Son muchos los factores que condicionan los procesos de aprendizaje de cualquier ser humano. Desde los conocimientos previos sobre la materia en cuestión, fundamentales para asentar los nuevos aprendizajes, hasta las condiciones materiales de estudio, pasando por las propias habilidades del estudiante, sus intereses personales, técnicas y estrategias de estudio... Todos y cada uno de estos aspectos intervienen y condicionan la adquisición de nuevos conocimientos.
Otro de estos condicionantes, quizá fundamental en cualquier proceso de aprendizaje, radica en la propia mentalidad del estudiante. De hecho, como docentes, diría que se trata de un factor que no siempre tenemos en cuenta. Y es que, o bien consideramos que se trata de un condicionante sobre el cual no podemos incidir (a menudo puede ser cierto), o bien lo damos por descontado. Es decir, consideramos que todo estudiante debería traer "mentalidad de aprendizaje" de serie, por así decir. Y claro, no siempre es así.
Leo sobre esta cuestión en Aprender a aprender, de Héctor Ruiz, y me resulta muy interesante la diferenciación que realiza entre mentalidad fija y mentalidad de crecimiento. Según la ciencia, la adopción de un tipo u otro de mentalidad puede resultar crucial en cualquier proceso de aprendizaje. Pero, ¿qué entendemos por mentalidad fija y qué por mentalidad de crecimiento?
La mentalidad fija es aquella que adopta una persona que cree que su habilidad en una área de conocimiento no puede cambiarse. Es habitual que las personas con mentalidad fija verbalicen que "no se les da bien" tal o cual materia. De hecho, cualquier error en el proceso de aprendizaje será percibido como una muestra de su incapacidad para aprender algo sobre ese ámbito. Las personas con mentalidad fija se enfocan en proteger la propia imagen y, por tanto, perciben los retos o las críticas como un ataque, no como un factor de crecimiento. Es habitual que una persona que adopta una mentalidad fija en un proceso de aprendizaje concreto se distraiga fácilmente durante la tarea y que se escude en el mínimo error para abandonar. Además, las personas con una mentalidad fija acostumbran a verse amenazadas por las personas que destacan y consideran que buscar ayuda es una muestra de debilidad y de incapacidad.
Por contra, las personas que adoptan una mentalidad de crecimiento se ven capaces de aprender en cualquier ámbito y, por tanto, consideran el error como algo lógico y necesario. La mentalidad de crecimiento se enfoca en aprender, hecho que favorece que se eliminen las posibles distracciones durante los períodos de estudio. Los retos y las críticas son elementos de motivación, por lo cual se adoptan riesgos y se asumen retos de aprendizaje. El fallo anima a persistir y, si es necesario, a buscar ayuda en otras personas. De hecho, una persona con mentalidad de crecimiento se siente inspirada por las personas que destacan, además de creer que para ser bueno en algo hay que esforzarse mucho aunque se tenga talento.
Cabe señalar, que ambas mentalidades pueden coexistir en una misma persona. Así pues, puedo tener mentalidad de crecimiento en materias de conocimiento vinculadas a mi especialidad, por ejemplo, pero al mismo tiempo hacer gala de una mentalidad fija en otros ámbitos. Tampoco hay que vincular resultados positivos a una u otra mentalidades. Se podría pensar que los mejores resultados podrían darse en alumnado con mentalidad de crecimiento. De hecho, tal y como señala Ruiz, la mentalidad fija no es necesariamente la de los estudiantes que tienen dificultades. Al revés, muchos alumnos pueden adoptar este tipo de mentalidad mientras sacan buenas notas al creer que su éxito académico es algo innato.
Ahora bien, parece evidente que la mentalidad de crecimiento ofrece mayores garantías de favorecer el aprendizaje que la mentalidad fija. Volviendo a Aprender a aprender, "creer en la propia capacidad para aprender, relativizar los errores y los fracasos, y confiar en la ayuda que ofrecen las buenas estrategias" pueden ser clave para favorecer un aprendizaje significativo y exitoso, señala Ruiz. Dicho esto, ¿cómo podemos favorecer que nuestro alumnado se aproxime a esta mentalidad de crecimiento?, ¿qué acciones concretas podríamos llevar en nuestras materias? Pienso en cómo aplicar todo esto con mi alumnado y anoto algunas posibles vías de trabajo:
- Dar a conocer ambas mentalidades a nuestro alumnado: describirlas y reflexionar conjuntamente sobre ellas. ¿Qué tipo de mentalidad crees que tienes respecto la materia?, ¿crees que te ayuda a aprender?, ¿consideras que podrías orientarla a la mejora?
- Explicar cómo funciona el aprendizaje: la importancia de los conocimientos previos, la estrategia de la evocación, la importancia de la planificación y segmentación del estudio... Un acompañamiento en este sentido puede marcar la diferencia en un número significativo de alumnos. Breves seminarios y/o sesiones específicas de trabajo sobre el tema pueden ser espacios adecuados donde trabajar estos temas. ¿Horas de tutoría?, ¿inicio de una nueva unidad?...
- Orientar las secuencias didácticas para favorecer su adquisición: complejidad progresiva, apoyo entre compañeros, retos asumibles, espacios para la revisión del aprendizaje, etc.
- Ofrecer espacios (individuales y colectivos) en cada secuencia didáctica para prácticar la evocación y chequear los resultados. ¿Están afianzados los contenidos trabajados?, ¿qué aspectos es necesario reforzar?
- Orientar al alumnado en la planificación del estudio. ¿Cómo?: temporizando claramente los hitos evaluativos de cada unidad, marcando claramente los tempos de trabajo y las actividades concretas, asesorando en las dinámicas y contenidos de estudio, etc.
En fin, algunas ideas que me vienen a la cabeza después de leer Aprender a aprender, libro que, por cierto, te recomiendo encarecidamente que leas. Y si quieres profundizar en estas y otras cuestiones, hazte también con Cómo aprendemos, del mismo autor. Dos lecturas que, sin duda, valen mucho la pena.
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