bombardeados (y bombardeamos, de hecho) con conceptos como innovación, nuevas tecnologías, gamificación o aprendizaje basado en proyectos, Luri plantea la puesta en valor de ideas que generalmente asociamos a la escuela tradicional y que las nuevas tendencias pedagógicas parecen arrinconar por su "escaso glamour" y por ser consideradas, en muchos casos, como planteamientos anacrónicos e incluso reaccionarios. Así pues, Luri rescata conceptos como el esfuerzo, la autoridad, la transmisión de conocimientos o la voluntad de trabajo otorgándoles un papel destacado en el proceso de aprendizaje. 

Me ha interesado especialmente la reflexión sobre el concepto de escuela como institución mediadora entre familias y sociedad. De hecho, Luri realiza una crítica abierta a los nuevos relatos pedagógicos basados en modelos líquidos, donde el cambio es constante y omnipresente. Si lo entendí bien, Luri critica el esfuerzo de muchas instituciones educativas por estar a la última, por innovar y adaptarse al cambio constante, dejando de lado la reflexión sobre su contexto y realidad inmediatos y sobre las necesidades reales de conocimiento de su alumnado. El autor destaca, además, el valor del profesorado como recurso pedagógico en sí mismo, haciendo una crítica de la incorporación sin reflexión previa de las nuevas tecnologías o de las modas metodológicas de turno.

Otros temas ocupan también el análisis de Luri. El contraste entre la moral del trabajo y la moral del consumo (o moral fashion como él la llama) presente en nuestros días, el papel de la autoridad menguante del profesor o la confianza como elemento clave de los procesos de aprendizaje constituyen algunos de los temas desarrollados en el ensayo.

Por último, Luri hace un alegato en contra del escepticismo docente y a favor del optimismo en la educación. Y es que, según él, no podemos trabajar en un entorno donde están presentes el escepticismo y la incredulidad hacia nuestra propia labor. Debemos ser optimistas porque, primero, existen motivos para ello y, segundo y quizá más importante, porque es nuestro deber como docentes.

Quizá me parece excesivamente dura la crítica hacia las nuevas pedagogías y, a veces, excesivamente rígida la defensa del tradicionalismo pedagógico antes mencionado. Como el propio Luri apunta, el maestro puede constituirse como un recurso pedagógico en sí mismo. Así pues, en mi opinión, tanto modelos metodológicos más innovadores como aquellos que podrían ser calificados de tradicionales pueden generar aprendizaje o constituir un absoluto fracaso. Es más, no creo que la autoridad docente desaparezca en las llamadas metodologías modernas. De hecho, me parece necesaria mucha autoridad para llevar a cabo proyectos de éxito, aunque quizá el debate esté en el propio concepto de autoridad. Es por esto por lo que me parece que algún planteamiento resulta un tanto rígido. No obstante, me parece una obra muy interesante, la lectura de la cual recomiendo sin duda, aun discrepando de muchas de sus propuestas y análisis. En definitiva, un texto del que aprender mucho.