El otro día me llegaba vía Twitter una secuencia de vídeos donde una docente argentina tenía una agria discusión política con uno de sus alumnos de (imagino algún curso similar al) bachillerato. Digo discusión pero me paso de generoso. La verdad es que el vídeo no dejaba a la docente en cuestión demasiado bien parada. Grabado con nocturnidad (se me entiende) y alevosía se mostraba, más que un debate sosegado y enriquecedor, un mitín populista y excesivamente agresivo más propio de un plató de televisión de un programa de telerrealidad que de una institución académica. No enlazo el vídeo porque me pareció de muy mal gusto, tanto por cómo fue conseguido como por la actitud de la docente en cuestión, pero supongo que no te costará demasiado encontrarlo.
El caso es que a partir de ahí, algunos twitteros (creo que Jordi Martí lanzaba preguntas concretas al respecto) planteaban si habría que permitir el debate ideológico en el aula. Yo tengo clarísimo que sí. Como docente de ciencias sociales no puedo prescindir del análisis y del debate ideológico, aunque soy consciente de que se trata de pisar terrenos resbaladizos y complejos, especialmente en los tiempos que corren. Van aquí algunas ideas para aclarar mi postura al respecto de lo que debería ser un debate académico rico y productivo sobre ideología en el aula. Vaya por delante que partimos de debatir sobre ideologías y/o planteamientos políticos que respeten los derechos humanos fundamentales. Esa es la línea roja que marca, no solo mi posición personal, sino (más importante si cabe) la propia normativa curricular, al menos la de mi comunidad autónoma.
1. Nadie puede imponer su punto de vista, especialmente yo como docente. Yo, como ciudadano, tengo una ideología política y ética, es evidente. Pero además de mi papel ciudadano, como profesional de la educación juego un rol de referente educativo que no puedo tomar a la ligera dando exclusivamente un punto de vista de la compleja realidad política, económica y social. Tampoco debo permitir, como responsable del aula, que las voces más empoderadas (por discurso, formación o rol dominante en el aula) limiten la pluralidad ideológica del aula, si es que la hubiera. Todo el mundo debería poder expresar su punto de vista e ideología sin cortapisas.
2. El debate debe realizarse con rigor y acudiendo a las fuentes de información. No deberíamos permitirnos dar por buenos o deslegitimar puntos de vista sin recurrir a datos concretos y a informaciones verificadas. Tampoco recurrir, en el caso de los docentes, al "eres muy joven para comprenderlo" o fórmulas similares. Se argumenta con datos, no desde la condescendencia ni desde la trinchera.
3. Es una obviedad pero el tono del debate debe ser el de buscar puntos de encuentro, no el choque. Esto puede sonar ridículo a tenor de lo lejos que nos queda en cualquier debate político, periodístico actual. EN definitiva, no deberíamos debatir para vencer al otro sino para comprenderlo. Cualquier debate que acaba a gritos o con faltas de respeto es una oportunidad de oro perdida para el aprendizaje.
4. Debemos formarnos académicamente precisamente para eso, para comprender al otro (especialmente los profesores, pero también los alumnos). Sería interesante tratar de evitar el sesgo de confirmación e intentar tener la máxima información posible de aquello que criticamos.
En "La fantasía de la escuela burbuja", un post a seis manos escrito hace años con la añoradísima Débora Kozak y con el compañero valenciano Óscar Boluda, reflexionábamos sobre si la escuela puede permanecer al margen del debate ideológico y político. Escribía Débora "En principio es necesario establecer que la escuela debería ser, por lejos, el lugar a donde se estimule el diálogo; el debate y el respeto por las diferencias. Resulta imposible pensar que esto es factible reclamándole al docente que sea “neutro”, que no tenga ideología. TODOS tenemos ideología, consciente o no; partidaria o no, pero todos la tenemos. La asociación entre “ideología y peligro” es la base de toda sociedad que ha perdido el rumbo de la democracia. Sembrar sospecha sobre el pensamiento diferente supone así que existe una forma de ver las cosas que es válida y que las de otros no lo son. ¿Cómo es posible construir diálogo si se parte de esta base?".
¿Diálogo ideológico en la escuela? Por supuesto que sí. Desde el respeto, el rigor y la voluntad de entendimiento no me cabe ninguna duda que, no es que se pueda, sino que se debe dialogar sobre ideología en las aulas. Es más, diría cuando no podamos hacerlo en la escuela ya todo estará perdido.
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