Leo el artículo del compañero Josep Miquel Arroyo "La fragilitat de les escoles municipals de persones adultes" y me duele el título. Y eso que, qué duda cabe, estoy de acuerdo en gran parte con las ideas que allí plantea. Cómo no estarlo. Josep Miquel sabe perfectamente qué se cuece en los centros de adultos municipales. Lleva trabajando en uno de ellos cerca de quince años y a estas alturas de la película las ha visto ya de todos lo colores...
Claro que, por otra parte, no todos los centros de adultos municipales son iguales. Nada más lejos de la realidad. Existe una amplia variedad de situaciones y de casuísticas que hacen que sea arriesgado hablar de ellos como un todo homogéneo. Y es que existen municipios donde la inercia es la manera de trabajar habitual, otros donde cada equipo de gobierno revoluciona (o trata de hacerlo) el centro municipal y, finalmente, otros donde la planificación a medio-largo plazo brilla por su ausencia. Pero también existen escuelas y centros de formación de personas adultas plenamente consolidados donde se trabaja con una mirada estratégica y donde puede desarrollarse un trabajo muy potente a nivel educativo y social. Parece difícil, pues, tratar de generalizar en este sentido.
En cualquier caso, ¿son los centros de adultos municipales frágiles porque dependen de la voluntad de un equipo de gobierno determinado?, ¿lo son porque están sujetos a las dinámicas presupuestarias del ayuntamiento de turno? Bien, podríamos considerarlo así, claro. Pero desde esa óptica podríamos extender esa fragilidad al resto del sistema. Y es que durante los últimos años hemos vivido vaivenes legislativos varios y recortes extremos a lo largo y ancho del sistema educativo. Además, hablo con directores de centros de la red de la Generalitat y de fuera de Cataluña y no me describen precisamente un horizonte de recursos y de estabilidad demasiado distinto al que tenemos desde los centros municipales. ¿Puede ello llevarnos a hablar de un sistema frágil? Podría, sin duda. Pero prefiero acercarme a la cuestión desde un enfoque algo más positivo.
Y es que, ya lo hemos dicho en ¿Quién decide los programas formativos de los centros de adultos?, los centros municipales tienen una enorme fortaleza: la capacidad de decidir sus propuestas formativas. Se trata, en mi opinión, de un aspecto clave para dar respuesta a las necesidades inmediatas del entorno. Además de poder acceder e implementar las "enseñanzas oficiales", los centros municipales pueden programar opciones formativas y servicios alternativos adaptados a los requerimientos de la población local. Pero, además de esto, el trabajo en red con otros organismos municipales tales como servicios sociales, de inmigración, formación ocupacional e incluso con otras entidades educativas municipales puede ser mucho más fluido y dinámico al formar parte del mismo entramado consistorial. Por último, los Ayuntamientos que cuentan con centros de adultos municipales cubren de este modo las necesidades formativas de un grueso importante de su población, la población adulta, normalmente al margen de los programas formativos implementados desde la red estatal. Y todo ello sin entrar en la oferta cultural, social y artística que puede irradiarse desde los centros municipales y que, en muchas ocasiones, queda al margen en la red de centros "oficial".
En definitiva, sin negar las problemas evidentes que existen no solo en la red municipal sino también en toda la etapa, creo que cabe destacar las posibilidades y las fortalezas que ofrecen los centros municipales. Eso sí, siempre que cuenten con unas condiones óptimas de trabajo. Y eso, me temo, no depende tanto de la titularidad del centro como de otros factores más relacionados con la eficiencia y la eficacia en la gestión de los recursos públicos. ¿Debilidades? Alguna que otra, claro. ¿Fortalezas? Desde mi punto de vista, ¡muchísimas más! ;)
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