Se acerca la época de preinscripciones y en los centros de adultos ya empezamos a tomar posiciones para recibir a los futuros estudiantes del año que viene. Si bien es cierto que muchos centros de educación permanente, en especial los ubicados en grandes aglomeraciones urbanas, no tienen demasiados problemas con el volumen de matrículas, sí que existen muchas escuelas de adultos que están viendo mermadas sus listas de inscritos, con la consiguiente preocupación por el tema de ratios, plantillas y posibilidades de recortes varios.
Además, se trata de un tema especialmente preocupante en lo que se refiere a determinados colectivos. Cada territorio y cada realidad es un mundo, pero parece un hecho contrastado que, en general, existen necesidades formativas muy claras y definidas en la población adulta española. Me refiero, especialmente, a los cursos de alfabetización y de graduado en educación secundaria. Todavía existe un contingente importante de personas autóctonas pero, sobretodo, también llegadas de otros países, que requieren de un proceso de alfabetización. Es el llamado analfabetismo funcional, y hablamos de cerca de 700.000 personas en toda España. De estas, poco más de 10.000 están cursando algún estudio para dejar de serlo. Una cifra bastante reducida, la verdad. Por otro lado, el 19% de jóvenes entre 18 y 24 años abandonan prematuramente el sistema educativo habiendo completado como mucho el primer ciclo de secundaria. Es cierto que la tasa se va reduciendo paulatinamente (podríamos analizar cómo y por qué, aunque eso da para un par de posts, mínimo) pero todavía hablamos de un volumen de personas considerable.
Son dos perfiles clarísimos que, en muchas ocasiones, cuesta recuperar para el sistema. Hablaba hace semanas con compañeros de Palma de Mallorca y me comentaban que, estando ubicados en una zona de la ciudad con un importante colectivo de personas analfabetas, la demanda de formación en este sentido era prácticamente nula. Seguramente, podríamos enumerar muchos otros casos y perfiles diversos: idiomas, nuevas tecnologías, accesos a ciclos formativos y a la universidad... En fin, miles de plazas y cursos que quedan desiertos o infraocupados en contextos con necesidades formativas claras y evidentes.
Insisto en que cada centro (y cada ciudad) es un mundo. Existen realidades, contextos y limitaciones, cierto, muy diversas y, en este sentido, resulta imposible generalizar y ofrecer respuestas estandarizadas. No obstante, quizá sí que existen algunas líneas de trabajo que, cada escuela a su manera, podría abordar para conseguir acercarse a ese "alumnado perdido". Así pues, ¿qué podemos hacer desde los centros de adultos para atraer a los "perdidos"?
En primer lugar, podemos tratar de adaptar nuestra oferta a las necesidades del entorno. Es cierto que aquí, quizá, los centros municipales y/o privados pueden tener mayor margen de maniobra, pero creo que, en general, esta debe ser la principal aspiración de cualquier centro de formación de personas adultas que se precie: ofrecer la oferta formativa que necesita el barrio, el pueblo o la ciudad de turno. Y para ello necesitamos conocer nuestro contexto, hablar con las instituciones que lo forman y saber qué necesidades educativas existen para tratar, en la medida de lo posible, de darles respuesta.
Otra línea de trabajo puede ser "ir a buscar" al alumnado. Normalmente resulta mucho más efectivo moverse que esperar que los resultados lleguen por sí solos. En este sentido, de nuevo, el diálogo con el entorno resulta fundamental. Si tenemos un par o tres institutos de secundaria en nuestro distrito, quizá no sea mala idea reunirse con el equipo directivo para explicar nuestra oferta. Quizá, incluso, podamos realizar algunas sesiones informativas con aquellos grupos donde existan estudiantes potenciales. Igual ocurre en los casos de alfabetización: puede ser interesante hablar con los departamentos de inmigración y/o servicios sociales municipales para que nos ayuden a darnos a conocer. Podemos visitar también las asociaciones de vecinos, la biblioteca municipal, hogares de personas mayores... En definitiva, se trata de crear sinergias con aquellas instituciones y entidades donde habitan nuestros potenciales estudiantes para poder hacer llegar nuestra oferta.
En tercer lugar, como siempre, se trata de hacernos visibles. Considero que montar un plan de comunicación, adaptado a las necesidades y recursos de cada centro, es una tarea que debe abordarse sí o sí. Si contamos en el equipo con algún experto en la materia, perfecto. De lo contrario, con un poco de sentido común y planificación, también pueden lograrse resultados muy potentes. Visibilizar el centro pasa por trabajar la comunicación en la web, redes sociales varias y medios de comunicación, pero también en la señalización, actos abiertos a la ciudadanía, folletos, trípticos, etc. Hacernos (un pelín) pesados, vamos.
Por otro lado, podemos tratar de ofrecer algo más que un curso determinado. Se trata de que el alumnado sienta que no solo puede contar con el centro para sacarse la ESO o aprender a leer y a escribir, motivos de sobra válidos para dirigirse a un centro de adultos. No obstante, además de estas formaciones, deberíamos intentar ofrecer un clima agradable, un proyecto compartido y otro tipo de experiencias que complementen la propuesta cursada. Ello va a contribuir a reforzar la cohesión social del centro y a una percepción del mismo por parte de la comunidad educativa mucho más rica y atrayente.
Por último, y aquí pasamos al terreno de la administración, deberíamos iniciar un proceso que aporte prestigio a la educación para las personas adultas. Se trata de poner en valor la oferta desplegada por los centros de adultos, difundiendo su importancia y las enormes posibilidades que ofrecen. Igual que se realizan campañas de comunicación para otras etapas formativas, podría llevarse a cabo una política de visibilización de la educación permanente por parte de las instituciones educativas de turno. Además, algo más de autonomía y, ya puestos, mayores recursos (sobre todo personales) tampoco nos irían nada mal.
En fin, algunas ideas para acercarnos a ese alumnado que, quién sabe por qué, tenemos perdido. Seguro que en tu centro lleváis a cabo otras propuestas para conseguirlo. ¿Por qué no las compartes en comentarios? ;)
Son dos perfiles clarísimos que, en muchas ocasiones, cuesta recuperar para el sistema. Hablaba hace semanas con compañeros de Palma de Mallorca y me comentaban que, estando ubicados en una zona de la ciudad con un importante colectivo de personas analfabetas, la demanda de formación en este sentido era prácticamente nula. Seguramente, podríamos enumerar muchos otros casos y perfiles diversos: idiomas, nuevas tecnologías, accesos a ciclos formativos y a la universidad... En fin, miles de plazas y cursos que quedan desiertos o infraocupados en contextos con necesidades formativas claras y evidentes.
Insisto en que cada centro (y cada ciudad) es un mundo. Existen realidades, contextos y limitaciones, cierto, muy diversas y, en este sentido, resulta imposible generalizar y ofrecer respuestas estandarizadas. No obstante, quizá sí que existen algunas líneas de trabajo que, cada escuela a su manera, podría abordar para conseguir acercarse a ese "alumnado perdido". Así pues, ¿qué podemos hacer desde los centros de adultos para atraer a los "perdidos"?
En primer lugar, podemos tratar de adaptar nuestra oferta a las necesidades del entorno. Es cierto que aquí, quizá, los centros municipales y/o privados pueden tener mayor margen de maniobra, pero creo que, en general, esta debe ser la principal aspiración de cualquier centro de formación de personas adultas que se precie: ofrecer la oferta formativa que necesita el barrio, el pueblo o la ciudad de turno. Y para ello necesitamos conocer nuestro contexto, hablar con las instituciones que lo forman y saber qué necesidades educativas existen para tratar, en la medida de lo posible, de darles respuesta.
Otra línea de trabajo puede ser "ir a buscar" al alumnado. Normalmente resulta mucho más efectivo moverse que esperar que los resultados lleguen por sí solos. En este sentido, de nuevo, el diálogo con el entorno resulta fundamental. Si tenemos un par o tres institutos de secundaria en nuestro distrito, quizá no sea mala idea reunirse con el equipo directivo para explicar nuestra oferta. Quizá, incluso, podamos realizar algunas sesiones informativas con aquellos grupos donde existan estudiantes potenciales. Igual ocurre en los casos de alfabetización: puede ser interesante hablar con los departamentos de inmigración y/o servicios sociales municipales para que nos ayuden a darnos a conocer. Podemos visitar también las asociaciones de vecinos, la biblioteca municipal, hogares de personas mayores... En definitiva, se trata de crear sinergias con aquellas instituciones y entidades donde habitan nuestros potenciales estudiantes para poder hacer llegar nuestra oferta.
En tercer lugar, como siempre, se trata de hacernos visibles. Considero que montar un plan de comunicación, adaptado a las necesidades y recursos de cada centro, es una tarea que debe abordarse sí o sí. Si contamos en el equipo con algún experto en la materia, perfecto. De lo contrario, con un poco de sentido común y planificación, también pueden lograrse resultados muy potentes. Visibilizar el centro pasa por trabajar la comunicación en la web, redes sociales varias y medios de comunicación, pero también en la señalización, actos abiertos a la ciudadanía, folletos, trípticos, etc. Hacernos (un pelín) pesados, vamos.
Por otro lado, podemos tratar de ofrecer algo más que un curso determinado. Se trata de que el alumnado sienta que no solo puede contar con el centro para sacarse la ESO o aprender a leer y a escribir, motivos de sobra válidos para dirigirse a un centro de adultos. No obstante, además de estas formaciones, deberíamos intentar ofrecer un clima agradable, un proyecto compartido y otro tipo de experiencias que complementen la propuesta cursada. Ello va a contribuir a reforzar la cohesión social del centro y a una percepción del mismo por parte de la comunidad educativa mucho más rica y atrayente.
Por último, y aquí pasamos al terreno de la administración, deberíamos iniciar un proceso que aporte prestigio a la educación para las personas adultas. Se trata de poner en valor la oferta desplegada por los centros de adultos, difundiendo su importancia y las enormes posibilidades que ofrecen. Igual que se realizan campañas de comunicación para otras etapas formativas, podría llevarse a cabo una política de visibilización de la educación permanente por parte de las instituciones educativas de turno. Además, algo más de autonomía y, ya puestos, mayores recursos (sobre todo personales) tampoco nos irían nada mal.
En fin, algunas ideas para acercarnos a ese alumnado que, quién sabe por qué, tenemos perdido. Seguro que en tu centro lleváis a cabo otras propuestas para conseguirlo. ¿Por qué no las compartes en comentarios? ;)
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