En una era en la que se comercializa con todo (y cuando digo todo es todo) me temo que la educación no es una excepción. No se trata de ponerse estupendamente progresistas simplistas y negar al ámbito educativo la capacidad de generar espacios de negocio. Nos gustará más o menos, pero es lo que hay. Vivimos en una sociedad de mercado en la cual la educación supone un gran pastel de millones de euros en posibles beneficios. No parece casualidad, pues, el desembarco (al olor de la sardina) de grandes multinacionales en el sector de la educación. Si bien es cierto que esto no es novedad, de un tiempo a esta parte uno tiene la sensación de que este "mercadeo educativo" se ha intensificado de manera notable llegando a producir extraños compañeros de viaje e impregnando todos y cada uno de los niveles del entramado educativo.
Ya no nos sorprendre (o casi) ver a bancos y cajas impartir educación financiera en los centros educativos, o ver a grandes compañías del sector de las telecomunicaciones promover y dirigir sin reparo alguno proyectos de innovación educativa. La última tendencia, aunque quizá tampoco sea tan novedosa, parece la creación de un modelo de "star-system docente" donde (seguro que grandes) profesionales se ponen al servicio de tal o cual empresa y grupo editorial para vender libros-métodos-modelos de negocio a veces totalmente alejados del mundo educativo.
Es genial (imprescindible, diría) que profesionales del ámbito salgan del aula para dar a conocer ya sea su práctica docente, colectiva e individual, bien su experiencia con modelos de gestión que puedan inspirar y ayudar a otros compañeros y centros. Quien dice salir del aula, dice publicar libros, conceder entrevistas, participar en foros... Hacerse presentes, vaya. Y, todo sea dicho, deben cobrar por ello, faltaría más. Cuando viene un tallerista a nuestro centro, además de agradecérselo públicamente nos gusta pagarle por el trabajo, por supuesto.
Por otro lado, resulta también muy interesante abrir la puerta a ideas y propuestas de otros ámbitos profesionales, ajenos aparentemente al mundo educativo. La escuela y el mundo de la educación en general deben estar en contacto con infinidad de agentes que forman parte de nuestra realidad cotidiana. Quizá no sea mala idea, pues, recoger enseñanzas y propuestas de otras realidades profesionales como la psicología, la neurociencia, el marketing, el coaching y tantos otros. Además, para nuestro trabajo en el aula y en la gestión diaria, precisamos de un sinfín de recursos y herramientas que numerosas empresas pueden poner a nuestra disposición. Nuevas vías de colaboración que, a su vez, generan nuevas perspectivas y oportunidades de negocio, en este caso bien entendido.
Ahora bien, quizá se nos ha ido un pelín de las manos. Sin ánimo de juzgar a nadie, uno ve ciertas cuentas de twitter y blogs educativos y piensa automáticamente en tiendas de todo a cien. Todo está en venta: desde libros y aplicaciones infinitas, hasta juegos de mesa y manuales virtuales de educación emocional. Los programas de afiliados es lo que tienen. Aunque esto, sin duda, es lo de menos. Solo una pequeña parte de la educación se encuentra presente en las redes sociales. El verdadero problema, quizá, radique en un concepto totalmente mercantilista de la educación, donde los centros compiten por posicionar su marca en el territorio y, sobre todo, donde las administraciones educativas están haciendo dejación de funciones y favoreciendo alegremente la entrada de intereses privados en la educación pública, especialmente en los espacios de formación al profesorado.
En fin, que se nos multiplican los chiringuitos educativos. Y a ritmo frenético, además. El miedo que tiene un servidor es que esta creciente presencia del capital privado en lo educativo debilite a un sector ya bastante castigado por los recortes en los últimos años. Bien harían las administraciones en no mirar para otro lado y en reforzar las estructuras educativas del sector público. Me parece que un sector educativo público fuerte y cohesionado podrá aprovechar mucho mejor los recursos y propuestas del sector privado sin el peligro de generar desigualdades y competencia entre centros. Aunque seguro que hay otras maneras de verlo, claro. ¿Cuál es la tuya?
Es genial (imprescindible, diría) que profesionales del ámbito salgan del aula para dar a conocer ya sea su práctica docente, colectiva e individual, bien su experiencia con modelos de gestión que puedan inspirar y ayudar a otros compañeros y centros. Quien dice salir del aula, dice publicar libros, conceder entrevistas, participar en foros... Hacerse presentes, vaya. Y, todo sea dicho, deben cobrar por ello, faltaría más. Cuando viene un tallerista a nuestro centro, además de agradecérselo públicamente nos gusta pagarle por el trabajo, por supuesto.
Por otro lado, resulta también muy interesante abrir la puerta a ideas y propuestas de otros ámbitos profesionales, ajenos aparentemente al mundo educativo. La escuela y el mundo de la educación en general deben estar en contacto con infinidad de agentes que forman parte de nuestra realidad cotidiana. Quizá no sea mala idea, pues, recoger enseñanzas y propuestas de otras realidades profesionales como la psicología, la neurociencia, el marketing, el coaching y tantos otros. Además, para nuestro trabajo en el aula y en la gestión diaria, precisamos de un sinfín de recursos y herramientas que numerosas empresas pueden poner a nuestra disposición. Nuevas vías de colaboración que, a su vez, generan nuevas perspectivas y oportunidades de negocio, en este caso bien entendido.
Ahora bien, quizá se nos ha ido un pelín de las manos. Sin ánimo de juzgar a nadie, uno ve ciertas cuentas de twitter y blogs educativos y piensa automáticamente en tiendas de todo a cien. Todo está en venta: desde libros y aplicaciones infinitas, hasta juegos de mesa y manuales virtuales de educación emocional. Los programas de afiliados es lo que tienen. Aunque esto, sin duda, es lo de menos. Solo una pequeña parte de la educación se encuentra presente en las redes sociales. El verdadero problema, quizá, radique en un concepto totalmente mercantilista de la educación, donde los centros compiten por posicionar su marca en el territorio y, sobre todo, donde las administraciones educativas están haciendo dejación de funciones y favoreciendo alegremente la entrada de intereses privados en la educación pública, especialmente en los espacios de formación al profesorado.
En fin, que se nos multiplican los chiringuitos educativos. Y a ritmo frenético, además. El miedo que tiene un servidor es que esta creciente presencia del capital privado en lo educativo debilite a un sector ya bastante castigado por los recortes en los últimos años. Bien harían las administraciones en no mirar para otro lado y en reforzar las estructuras educativas del sector público. Me parece que un sector educativo público fuerte y cohesionado podrá aprovechar mucho mejor los recursos y propuestas del sector privado sin el peligro de generar desigualdades y competencia entre centros. Aunque seguro que hay otras maneras de verlo, claro. ¿Cuál es la tuya?
No hay comentarios :
Publicar un comentario