En breve comienza el nuevo curso escolar en los centros de adultos. Igual que en el resto de etapas educativas, la nueva temporada se presenta llena de ilusiones y proyectos, a la par que de incertezas y dudas. Creo que puede ser interesante iniciar el curso marcando algunos retos y desafíos como centro que permitan que nuestro alumnado, me atrevo a decir que el más heterogéneo de cualquier etapa educativa, pueda progresar y conseguir sus objetivos de manera satisfactoria.
Flexibilidad. Los centros de adultos albergan perfiles muy diversos y diferenciados. En la gran mayoría de casos (excluyendo quizá los perfiles más jóvenes) la actividad de nuestro alumnado en el centro es un ejercicio de malabarismo en sus agendas diarias. Muchos de ellos deben sacar tiempo de donde no lo hay para poder reemprender su formación. El trabajo (o en su ausencia, la búsqueda de empleo) y la atención a las familias son las principales actividades a las cuales nuestros alumnos arañan el tiempo posible para progresar en sus estudios. Así pues, desde los centros de adultos debemos estar atentos a estas necesidades y tratar de flexibilizar nuestros planes de estudios para permitir este progreso y aprovechamiento.
Formación. En muchos casos los profesionales que desarrollamos nuestra actividad en los centros de adultos no hemos recibido una formación específica para trabajar con alumnado adulto. Es importante permanecer en constante reciclaje y establecer planes de formación específicos para mejorar nuestra atención a los usuarios de los centros de adultos.
Fracaso escolar. Las cifras de fracaso escolar se mantienen altísimas y gran parte del alumnado derivado del abandono escolar vuelve a las aulas mediante los centros de adultos. Debemos estar muy atentos a las necesidades de estos perfiles y procurar no repetir los mismos errores cometidos en etapas anteriores. Cabe establecer una atención muy individualizada y flexible y generar dinámicas muy participativas alejadas de los roles tradicionales en el aula y en el centro. Dotar al alumnado de un rol activo en los procesos de enseñanza-aprendizaje puede ser una estrategia interesante para empoderarlo y convertirlo en protagonista de su trabajo en las aulas.
Educación y atención emocional. La multiplicidad de situaciones personales del alumnado genera multiplicidad de estados emocionales que hay que gestionar de manera adecuada. Una de los grandes luchas en la formación de adultos es la batalla contra el absentismo y el abandono. Una buena atención emocional, mostrando comprensión y entendimiento por parte del profesorado y del centro ante las distintas situaciones que pudieran producirse, puede ser fundamental para promover la confianza necesaria por parte del alumnado en su trabajo y en la importancia de finalizar su formación.
Visibilidad. Muchas veces, desde los centros de adultos tenemos la sensación de ser invisibles ante la administración y ante otros agentes de la comunidad educativa y la sociedad, en general. Así pues, uno de nuestros principales retos debe ser dar visibilidad al trabajo desarrollado en nuestros centros. Para ello debemos hacer un esfuerzo en comunicar nuestro trabajo, nuestros resultados, nuestras problemáticas... En definitiva, darle a los centros de adultos la importancia que por su trabajo académico y social merecen sin lugar a dudas.
En fin, aferrémosnos al timón y, sin más... ¡Empezamos!
Para más artículos sobre formación de adultos:
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