Ya lo hemos dicho por aquí en más de una ocasión: uno de los principales enemigos de los centros de adultos, quizás el mayor, es el elevado absentismo de nuestro alumnado. Y es que, como yo digo, no tenemos estudiantes profesionales sino profesionales que estudian. Es decir, una gran parte de nuestro alumnado es gente en busca de trabajo que, mientras tanto, decide formarse para mejorar sus opciones de ocupabilidad. Resulta comprensible, pues, que cuando sale una opción laboral, por precaria que sea, el alumno en cuestión lance una bomba de humo y, al más puro estilo ninja, desaparezca sin dejar ni rastro.
Es cierto, el acceso al mercado laboral no está detrás de todos los casos de absentismo. Ya nos gustaría porque, mal que bien, supondría una vía de ingresos para muchas familias que pasan por situaciones bastantes complicadas. No obstante, independientemente de la motivaciones para abandonar a la francesa los estudios, desde los centros de adultos debemos tratar de dar respuesta a este hecho para, en la medida de posible, conseguir que nuestro alumnado finalice sus itinerarios formativos. ¿Cómo? Aquí van algunas posibles líneas de actuación aunque, claro, no se trata de una cuestión sencilla.
Por un lado, puede ser interesante flexibilizar los planes de trabajo. Esto no significa trabajar menos, en absoluto, sino trabajar de manera diferente y adaptada a las necesidades y tiempos del alumnado. Combinar formación presencial con formación virtual, marcar itinerarios de trabajo personalizados o explorar nuevas vías como la autoformación integrada (ya vigente en algunos centros pioneros en esto de la formación virtual como el CFA Palau de Mar) pueden ser alternativas interesantes para ofrecer marcos de aprendizaje flexibles que se adapten a las realidades cambiantes de nuestro alumnado.
Una segunda estrategia puede ser potenciar la comunicación con el estudiante ofreciendo espacios para el diálogo personal, para resolver dudas, para orientar. Si el alumnado siente que tiene espacios para comunicarse con el centro y con el profesorado cuando los necesite los aprovechará. Será difícil que un alumno con el que hemos hablado, al que hemos atendido debidamente, desaparezca a la brava. Es importante, pues, ofrecer espacios de comunicación para conocer sus necesidades. Por otro lado, es importante también la comunicación entre profesores y equipos docentes para detectar posibles problemas y para cubrir de la manera más transversal posible los requerimientos de los estudiantes.
En tercer lugar, vital: conectar con el alumnado. Todos lo sabemos y, seguro, lo hemos sufrido en nuestras carnes: ir a clase puede ser un suplicio. Pasarse horas en un aula puede ser una experiencia magnífica o un palo mayúsculo. Si además, como pasa con muchos de nuestros alumnos, vienes después de cuidar a tu padre que está enfermo, de dejar a los críos en el cole o entre la hora de la compra y la de preparar la comida para la familia, cualquier excusa puede ser buena para pensar: "esto no es para mí", "nunca se me ha dado bien estudiar" o cualquiera de los argumentos con los que muchos alumnos dan un portazo a su reencuentro con las aulas. Intentemos, pues, que esa vuelta sea motivadora, sugerente. Que sientan que el tiempo que están en el aula está siendo de provecho, que están aprendiendo, que no se trata de tiempo que restan a sus quehaceres y obligaciones cotidianos, sino que es tiempo que suma, tiempo invertido en positivo. Se dice pronto, claro, pero creo que es importante.
Y, por último, acompañando al alumno en su proceso de aprendizaje mediante tutorías bien coordinadas y ajustadas a sus necesidades. Muchos de nuestros alumnos retoman sus estudios con muchas dudas no solo sobre los itinerios formativos que ofrece la formación permanente, sino también sobre aspectos más elementales relacionados con las dinámicas de estudio tales como hábitos y pautas de trabajo, organización, calendario, etc. Un acompañamiento inicial puede ser muy positivo para recuperar dinámicas olvidadas o incluso para crearlas por primera vez. No se trata de atosigar a nadie, cada uno tiene sus ritmos, pero sí de estar disponible para que el alumnado que lo necesite pueda disfrutar de estos recursos.
Luego está la vida, claro, que a veces nos pone mil y un obstaculos para conseguir nuestros objetivos. Se trata, tal y como yo lo veo, de facilitar en la medida de lo posible que nuestros alumnos puedan compaginar su día a día con su formación. Así pues, parece claro que contra menos bombas de humo, mucho mejor. ¡Que por nosotros no quede!
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