lunes, 20 de noviembre de 2017

Estudiantes en tránsito: estrategias de acogida en los centros de adultos

NOTA: Artículo original publicado en catalán en El Diari de l'educació. Puedes leerlo aquí.

Si hay alguna etapa educativa que se caracteriza por la movilidad de su alumnado esta es la educación de personas adultas. Es cierto que el perfil de los estudiantes que se dirigen a los centros de educación permanente es muy variado y heterogéneo. Encontramos desde personas que acaban de llegar al país hasta jóvenes expulsados ​​por el sistema educativo (muchas veces, literalmente) antes de conseguir graduarse, pasando por profesionales de diferentes ámbitos que quieren aprender nuevas lenguas, formarse en nuevas tecnologías o acceder a unos estudios que les permitan hacer un giro vital y profesional. Sin embargo, en general, todos estos estudiantes presentan una característica común: son personas que tienen que compaginar su formación con las obligaciones que conlleva la "vida adulta". Es decir, aparte del día a día académico, el alumnado de los centros de adultos debe tener cuidado de hijos, hijas u otros familiares, cumplir con sus obligaciones laborales o, en el peor de los casos, afrontar las preocupaciones derivadas de no tener trabajo, además de otras cuestiones y casuísticas variadas.

Por otra parte, la educación de personas adultas es, generalmente, una gran desconocida para el conjunto de la comunidad educativa. No sólo para las personas que se acercan a informarse sobre las posibilidades que les ofrece la educación permanente, sino también para el resto de profesionales de la educación de otras etapas. Especialmente preocupante resulta esto último en relación con los institutos de educación secundaria, los cuales están representando en los últimos años un potencial foco emisor de alumnado adulto cada vez mayor. Es por ello que se considera imprescindible establecer vínculos y una relación fluida entre los centros de formación de personas adultas y otros centros escolares como los institutos de educación secundaria obligatoria y postobligatoria, aunque no sólo con instituciones estrictamente educativas y académicas.

En cualquier caso, podemos decir que en la educación de personas adultas hablamos de estudiantes "en tránsito": estudiantes que en muchos casos, desgraciadamente, vienen y van; estudiantes que no saben dónde vienen y que, a veces, no saben dónde van; estudiantes que vienen del trabajo o que vuelven directamente de la escuela al tajo; estudiantes que llegan de un instituto de secundaria al que (tal vez) volverán una vez finalizados sus estudios; estudiantes que llegan derivados desde servicios sociales, del servicio municipal de empleo o de otras instituciones sociales. En definitiva, infinidad de situaciones y de casuísticas. Como acoger este alumnado "en tránsito"? Cómo conseguir la integración efectiva de este alumnado en los planes de estudio de los centros de adultos?

Sabiendo que cada centro, cada contexto y cada estudiante son diferentes, quizá podrían establecerse algunas estrategias para dar respuesta a las preguntas planteadas. En primer lugar, parece una buena idea reforzar la comunicación con los estudiantes, pero también con el entorno comunitario donde se inscribe la acción de los centros de adultos. Obviamente, una entrevista inicial en profundidad resulta condición imprescindible para conocer la realidad de cada alumno, sus hábitos, trayectoria, obligaciones, etc. Partiendo de esta información puede trazarse un itinerario personalizado (en la medida de lo posible, por supuesto) que se adapte a sus necesidades. Pero, además, puede ser interesante contactar con aquellas instituciones desde donde se derivan estudiantes de manera habitual para presentar el centro, los servicios ofrecidos y también para conseguir información relevante y de interés para el aprovechamiento de nuestro alumnado. Así pues, institutos de educación secundaria, departamentos municipales de servicios sociales o inmigración, instituciones con programas de calificación profesional y de otras entidades del entorno pueden ser interlocutores muy interesantes con quien promover un trabajo en red que beneficie directamente nuestro alumnado .

Por otro lado, si decimos que la vida del alumnado adulto es compleja, desde los centros educativos de adultos tenemos que intentar adaptarnos en la medida de lo posible a este hecho. Horarios imposibles, obligaciones familiares o problemas puntuales pueden ser obstáculos insalvables para muchos alumnos. Se trata, pues, en la medida de lo posible, de buscar alternativas para que los estudiantes puedan superar las diferentes problemáticas que aparezcan durante su estancia en el centro. Adaptar horarios a las necesidades del grupo, ofrecer tutorías individualizadas fuera del horario lectivo, facilitar el contacto permanente vía correo electrónico o de otras plataformas virtuales, compaginar modalidades de enseñanza presencial con e-learning y otros formatos semipresenciales o promover espacios de autoformación en el centro pueden ser algunas de las estrategias que pueden desarrollarse desde las escuelas de adultos para tratar de acompañar aquellos estudiantes que tienen problemas para asistir a los centros de manera regular.

Otro aspecto clave para facilitar la integración efectiva y el aprovechamiento académico del alumnado en los centros de adultos es el trabajo conjunto de los equipos docentes. Tener información constante sobre su evolución y sus necesidades permitirá atender a tiempo aquellos casos de alumnos que puedan acabar convirtiéndose absentistas o que muestren cualquier otra problemática. Por eso hay que dotarse de una organización flexible y funcional que favorezca estos encuentros y que permita que la información transite adecuadamente entre todos los miembros del equipo y la tutoría del grupo. Huelga decir que la implicación del profesorado es imprescindible en este sentido. Por ello se debe asegurar que la organización no sature los equipos y sea funcional y, sobre todo, práctica.

Y, por último, relacionado con este último punto, puede hablarse de otra estrategia importante ligada, en este caso, a la tutoría. En los centros de formación de personas adultas es necesario, también, establecer programas de acción tutorial que permitan un acompañamiento personalizado del alumnado. De hecho, este seguimiento se hace imprescindible en muchos casos para vencer obstáculos que van más allá de las dificultades derivadas de compaginar vida académica y "vida adulta" y que se centran en cuestiones más académicas, de hábitos de estudio, estrategias de trabajo u organizativas. Ahora bien, no puede hacerse de la tutoría una tarea individual. Hay que apoyarse en los equipos docentes y desarrollar todo un trabajo conjunto que debe permitir atender y facilitar una integración y un aprovechamiento académico reales y efectivos por parte del alumnado.

En definitiva, se proponen el diálogo constante con los alumnos, el trabajo en red con las instituciones del entorno, la flexibilidad en la organización, el trabajo conjunto de los equipos docentes y la implementación de planes de acción tutorial bien coordinados y adaptados a las necesidades de los grupos y del alumnado como algunas de las estrategias para promover una buena acogida e integración del alumnado por parte de los centros de educación permanente. Sin ser ninguna solución definitiva, seguro que pueden convertirse en buenas herramientas que ayudarán a los alumnos a retomar o continuar su itinerario académico en una etapa educativa, la educación permanente, que ofrece enormes posibilidades de presente, pero también de futuro.

2 comentarios :

  1. Me gusta mucho la idea de "organización que no sature", estimado colega.
    Supongo que:
    1- Pedir empoderar a los distintos actores del centro educativo con dinámicas participativas.
    2- Desde un trabajo transversal de detección de necesidades para que los diagnósticos ayuden a crear espacios de aprendizaje que traspasen el centro.
    3- Creando un trabajo en red, con interdependencia, junto a los otros agentes del territorio.
    4- Para Facilitar, una atención y formación estratégica y efectiva...
    Seria, por mi parte, pedir peras al olmo. Seria demasiado, dada la poca visibilidad y apuesta que , en general se le da a la EPA, hoy.
    Pues entonces...Para nuestros alumnos en tránsito...
    "Me pido", al menos, que se nos permita, de manera visible- sobre calendario y desde los horarios pactados en la planificación de programas anuales- que los equipos docentes disfruten del tiempo suficiente para:
    1- Coordinarse entre ellos y poder intercambiar conocimientos de los alumnos compartidos.
    2- Formarse y visitar centros de referencia.
    3- Preparar materiales didácticos y de gestión ajustados a las realidades del aula según cada grupo y sus particularidades.
    4- Diseñar actividades complementarias para la metacognición que encamine al alumnado a aprender a aprender y a valorar el aprender de manera autónoma, crítica, comprometida y cooperativa.
    5- Atender al alumnado individualmente y en grupo.
    6- Reunirse y/o contactar con otros agentes educativos de influencia en el alumnado para así acompañar más y mejor.
    7- Valorar y evaluar la utilidad y objetivos de los programas, de la propia práctica docente, de la organización del claustro.
    8- Reflexionar sobre las valoraciones y evaluaciones del punto 5 que permitan la práctica reflexiva real y una contextualización de las intervenciones educativas adecuadas a las necesidades personales y comunitarias.

    Con esto del tiempo- de momento- me basta. Luego, el resto...vendría solo��

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    1. En definitiva, trabajo en red, tanto dentro de los centros como fuera de ellos, para poder sacar todo el provecho a los equipos docentes y a la estancia del alumnado en los centros. Para ello cabe que las administraciones lo tengan claro y apoyen modelos de gestión eficaces y flexibles. ¡Seguimos!

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