Me (pre)ocupa mucho la cuestión del feedback educativo, es decir, aquella información que hacemos llegar al alumnado para favorecer su mejora y, por tanto, el aprendizaje. Me (pre)ocupa siempre, pero todavía más en este nuevo contexto de emergencia educativa en el que estamos inmersos. Además, hace poco he leído un fantástico capítulo dedicado al feedback en "¿Cómo aprendemos?" de Héctor Ruiz Martín y, tomando ideas de aquí y de allá, me propongo apuntar algunas ideas clave sobre la retroalimentación para tenerlas bien presentes en mi práctica docente (estos días telemática pero también, cuando llegue, de manera presencial). Cualquier desviación de las ideas propuestas por el autor corre de mi cuenta, faltaría más. Aquí van:
- Se trata de una obviedad pero, mejor retroalimentar dentro de una relación sana. Si mi alumnado no me soporta y no aprecia en mí un agente positivo de cambio (o al menos neutro) dar un feedback rico seguramente va a ser una tarea difícil, por no decir imposible. Es importante, por tanto, construir relaciones sanas y cordiales con el alumnado. No solo por el feedback, obvio. Siempre va a haber excepciones o simplemente chavales (y docentes, por supuesto) que no están en el momento adecuado. No pasa nada, pero debemos hacer el esfuerzo de acercarnos a ellos desde la positividad.
- El feedback ha de ser una cosa viva. Si solo doy feedback al final del proceso su impacto va a ser mucho menor que si lo incoporo de manera coherente a lo largo del camino. De hecho, la retroalimentación debería permitir al alumnado saber en qué parte del camino se encuentra en relación con los objetivos de aprendizaje. Resulta obvio que si solo lo proporcionamos al final del proceso el margen de mejora y de aprendizaje que ofrecemos es mucho menor.
- Relacionado con esto último, la idea sería potenciar el conocimiento del alumnado de cuáles son los objetivos de aprendizaje de cada propuesta. Ello proporciona un "mapa" de trabajo que va a convertir nuestras indicaciones en material de mucho más valor. De lo contrario se nos viene encima de manera irremediable el "profe, ¿esto para qué sirve?"
- No me importa tanto la herramienta como el contenido del feedback. Escrito, grabado, en vídeo, en vivo y en directo, combinando recursos... Me da lo mismo. La idea es que llegue al alumnado y, eso sí, que sea rico y completo (ver punto 9). Sin rechazar ninguna aplicación ni recurso, creo que lo importante es el contenido, no la forma.
- Adaptar el feedback al tipo de alumnado. No deberá ser idéntica una retroalimentación para un alumnado novel que para otro experto, incluso dentro del mismo grupo clase. Para ello, quizá mejor ofrecer feedback en positivo para los primeros y "negativo" en los segundos. Negativo en el sentido de señalar los puntos débiles de su desempeño y aportando indicaciones para superarlos, por supuesto. Aunque bueno, en este sentido existen muchas otras variables a tener en cuenta (situación personal, materia específica, contexto concreto, etc.)
- Conviene dirigir el feedback hacia el proceso de trabajo, no hacia las habilidades del estudiante o incluso al resultado de la tarea. Existen estudios que demuestran que el feedback que apela al esfuerzo favorece la creación de mentalidades de crecimiento en los alumnos y, por tanto, una cultura de aprendizaje más positiva.
- El feedback debe ser sostenible. Para el alumnado, por supuesto, pero también para el profesorado. Lo que no podemos hacer es sepultarnos/los en constantes retroalimentaciones que nos saturen a ambos, docentes y alumnos. Escoger los tiempos y momentos adecuados debería ser uno de los grandes retos de la planificación del feedback que aportemos.
- La retroalimenación debe ser coherente en el tiempo. Es decir, ni demasiado frecuente ni demasiado escasa. Existen estudios que señalan que a medida que el estudiante se vuelve más competente el feedback debe reducirse para evitar su dependencia. En fin, sentido común y... feedback ongoing.
- El feedback debe ser rico y superar ampliamente el terreno de la calificación numérica. Comentarios, sugerencias de mejora, críticas constructivas, preguntas para la reflexión, etc. pueden ser elementos que enriquezcan nuestras retroalimentaciones. Para ello (volver al número 5) deberemos tener en cuenta el perfil del alumando. Seguramente a un alumnado experto podemos proporcionarle un feedback más reflexivo y "evocador" que un pefil más novel, donde quizá puede ser más interesante aplicar una retroalimentación más instructiva y/o directa. Eso sí, en cualquier caso debemos evitar comentarios demasiado genéricos que no aporten información concreta para la mejora, así como simplemente centrarnos en la nota final del trabajo.
- Debemos intentar convertir la retroalimentación en un elemento motivador para el alumnado. Si el alumnado tiene miedo a recibir el feedback, mal. Si no lo considera necesario, casi peor. En cambio, si lo percibe como un espacio de aprendizaje y le genera motivación, sin duda, la victoria está más cerca.
- Y, por último, recoger SU feedback. Su opinión sobre los procesos de trabajo, sobre el feedback recibido y, en definitiva, sobre el resto de elementos que intervienen en la acción educativa. Al final, si ellos son el centro de todo, deberemos estar bien atentos a su valoración para mejorar nuestras propuestas de retroalimentación.
Pues eso, seguro que hay más ideas interesantes sobre la retroalimentación. ¿Te animas y las compartes en comentarios?
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