martes, 30 de julio de 2019

Del barracón a la hiperaula: algunas preguntas incómodas (o no)

Hace unos días saltaba a los medios la noticia de la aparición de "la primera universidad de España que forma maestros rebeldes para romper la escuela tradicional". El artículo, publicado en El País, se centra en la experiencia de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, donde a lo largo del último curso se ha implementado un programa académico que favorece la codocencia, rompe las jerarquías y crea un nuevo espacio formativo, la hiperaula. Esta "nueva aula del futuro" se trata de un espacio académico rompedor, sin jerarquías, donde "las sillas (que son ergonómicas) tienen ruedas, hay pantallas gigantes colgando de las paredes que los estudiantes pueden usar como ordenador, mesas desmontables y hasta medidores de ruido para impedir que los debates se suban de tono. No hay un orden establecido, cada clase tiene su propia estructura". En definitiva, un espacio donde el aprendizaje y las relaciones académicas "tradicionales" (signifique eso lo que signifique) entre alumnado y profesorado ya no tendrían cabida.

Más allá del discutibe título del artículo, a estas alturas ya nada debería sorprendernos, su lectura me ha generado algunas dudas que quisiera dejar negro sobre blanco a lo largo de las siguientes líneas a modo de preguntas (totalmente bienintencionadas, lo prometo). Vamos a ello.
  • ¿Qué piensan las administraciones educativas de turno de dicho programa?, ¿existe realmente algún plan para favorecer una transición hacia este modelo en el sistema público?
  • ¿Por qué los ejemplos y las referencias a centros son exclusivamente de la red privada-concertada?,  ¿responde a algún tipo de interés en concreto o es simple desidia en la investigación periodística?
  • ¿Cómo afecta al currículum académico este modelo organizativo y pedagógico? Deduzco que deberá producirse algún tipo de adaptación curricular en este sentido que los responsables del programa formativo habrán tenido en cuenta (o no).
  • ¿En qué etapas va a implementarse la hiperaula? ¿La Formación profesional se incluirá en los nuevos programas?, ¿y la educación de personas adultas?
  • ¿Y las ratios? (ya tardaba en salir). ¿Cómo organizar el modelo con las ratios actuales?
  • ¿Cómo determinamos qué es un profesor rebelde? El amigo Jordi Martí avanza alguna respuesta por aquí. Del mismo modo, ¿a qué nos referimos con el término "escuela tradicional"? ¿Un docente formado en la hiperaula nunca va a recurrir, por ejemplo, a una explicación magistral? ¿Es un recurso que queda descartado por habitar este nuevo espacio?
  • ¿De dónde van a salir los recursos económicos para realizar toda esa inversión en instalaciones, formación del profesorado, personal, etc.?
  • ¿Qué papel juegan las grandes multinacionales tecnológicas en este nuevo modelo?, ¿y los organismos económicos internacionales?
Aunque quizá el ejemplo más evidente de las posibilidades reales a medio-largo plazo de la hiperaula (al menos en el sistema de educación público) sean las transformaciones que se están produciendo en mi centro estos meses de verano. Sí, amigos y amigas, ¿intuís que está instalando la  administración educativa de turno en un rincón del patio para dar solución a nuestros problemas de masificación crónicos? Lamento decir que no se trata de un par de hiperaulas, sino de sendos barracones (modulos prefabricados según la administración) al más puro estilo del siglo pasado. Aunque pensándolo bien, lo mismo nos los acondicionan con sillas ergonómicas, pantallas gigantes y, eso sí, sin pizarra, que no hace moderno.  🙈

PD: Seguro que, leído el artículo de El País, te surgen muchas otras preguntas. Te animo a dejarlas en el apartado comentarios y/o en Twitter usando el hashtag #hiperaula.


lunes, 29 de julio de 2019

Banca, business y educación: ¿el signo de los tiempos?

Escribo estas líneas con muchas dudas y sin ninguna respuesta absoluta, pero hace tiempo que me llama la atención la actitud, en mi opinión, acrítica de muchos profesionales de la educación para con el papel que pretenden jugar la banca y otras grandes empresas multinacionales en el sistema educativo. Obviamente, cada cual es libre de reirle las gracias a quien más le interese o convenga pero me parece que las personas que nos dedicamos a esto de la educación deberíamos tener una perspectiva más amplia y coherente del asunto. Me explico.

No son solo las tortas para ganar "los Goya de la educación" (sic), los mil y un retuits de los vídeos molones del banco de turno entrevistando a las stars del panorama mediático o el hecho de abrir sin cortapisas las puertas de los centros a los programas formativos del sector. Ahora (bueno, hace un tiempo ya) también se da la promoción directa de determinadas campañas de bancos y/o otros negocios, en principio bastante alejados del ámbito educativo, por parte de profesionales de la educación, en su mayoría, por supuesto, con amplia ascendencia en redes sociales.

Insisto en que cada uno puede promocionar los productos y empresas que quiera y ganarse unos euros extras (o repercusión mediática, o encargos varios, o pago en especies, o lo que sea) como le dé la gana, faltaría más. Pero me da que deberíamos ser un poco más coherentes con todo esto. Me chirría enormemente que haya profesionales que durante nueve meses al año se presenten como adalides del sistema de educación público e inclusivo y luego se dediquen a promocionar a instituciones que favorecen de manera innegable la existencia de desigualdades sociales, desequilibrios mediambientales y situaciones de explotación de diversa índole.

Recuerdo que hace años, cuando este blog llegó a tener cierto volumen de lectores, una de las grandes distribuidoras editoriales del país contactó conmigo para proponerme publicitar su servicio de venta de libros de texto. Supongo que no habían leído algún que otro post publicado por aquí ("¿Cuántos libros de texto comprarías con 100.000 euros?, por ejemplo") y no tenían ni idea de mi postura respecto al uso de estos materiales. La verdad es que no me habría venido nada mal un dinerillo extra, pero decliné la oferta amablemente. La empresa insistió en que si me lo pensaba volviera a contactar con ellos y así quedó el asunto. 

Cada uno tendrá sus propias contradicciones (un servidor no se libra, por supuesto), pero en este sentido me parece que debemos ser muy coherentes con lo que decimos pero, sobre todo, con lo que hacemos. No puedo trabajar con mi alumnado conceptos de responsabilidad, coherencia, justicia social, cooperación, igualdad y demás para luego promocionar o reirle las gracias a instituciones que no están precisamente del lado de los valores que preconizamos a diario. Me parece que normalizar este tipo de situaciones contribuye a resquebrajar algunos diques que (todavía, mal que bien) sostienen a la educación pública. Y cuando quien contribuye a derribarlos es la propia acción del profesorado pues ya ni te cuento. Aunque me temo que se trate del signo de los tiempos...

En fin, lo dicho, que estamos "de vuelta" con el asunto. 

PD: ¡Había ganas! 😉