De tanto en cuanto aflora la cuestión de "la cultura del esfuerzo" en los mentideros educativos, tanto tuiteros como analógicos. El típico "es que ya ni se esfuerzan" refiriéndose a alumnado que ha dejado de lado cualquier compromiso con el aprendizaje y con sus, no lo olvidemos, OBLIGACIONES escolares se lee en Twitter con cierta frecuencia, pero también se escucha a menudo en salas de profesorado y juntas de evaluación. Es una crítica de trazo grueso que quizá no resistiera un análisis serio y pormenorizado. ¿No se esfuerza en absoluto el alumnado de hoy en día?, ¿lo hacíamos todos en nuestros años mozos? Ejem, ejem.
Ante esto saltan "los otros" criticando esas supuestas alabanzas al esfuerzo. Que si "por favor, volvemos a la letra con sangre entra", que si de qué vale esforzarse para "aprendrer y simplemente luego vomitar en el examen" (sí, la viñeta del niño potando conocimientos se ha vuelto a ver estos días por las redes)... Y el debate se nos queda ahí, en la superfície. ¿Esfuerzo?, ¿por qué?, ¿para qué?
Es un tema sobre el que se ha escrito mucho y reconozco que me falta lecturas al respecto. Quizá por eso mismo yo lo encaro desde una óptica muy básica. Cualquier logro, en general, requiere de cierto esfuerzo, entendiendo aquí el concepto a partir de la segunda acepción del vocablo que recoge la RAE (últimamente pienso mucho en la RAE):
Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades.
¿Dónde esta el problema? Cualquier proceso de aprendizaje y de mejora requiere, normalmente, de la superación de ciertos obstáculos y dificultades. Y todos los sapiens que no somos especialmente brillantes necesitamos hacer esfuerzos varios para cumplir nuestros objetivos. Y no solo en el ámbito académico. Ese esfuerzo entendido como compromiso, hábitos, trabajo, implicación y perseverancia es el que identifico que debe tener cualquier persona que afronte un proceso de aprendizaje o mejora determinado. Insisto, no me cabe en la cabeza qué crítica se le pueda hacer a eso.
Luego hay otros factores, por supuesto. No todo el mundo no se esfuerza porque no le da la gana, está claro. Si volvemos estrictamente al ámbito escolar, hay chicos y chicas que, por determinados motivos, no están para reflexionar sobre el esfuerzo y los hábitos de aprendizaje. Hablarle a un chaval de esfuerzo cuando tiene a su padre en prisión o a su madre enganchada a la cocaína, cuando depende de las ayudas de servicios sociales para alimentarse o cuando no tiene ni agua ni luz en casa puede parecer ridículo o poco empático. No obstante, también existe otra lectura y es la que sigue: "Chaval, sin esfuerzo no sales de esta ni de coña". Ahí es donde, a mi parecer, el sistema educativo debe adaptarse para responder, en la medida de lo posible, a esas necesidades específicas y trabajar desde otro ángulo la cuestión de la cultura del esfuerzo. Recursos, inversión, blablabla...
Pero a lo que iba, que tendemos a oponer la cultura del esfuerzo con la cultura del placer. Parece que a aquellos que defendemos la cultura del esfuerzo no nos guste disfrutar de los placeres de la vida. Que sí, que sí, que a mí me gustaría sacarme el puto C1 de inglés de una maldita vez escuchando un podcast de 10 minutos al día, pero va a ser que no. O me pongo a currar, o va a resultar imposible. Igual con mis marcas corriendo, con esa unidad didáctica situación de aprendizaje que quiero rehacer, con el proyecto de libro que tengo entre manos..
Compromiso. Hábitos. Trabajo. Implicación. Perseverancia. ¿Qué hay de malo en transmitir estas ideas?
Y claro, con sentido. No hablaré aquí de Sísifo y tal. Por supuesto que el trabajo, el esfuerzo, debe tener sentido. Darle una vuelta al trabajo que hacemos en las aulas debería ser inherente a nuestra profesión. Me preocupo en diseñar situaciones de aprendizaje que sirvan para que mi alumnado aprenda. Unas les resultarán más atractivas que otras, estoy seguro. Pero me preocupo cero de la cuestión del esfuerzo porque, para mí, es inherente al trabajo que les planteo. Vas a tener que leer, comprender, visualizar, sintetizar, esquematizar, reproducir, crear, exponer... Y eso requiere esfuerzo, al menos como lo entiendo yo. Y diría que no soy ninguna excepción en el ámbito educativo.
Por último, dos cosas. La primera, me encanta la tercera acepción de la RAE para la palabra esfuerzo: "Ánimo, vigor, brío, valor". Podríamos ponerla más en valor y relacionarla más con la expresión "la cultura del esfuerzo". ¡La cultura del brío y del valor! 😍 Y la segunda, me quedo con la frase del mito: El esfuerzo no se negocia. Porque, como mínimo, la sensación de haber hecho lo posible nos hará crecer en el ámbito que corresponda. Anda, ¡esfuérzate un poco y comenta tu punto de vista en comentarios! 😏