lunes, 26 de junio de 2017

¿Qué narices aprenden?

La pregunta viene a cuento del último proyecto trabajado este año en el área de ciencias sociales. Durante este trimestre hemos llevado a cabo el proyecto Un paseo por la historia del Penedès Marítim en las asignaturas de historia del curso de graduado en educación secundaria para personas adultas. Se trata de un proyecto basado en la creación de una ruta por la historia universal a partir de distintos elementos del patrimonio del Penedès Marítim (básicamente, parte de la fachada litoral del Penedès: Cubelles, Cunit y Calafell).

Hemos trabajado de lo lindo, la verdad. En poco más de 20 horas cada estudiante ha elaborado un trabajo de análisis del elemento patrimonial asignado, una galería fotográfica del mismo, ha grabado y subido a Soundcloud su audioguía y ha creado la página de su punto de interés en Geo Aumentaty, la aplicación de realidad aumentada que hemos empleado para la elaboración de la ruta. Además, todas las audioguías han sido compiladas en un tríptico que hemos puesto a disposición de las oficinas de turismo de algunos de los municipios implicados. Para finalizar, todo este material ha sido depositado en el portafolios digital de cada alumno. Todo ello combinado con clases más tradicionales de presentación de contenidos y sus correspondientes concursos de repaso y evaluación. En fin, lo dicho, trabajazo al canto.

Ahora bien, llega el último día de clase y decidimos montar una ruta turística por algunos de los distintos elementos estudiados con la idea de que cada estudiante ejerciera de guía de su espacio. Y qué ocurre, que los resultados son muy, muy dispares. Tras excelentes, buenas y correctas exposiciones, existió un grupo de alumnos, no mayoritario pero sí significativo, que después de un intenso trabajo de varias semanas apenas recordaba nada del elemento de patrimonio trabajado. Así pues, incapaces de hacer una breve exposición, se limitaron a leer el material preparado para la audioguía.

Y no se trata de dificultades para hablar en público, ni del calor de junio (que lo hacía, y mucho), ni de cualquier otra cuestión. Se trata de que, después de un buen trabajo (salvo alguna excepción puntual, el rendimiento de todos ha sido realmente bueno), aquello que un servidor pretendía que quedara en sus mentes ha desaparecido, se ha volatilizado o quizá, de hecho, nunca ha llegado a estar ahí. Después de todo el esfuerzo de planificación, de definición de objetivos, de conceptualización de la propuesta, resulta que el aprendizaje, de existir, se ha ido por otro lado. 

Pero que nadie se confunda, no me caigo del guindo ahora, es una sensación ya conocida. Sé de sobras que una cosa es lo que supuestamente enseñamos y otra cosa es lo que ellos aprenden. Lo sé. Y sé también, que el aprendizaje no se trata de memorizar cuatro datos sobre un castillo o una casa de indianos. Además, que nadie se confunda, estoy muy satisfecho del trabajo y de los resultados generales del proyecto. Ahora bien, tampoco me parece demasiado ambicioso que, en condiciones normales, alguien pueda hacer una explicación de un par de minutos sobre un espacio en el que lleva trabajando semanas. Así pues, aún siendo una sensación ya conocida, es cierto que el otro día volví a tenerla muy presente después de la ruta. Me recuerdo despidiendo el curso almorzando con mis compañeras con la siguiente pregunta retumbando en mi cabeza: "Y después de todo, ¿qué cojones narices aprenden?"



5 comentarios :

  1. Lo cierto es que es una buena pregunta y, como ex-alumno, me siento en la obligación de responder. Tras debatirlo conmigo mismo creo, muy honestamente, que los alumnos aprendemos SOLO aquello que nos interesa aprender. Independientemente del esfuerzo que invirtáis los profesores, la motivación o la predisposición a echar una mano. A la hora de la verdad, y más de cara a final de curso, nuestro interés y ganas de trabajar son lo que determina el éxito o fracaso de un proyecto. Ya no se ve tanto en el resultado final sino en la elaboración del trabajo. También es cierto que el profesor o profesora en cuestión siempre juega un papel importante (en mi caso, de hecho, siempre ha sido un aliciente casi fundamental) pero ya no es tanto la predisposición del profesorado por enseñar como la predisposición del alumnado por exprimir todo lo posible. A fin de cuentas, hoy en día, existen innumerables recursos para aprender. Yo, por mi parte, confieso que soy un alumno que se deja contagiar por el entusiasmo de sus profesores; y me atrevería a decir que mis notas son la prueba de ello.

    De modo que, ¿qué hemos aprendido? Lo que nos ha dado la gana, así sin más^^.

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    1. Sin duda, Jonathan, la predisposición es clave. Por supuesto. No obstante, estoy convencido de que, independientemente de las metas u objetivos marcados por un servidor y del interés por la temática objeto de estudio por parte del alumnado, el desarrollo del trabajo lleva implícito aprendizajes diversos, quizá menos evidentes, pero aprendizajes valiosos de igual modo. Aunque lo mismo sea el chocolate del loro. En fin... En cualquier caso, muchas gracias por pasarte por aquí. ¡Todo un lujo contar con tus comentarios!¡Un abrazo y seguimos en contacto!

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    2. Y estoy de acuerdo con lo que dices. De los trabajos y proyectos se aprende, mucho; incluso cosas que van más allá del temario impartido. Pero una vez superada la prueba, presentación o examen, con el tiempo, el cerebro del alumno retiene solo aquello que realmente le interesa retener. Por ejemplo, estoy completamente convencido de que si me hicieses preguntas sobre el trabajo de "Los Derechos Humanos" o cualquiera de los realizados para el módulo de historia, sabría responderlas. Por el contrario, si me preguntas cualquier cosa sobre los trabajos o exámenes de GEO, muy probablemente dudaría y es posible que alguna no supiera responderla (y no porque no aprendiese, porque aprendí y mucho, pero son temas en los que no he vuelto a pensar desde entonces). Esto no quiere decir que no aprendiese realizando la guía de Cataluña, simplemente que mi interés personal en retener la información no es el mismo de un trabajo a otro. Es lo mismo que leer un libro, o ver una película, y comentarlo con alguien años después: tu cerebro habrá retenido aquellas partes que (ya sea positiva o negativamente) más te llamaron la atención. Y ¡ojo! Sé que puede dar la sensación de que estoy en contra de los trabajos, y no es el caso. Precisamente por lo que comento opino que los proyectos son buenos porque ayudan a aumentar el interés y, como ya he dicho, a aprender cosillas extra que no entrarían en un examen.

      Es más, te voy a poner otro ejemplo: en tercero de la ESO tuve una profesora de historia (también muy buena, por cierto) con cuyo entusiasmo y dinámica de clase logró que prácticamente todos nos interesásemos por la asignatura. Como consecuencia, a final de curso, solo suspendieron dos personas (aquellos que no habían realizado todos los exámenes). Sin embargo, a día de hoy no sabría decirte qué aprendí. Y esto se debe a que mi interés por la historia no surgió hasta años después. Vamos, hasta que tuve un interés personal en estudiarla.

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    3. Está claro que la predisposición y el interés generan un campo abonado para el aprendizaje. Es la situación ideal, claro. Cuánto conocimiento considerado (consciente o inconscienteme) "inútil" dejamos atrás con el paso del tiempo... No obstante, mantengo que aprendemos en cualquier situación o contexto, aunque la calidad (o la "visibilidad") de ese aprendizaje sea menor. Escribía sobre ello por aquí en "El deseo de aprender" (marzo; http://fadultos.blogspot.com.es/2017/04/el-deseo-de-aprender-y-ii.html) y sigo pensándolo. Aunque, claro, como dices, seguramente el interés por una temática o tema de estudio genera aprendizajes de otra escala. En fin, ¡aprendo luego existo! ¡Un abrazo! PD: Por cierto, perdón por la autocita (mira que está feo);)

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    4. ¡No te disculpes, hombre! Tienes muchas entradas y no las he leído todas, y este es un tema que me interesa así que me ahorras la búsqueda^^

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