miércoles, 8 de marzo de 2017

Dogmas e innovación educativa

Hace unas semanas coincidí con varios amigos en el marco de una formación sobre proyectos de aprendizaje en los centros de personas adultas. Repasando estrategias y herramientas de evaluación, se presentaron proyectos o tareas integradas de distintas características, a veces alejadas del prototipo más o menos rígido de lo que algunos plantean que debería ser un proyecto según el ABP. Recuerdo que en un momento de la sesión planteé mi total desinterés por los "etiquetajes metodológicos", señalando la pereza que me generan este tipo de discusiones y su, en mi opinión, escasa utilidad en términos de aprendizaje. Me alegró enormemente coincidir en mi apreciación con el resto de docentes allí presentes.

No obstante, no es extraño toparse en la red con artículos y publicaciones que marcan el camino a seguir  para aplicar tal o cual metodología o herramienta educativas. Quizá incluso en este blog puedas encontrar alguno que otro (me refiero a los medio serios, claro). Así pues, buceando por la red puedes encontrar los "7 pasos para aplicar el ABP", "Las 10 estrategias que no puedes obviar para gamificar tus clases" o "Las claves para preparar una flipped classroom". No siempre es el caso, por supuesto, pero en muchas ocasiones más que unos pasos, estrategias o claves, los consejos en cuestión se convierten en una especie de libro de fe que debemos seguir a rajatabla, una receta que haya que aplicar paso a paso si queremos que el pastel (educativo, en este caso) salga perfecto. Y es que hay mucho talibán suelto y en seguida que uno no aplica los mandamientos de turno al pie de la letra ya se oye la frasecita de marras: "pero eso no es un proyecto", "esto no es gamificación" o "la flipped es otra cosa". En fin...

En mi opinión, toda metología y/o herramienta educativa tiene sus aspectos positivos y sus limitaciones. No se me ocurre que ninguna metodología pueda funcionar con todo el mundo, en todo momento y en cualquier lugar y etapa educativa. Es por ello que me siento mucho más cómodo con planteamientos flexibles y abiertos, que combinan elementos y/o aspectos de distintas metodologías (sin renunciar a algunas tradicionales) y, sobre todo, diversas herramientas de evaluación. Ya hablamos por aquí en Mi método del miedo que generan, al menos a un servidor, esos profesionales de la educación con método preestablecido, esos docentes de planificación (innovadora o tradicional) rígida, que no tienen en cuenta ni el momento ni las personas con las cuales va a trabajar.

Partiendo de este posicionamiento, no caben en mi práctica docente dogmas de fe. No me inquieto demasiado al combinar herramientas y metodologías de distinto tipo. Es más, considero que un uso de recursos variados puede contribuir enormemente a generar posibilidades de aprendizaje ricas y diversas. Esto no quita que uno se equivoque (más de lo que quisiera), por supuesto, pero, eso sí, huyendo del talibanismo metodológico como de la peste. En mi opinión, se trata de no cerrarse en banda, abrir los ojos y los oídos, y de adaptar las estrategias y recursos al panorama que uno tiene delante. Sin dogmatismo ni rigidez. Así pues, dejemos los dogmas para las personas de fe y flexibilicemos nuestra práctica docente. ¡He dicho! ;)



4 comentarios :

  1. A veces, estimado colega, nos olvidamos de una de las máximas imprescindibles para sobrevivir ante la incertidumbre: No hay rectas.
    Para crear un plato comible, hoy, debemos entender que lo guisamos entre todas y con todo lo que tengamos a mano ( si hace falta, hasta salimos de la cocina)

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    1. Totalmente de acuerdo. Ni rectas ni recetas mágicas... Apostamos por la cocina fusión, ¿no? ;-) Gracias por pasarte por aquí y por sumar, siempre. Un abrazo!

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  2. Pues sí, de acuerdo en la mayoría de lo que expones. Cuándo empecé a trabajar en adultos me dijeron dos cosas distintas, unos que lo que sabía de aprendizaje con los chicos no me valía, otros que la enseñanza en adultos era igual que las clases con niños o chavales. Ahora creo que los dos se confundían y los dos acertaban, me sirvió lo que sabía y tuve que adaptarme al mundo adulto. Nada es blanco o negro, las cosas tienen el valor que les damos, en la enseñanza vale cómo lo hacemos, cómo lo vivimos, disfrutamos, compartimos y creemos en ello emocionándonos

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    1. Nada es blanco o negro. Creo que ahí está la clave. Me parece que a veces nos ponemos demasiado categóricos y rígidos, cuando quizá lo que necesitamos es adaptarnos mejor a las situaciones que se nos ponen delante. En fin, siempre aprendiendo. Un saludo, Blanca!

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