A veces uno coincide con profesionales o lee blogs de otros compañeros y se asombra de la aplastante seguridad con la que unos y otros ejercen su profesión. Ni un atisbo de duda, al revés: confianza y seguridad absolutas en sus propuestas metodológicas. Hay casos en los que la profesionalidad y experiencia del docente en cuestión es garantía de buenos resultados. No hace falta decir que es un placer ver, compartir y poder aprender de sus propuestas. Aprendizaje total, de hecho.
No obstante, en otros casos, esa supuesta seguridad se debe más a la ceguera profesional que a otra cosa. Normalmente coincide con perfiles muy definidos instalados en la queja permanente o en el pasotismo perpetuo (véase Sobre rehenes, apóstoles, mercenarios y terroristas docentes). Se trata, en definitiva, de perfiles docentes que se escudan en las incapacidades del alumnado, del sistema, de la sociedad o incluso del universo para justificar su inmovilismo y su desgana. Conozco, conocemos todos, auténticos "muros" incapaces de replantearse su trabajo y su papel como docentes.
Y luego están los que, como un servidor, dudamos mucho. No sé si demasiado, incluso. Metodologías, agrupamientos, sistemas de evaluación, temarios, objetivos o indicadores, todo es cuestionado curso tras curso debido (seguro) a las propias incapacidades docentes, pero también para tratar de ajustar la práctica a las necesidades del grupo y de cada alumno. A veces pienso que no compensa tanto análisis y tanta revisión. Pero luego se me pasa y lo tengo claro: la duda mejora la práctica en el aula (o al menos yo me lo creo y todos contentos).
Leía el otro día en rEDUvolution, el genial libro de María Acaso, una propuesta muy interesante para revisar nuestras pedagogías invisibles. Es el llamado método DAT (detectar, analizar y transformar). Se centra, básicamente, en mantener la sospecha constante sobre nuestra práctica docente para detectar posibles incoherencias, las cuales mediante un posterior análisis y revisión puedan ser finalmente transformadas en mejoras significativas. Bueno, pues al final se trata de eso: poner en duda nuestro trabajo para mantener la atención y tratar de ubicarnos en la mejora constante. Quizá no sea tan malo dudar, pues, siempre que tras la incertidumbre vengan el análisis y la transformación. ¿Alguna duda?
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Creo que la duda es necesaria en educación y que todo docente la experimenta en un momento u otro, otra cosa es que le hagamos caso. Suelo ser más de dudas que de certezas y a veces es complicado pero creo que es el camino, tenerlo todo claro ...mala cosa :)
ResponderEliminarGracias, María José. Me pasa lo mismo, soy más de dudas que de certezas. Pero no creo que sea malo si se lleva con ganar de proponer cambios y mejoras al trabajo de cada uno. En fin, al menos se intenta... ¡Un abrazo y buen fin de trimestre!
EliminarSiempre que me quedan "dudas" sigo pensando, analizando, meditando hasta "sacarme esa duda", es un pensamiento matemático que siempre practico. Gracias por compartir este artículo, muy bueno. Fanny
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte por aquí y comentar, Fanny.
Eliminar¡Un saludo!
Estoy plenamente de acuerdo contigo en esta vuelta a Descartes y la duda como método. En el terreno de la Educación Emocional todo es nuevo y no hay nada dado por hecho. Hay unas cuantas convicciones, una seguridad de estar con las emociones en el centro de la persona, pero en cuanto a aplicaciones, dinámicas, resultados... todo es una gran duda.
ResponderEliminarEfectivamente me encuentro con la dificultad precisamente de convertir la duda en método e ir contrastando si las dinámica tal o cual que se afirma es super-requete-estupuenda funciona bien o mal en mi clase y con los alumnos concretos que tengo. Este trabajo es fundamental y ya puedo prever que cuando la Educación Emocional ya esté consolidada y haya dinámicas muy probadas, habrá que seguir haciéndolo, porque cada persona es diferente y lo que funciona un curso al siguiente deja de hacerlo.
Gracias por el comentario, Antonio. El tema de la educación emocional me parece muy importante también. Muchos estamos en pañales en este aspecto y trampeando como podemos en un contexto que demanda, cada vez más, una personalización del aprendizaje. En fin, faena tenemos. Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.
ResponderEliminarHay una frase que me ha impactado en esta reflexión y con la que estoy totalmente de acuerdo: "La duda en la práctica educativa del aula es una manera de avanzar en el proceso educativo".
ResponderEliminarEste criterio pedagógico es un acto de reflexión que permite modelar su tarea en función del grupo con el trabaja.
Si añadimos que este análisis se lleva a cabo a nivel de equipo tutorial, no tengo ninguna duda de que se está trabajando por uno de caminos que lleva a buen puerto.
Estoy muy de acuerdo, Mertxe. Si el trabajo se enfoca de manera colectiva los resultados seguro que son mejores. No siempre es fácil, claro. Gracias por pasarte por aquí. Un abrazo!
EliminarEn la docencia, como en la vida, podemos encontrarnos, resumiendo mucho, con dos tipos fundamentales de personas: las que creen hacerlo todo bien, nunca se cuestionan sus decisiones ni creen que deban de mejorar en nada, y las que dudamos de muchas cosas y nos cuestionamos con mucha frecuencia si es posible hacerlo mejor o al menos de otra forma. Si partimos del hecho de que, afortunadamente, el ser humano es imperfecto, la duda no puede ser más que positiva porque implica cuestionarse a uno mismo. Así que me alegro de coincidir contigo en dudar mucho. Soy consciente de todo lo que me queda por aprender y de que siempre es posible hacerlo mejor.
ResponderEliminarAsí lo veo yo, una oportunidad para reflexionar... Aunque a veces un poco de certeza no vendría nada mal! Un abrazo, Ana! Vuelve por aquí de vez en cuando! ;-)
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