Soy profesor, así que podéis imaginar que por estas fechas os escribo desde mi retiro espiritual donde pasaré los próximos tres meses alejado del mundanal ruido de las aulas. El pasado viernes acabaron las clases y, como todos sabéis, con la marcha del alumnado se inicia ese largo, largo periodo de descanso que tenemos profesores y maestros durante el verano. Tres meses de auténtico relax para recargar las pilas y afrontar con garantias de éxito el duro mes de septiembre, la vuelta a la realidad.
Pues va a ser que no. Llevo ya un par de semanas aclarándolo a la gente que se empeña en lo contrario (sin mala voluntad, todo sea dicho): ni son tres meses, ni se ha acabado el curso ya. Y no es que me importara, la verdad. Es que simplemente no es así. Aún quedan un par semanas buenas de trabajo para cerrar el presente curso y preparar las líneas generales del año que viene para, entonces sí, empezar las vacaciones.
No se trata de justificarse, está claro. Pero el tema de las vacaciones escolares es un tema recurrente por estas fechas. Que si las vacaciones son muy largas, que si el alumnado desconecta durante demasiado tiempo de los hábitos de estudio, que si resulta imposible para infinidad de personas compaginar el periodo vacacional del verano con los horarios familiares... Es un terreno abonado al debate. Debate, por cierto, que no se acaba de acometer con la profundidad y el rigor que sería necesario...
Dejando de lado cómo hemos disfrutado de niños esos largos periodos de descanso estivales, lo cierto es que las vacaciones del profesorado español no difieren tanto de la del resto de países de nuestro entorno. De hecho, según la OCDE los maestros españoles dedican a enseñar 880 horas al año, cien horas más que la media de la OCDE. Por otro lado, la media de vacaciones de nuestro profesorado está en la línea de los miembros de la UE y de la OCDE, con más semanas al año de clase que países como Estados Unidos, Francia o Irlanda y solo una por debajo que países de referencia como Finlandia.
Ya se están produciendo movimientos en la línea de reducir las vacaciones veraniegas de los maestros. El caso de la comunidad valenciana es una clara muestra. No sé si es una solución interesante. Otros países tienen vacaciones más cortas en verano pero realizan varios periodos de descanso durante los trimestres. Es el caso de muchos países europeos donde, eso sí, los horarios laborales parecen ser un pelín más racionales que los españoles. Uno tiene la sensación de que copiando el "modelo europeo" no arreglaríamos gran cosa sin afrontar una de las grandes cuestiones que pesan en la conciliación trabajo-familia-escuela: los horarios laborales.
Se impone, pues, una reflexión en profundidad sobre las vacaciones, su utilidad, duración, sentido y objetivos. Quizá debamos cambiar el modelo y huir de periodos de descanso tan largos para flexibilizar las vacaciones durante el año en espacios más cortos. O no, no sé. En cualquier caso, reflexionemos con calma, en serio y en profundidad sobre el asunto e intentemos tomar soluciones que beneficien al alumnado y a sus familias. Así, de paso, acabaremos con un debate viejuno, cansino y estéril. Pues eso...
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