Quizá nunca se ha hablado tanto de educación como hoy en día. La publicación de estudios, análisis, y trabajos de investigación sobre temas educativos es ingente e inabarcable. Cada vez existen más medios de comunicación y plataformas dirigidas a la difusión de contenidos educativos, espacios creados por comunidades de aprendizaje y de trabajo colaborativo, grupos de edición de materiales, secciones en periódicos y programas de televisión y radio, seminarios, cursos y formaciones múltiples... En fin, la lista podría ser inacabable. ¿Qué significa esto? Pues, básicamente, que la educación y el debate educativo están en el candelero, que tienen un público interesado por lo que ocurre en esos espacios cerrados por muros y vallas llamados escuelas.
Ese interés de la opinión pública se traduce en exigencia, claro. De hecho, puede que nunca se haya sido tan exigente con la escuela como en la actualidad. Uno tiene la sensación que sobre la escuela recaen toda una serie de responsabilidades excesivas, pero eso ya es otro tema. La cuestión es que, por un motivo o por otro, la escuela está obligada, cada vez más, a rendir cuentas ante la comunidad, mostrarse transparente, ofrecer buenos resultados académicos y, en definitiva, atender múltiples nuevas necesidades y requerimientos.
Es en este contexto de exigencia constante y creciente en el ámbito educativo donde la planificación estratégica se muestra como un recurso interesante dirigido a dotar de sentido y coherencia a la actividad y, sobretodo, a la evolución de los centros escolares. La planificación estratégica requiere, no obstante, de notables esfuerzos por parte de la comunidad educativa. Con mayores niveles de autonomía en la gestión, corresponsabilidad y compromiso de los centros y de la comunidad educativa, los resultados finales de programas enmarcados en planes estratégicos pueden ofrecer importantes avances y mejoras.
El plan estratégico no es otra cosa que un plan que sistematiza los objetivos a medio plazo de un centro educativo. Se trata de un documento que muestra las estrategias y caminos previstos para su cumplimiento y describe detalladamente los sistemas de evaluación correspondientes. Así pues, el plan estratégico representa una herramienta de gestión muy eficaz y útil para trabajar con perspectiva de futuro. En este sentido, es importante no dejarse llevar por la vorágine del día a día y reservar espacios y recursos para la reflexión sobre la evolución del centro. Para ello es vital, también, la recogida y procesamiento constante de información sobre la situación actual. Saber en qué punto estamos nos permite contextualizar el punto de partida a partir del cual fijar los objetivos y estrategias a medio plazo.
En la elaboración del plan estratégico resulta fundamental una reflexión previa y un grado de acuerdo y consenso considerable entre los miembros de la comunidad educativa sobre los planteamientos institucionales del centro. Acordar qué valores rigen la escuela, cuál es su principal razón de ser y hacia dónde quiere caminar es un paso importantísimo hacia la creación de un plan eficaz, prágmatico y ejecutable. Una vez definido quiénes somos y hacia dónde vamos debemos establecer qué queremos hacer y cómo hacerlo. Es el momento de dibujar nuestro mapa estratégico, donde se establecen los objetivos principales de nuestro plan y las estrategias y recursos que destinaremos para conseguirlos. El plan estratégico se desarrolla a medio plazo (4-5 años) por lo que deberá desgranarse en programas anuales que permitan su aplicación progresiva.
Parece obvia, también, la necesidad de establecer indicadores y mecanismos de evaluación del plan durante su implementación para, en caso que fuera necesario, proceder a su rectificación y revisión. Para mejorar y reconducir el plan necesitamos saber dónde estamos en cada momento y los resultados que están ofreciendo nuestras actuaciones. Será clave, pues, fijar indicadores en momentos clave de la aplicación del plan para poder afrontar la toma de decisiones con garantías de éxito.
Por último, hay que destacar la importancia de la participación y la complicidad de la comunidad educativa, especialmente del profesorado y de los profesionales que protagonizan su aplicación. Puede parecer una obviedad pero si los encargados de su ejecución no conocen ni comparten los principios y estrategias presentes en el plan su aplicación, no cabe duda, está abocada al fracaso. Así pues, hay que analizar el clima de centro con especial atención y buscar los mecanismos necesarios para crear un grupo de trabajo fuerte y comprometido con el diseño y la aplicación del plan.
Son muchas las escuelas que trabajan a partir de la planificación estratégica. No obstante, muchas otras se mueven en los terrenos resbaladizos de la inestabilidad, la improvisación y el sálvese quién pueda. Cabe señalar que el propio sistema no ofrece, en muchas ocasiones, las condiciones adecuadas para su generalización. Una formación insuficiente de los cuadros directivos y profesionales, la proliferación de plantillas menguantes e inestables y una excesiva burocratización administrativa son tres de los grandes enemigos de la planificación estratégica. La creación de un grupo promotor estable y cohesionado puede abrir brecha y permitir coger los primásticos para echar un vistazo al futuro. Porque, aunque a veces parezca lo contrario, hay vida más allá del marrón de turno.
PD: Para más información sobre planificación estratégica podéis consultar la "Guia per elaborar i aplicar un pla estratègic" elaborada por el Departament d'Educació de la generalitat de Catalunya.
Para leer más colaboraciones con INED21 haz clic aquí.
Es en este contexto de exigencia constante y creciente en el ámbito educativo donde la planificación estratégica se muestra como un recurso interesante dirigido a dotar de sentido y coherencia a la actividad y, sobretodo, a la evolución de los centros escolares. La planificación estratégica requiere, no obstante, de notables esfuerzos por parte de la comunidad educativa. Con mayores niveles de autonomía en la gestión, corresponsabilidad y compromiso de los centros y de la comunidad educativa, los resultados finales de programas enmarcados en planes estratégicos pueden ofrecer importantes avances y mejoras.
El plan estratégico no es otra cosa que un plan que sistematiza los objetivos a medio plazo de un centro educativo. Se trata de un documento que muestra las estrategias y caminos previstos para su cumplimiento y describe detalladamente los sistemas de evaluación correspondientes. Así pues, el plan estratégico representa una herramienta de gestión muy eficaz y útil para trabajar con perspectiva de futuro. En este sentido, es importante no dejarse llevar por la vorágine del día a día y reservar espacios y recursos para la reflexión sobre la evolución del centro. Para ello es vital, también, la recogida y procesamiento constante de información sobre la situación actual. Saber en qué punto estamos nos permite contextualizar el punto de partida a partir del cual fijar los objetivos y estrategias a medio plazo.
En la elaboración del plan estratégico resulta fundamental una reflexión previa y un grado de acuerdo y consenso considerable entre los miembros de la comunidad educativa sobre los planteamientos institucionales del centro. Acordar qué valores rigen la escuela, cuál es su principal razón de ser y hacia dónde quiere caminar es un paso importantísimo hacia la creación de un plan eficaz, prágmatico y ejecutable. Una vez definido quiénes somos y hacia dónde vamos debemos establecer qué queremos hacer y cómo hacerlo. Es el momento de dibujar nuestro mapa estratégico, donde se establecen los objetivos principales de nuestro plan y las estrategias y recursos que destinaremos para conseguirlos. El plan estratégico se desarrolla a medio plazo (4-5 años) por lo que deberá desgranarse en programas anuales que permitan su aplicación progresiva.
Parece obvia, también, la necesidad de establecer indicadores y mecanismos de evaluación del plan durante su implementación para, en caso que fuera necesario, proceder a su rectificación y revisión. Para mejorar y reconducir el plan necesitamos saber dónde estamos en cada momento y los resultados que están ofreciendo nuestras actuaciones. Será clave, pues, fijar indicadores en momentos clave de la aplicación del plan para poder afrontar la toma de decisiones con garantías de éxito.
Por último, hay que destacar la importancia de la participación y la complicidad de la comunidad educativa, especialmente del profesorado y de los profesionales que protagonizan su aplicación. Puede parecer una obviedad pero si los encargados de su ejecución no conocen ni comparten los principios y estrategias presentes en el plan su aplicación, no cabe duda, está abocada al fracaso. Así pues, hay que analizar el clima de centro con especial atención y buscar los mecanismos necesarios para crear un grupo de trabajo fuerte y comprometido con el diseño y la aplicación del plan.
Son muchas las escuelas que trabajan a partir de la planificación estratégica. No obstante, muchas otras se mueven en los terrenos resbaladizos de la inestabilidad, la improvisación y el sálvese quién pueda. Cabe señalar que el propio sistema no ofrece, en muchas ocasiones, las condiciones adecuadas para su generalización. Una formación insuficiente de los cuadros directivos y profesionales, la proliferación de plantillas menguantes e inestables y una excesiva burocratización administrativa son tres de los grandes enemigos de la planificación estratégica. La creación de un grupo promotor estable y cohesionado puede abrir brecha y permitir coger los primásticos para echar un vistazo al futuro. Porque, aunque a veces parezca lo contrario, hay vida más allá del marrón de turno.
PD: Para más información sobre planificación estratégica podéis consultar la "Guia per elaborar i aplicar un pla estratègic" elaborada por el Departament d'Educació de la generalitat de Catalunya.
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