sábado, 28 de octubre de 2017

La innovación educativa y tú

A ti, que tienes clarísimo que esto de la innovación educativa se nos va de las manos; que se trata, en gran parte, de un paripé con el que algunos (muchos, dirías) se están sacando unos buenos dineros; que todo, o al menos mucho de lo propuesto, se basa en refritos de metodologías ya aplicadas hace años; que todo, o casi todo, es postureo, ultratecnología barata y que, además, la cosa no está tan mal, que el sistema que ha formado a los brillantes innovadores y gurús actuales no puede ser tan horrendo.

A ti, que tienes clarísimo que hay que cambiar las cosas; que existen nuevas metodologías (o no tan nuevas, lo mismo da) que permiten hacer las cosas de otra manera y adaptarse a las nuevas necesidades de una sociedad y de un alumnado que ha cambiado enormemente en los últimos años; que consideras que las nuevas tecnologías deben integrarse sí o sí en los programas de estudio; que promueves la necesidad de trabajar de otra manera, de evaluar de otra manera, de relacionarte con el alumnado, con los compañeros y con el entorno, de otra manera.

A ti, que tienes clarísimo que pasas de los debates de blanco y negro; que te pones de perfil y desapareces en las discusiones de trinchera; que intuyes que unos y otros tienen parte de razón y que picoteas de aquí y de allá, de lo antiguo y de lo (supuestamente) nuevo aunque muchas veces la situación te supera y el desconcierto te invade.

A todos vosotros nosotros quisiera plantearosnos una cuestión: ¿Qué perseguimos con nuestra práctica docente, la inserción o la transformación; la preparación para adaptarnos a la situación existente o la adquisición de competencias para promover el diálogo y el espíritu crítico ciudadano que tanto se echa en falta en estos días? Preguntas muy gruesas, lo sé, pero intuyo que es detrás de  ellas dónde se encuentran las claves de todo el asunto. De todos modos, creo que lo explica mucho mejor que yo Guadalupe Jover en su artículo del Diario de la Educación "Innovar para qué, innovar con quiénes". Te recomiendo su lectura y te agradecería que, sea aquí sea en cualquier otro foro, contribuyas al debate. ¿Y tú, cómo lo ves? 😉

Puedes leer más artículos piblicados en INED 21 aquí.



miércoles, 25 de octubre de 2017

La fantasía de la escuela burbuja

Este post ha sido escrito en colaboración con los compañeros Débora Kozak y Óscar Boluda. La idea era mostrar la relación entre escuela e ideología en distintos contextos. Dale un viztazo a ver qué te parece. Por cierto, podrás encontrarlo también en sus respectivos blogs Pensar la escuela y Efepeando. Te recomiendo, sin duda, que te pases por allí.

La neutralidad imposible
Débora Kozak


Es interesante cómo cada vez cobran mayor fuerza en la difusión de sus ideas quienes piensan que la escuela debe ser un “mundo rosa”, una burbuja a donde nada se “infiltre” desde el exterior. Puede verse la contundencia de este imaginario en las redes sociales. Vemos por ejemplo cómo en Twitter, espacio a donde suelen ponerse de manifiesto algunas situaciones entre terribles y absurdas que se viven cotidianamente en la escuela, los cuestionamientos que aparecen cuando se toca que vincula la escuela con la realidad. ¿Por qué molesta que la escuela sea permeable a lo que sucede en el contexto en el que está inserta?

La vida no es rosa. Parece obvio pero sin embargo el fantasma de la “neutralidad” recorre la escuela como si fuera posible mantenerla al margen del mundo. Tal vez lo más preocupante sea la idea de que deberíamos mantenerlos aislados para “no contaminarlos”. Y en este marco aparece la ilusión del “adoctrinamiento”, como si los alumnos fueran seres totalmente dependientes de los pensamientos y enfoques de sus docentes; como si no tuvieran reflexiones propias; como si fueron “moldeados a medida”.

Quienes creen estas cosas le exigen a la escuela mantenerse callada y al margen. Paradójicamente, en momentos a donde las sociedades requieren de la formación de ciudadanos con herramientas de lo más diversas para hacer frente a múltiples conflictos, es cuando a la escuela se le pide mirar para otro lado.

Si educar sólo se tratara de enseñar contenidos esterilizados, ¿cuál sería la función de la escuela?. En la era donde el acceso a la información resulta más un problema que una virtud tanto por su volumen como por su calidad, dejar de enseñar en las escuelas a analizar, comprender, argumentar y seleccionar esa información podría representar el enorme riesgo de dejar generaciones fuera de su propia realidad. ¿Cuál sería entonces el rol de la escuela y de los maestros y profesores hoy en la formación de ciudadanía?

En principio es necesario establecer que la escuela debería ser, por lejos, el lugar a donde se estimule el diálogo; el debate y el respeto por las diferencias. Resulta imposible pensar que esto es factible reclamándole al docente que sea “neutro”, que no tenga ideología. TODOS tenemos ideología, consciente o no; partidaria o no, pero todos la tenemos. La asociación entre “ideología y peligro” es la base de toda sociedad que ha perdido el rumbo de la democracia. Sembrar sospecha sobre el pensamiento diferente supone así que existe una forma de ver las cosas que es válida y que las de otros no lo son. ¿Cómo es posible construir diálogo si se parte de esta base?

Ahora bien: ¿esto implicaría que los docentes salgan a “adoctrinar” personitas dóciles dentro de su propia ideología? La respuesta obviamente es que no. Sin embargo esto interpela la idea de “neutralidad”, entendiendo que las subjetividades, puntos de vista o visiones del mundo existen de manera inevitable pero que además son el motor de los debates y la búsqueda de argumentos.

En las instituciones educativas debería garantizarse que todos las perspectivas de pensamiento pudieran estar representadas siempre y cuando ninguna de ellas resulte ofensiva o discriminatoria. La garantía de que así sea la darán siempre los docentes, cuyo rol indispensable en este proceso será el de guiar y mediar.

Otro aspecto fundamental para considerar es el lugar que ocupan las familias dentro de la formación de los alumnos. La escuela parte de recuperar lo que traen considerando como pilar que será la diversidad y la heterogeneidad lo que enriquezca y amplíe la mirada de los otros. No se trata de seres que se moldean “a imagen y semejanza” sino de personas en formación que escucharán, analizarán, comprenderán y tomarán cada una sus propias decisiones, más o menos fundamentadas según el caso. Pero el lugar de los enseñantes es el de facilitar y posibilitar que esto suceda.

Las propias teorías del aprendizaje han realizado aportes que confirman esto: se aprende de los problemas, de los conflictos de conocimiento. ¿Se puede aprender entonces cuando se intenta desconocer los problemas que llegan a la escuela desde la realidad misma que los impone?

En Argentina hemos visto con crudeza estos últimos tiempos el cuestionamiento a la escuela y los docentes por el tratamiento del tema de la desaparición de Santiago Maldonado. Chicos de todas las edades que llegaba preguntando por aquello que habían visto, leído o escuchado en medios y redes, sobre lo que intentaban buscar respuestas. Ante esto, el reclamo de silenciar el tema por parte de algunos medios y familias que se hicieron eco de este mensaje, poniendo en tela de juicio la capacidad de los docentes para dar tratamiento a este tema complejo. La figura del maestro “sospechada”, que abrió la puerta para todo tipo de ataques y desconfianzas sobre las escuelas.

Vivimos en un mundo convulsionado. Nuestra responsabilidad es preparar a los alumnos con las herramientas que se requieren hoy para vivir en él. Callar y ocultar lo que la realidad impone no parece ser un camino posible. O por lo menos no uno que posicione a las nuevas generaciones en situación de resolver esta complejidad que les toca vivir.


Doctrina, escuela y patria: ¿y qué hace el docente?
Ramon Paraíso


La situación política en Cataluña ha vuelto a poner la cuestión del adoctrinamiento en las aulas en el candelero. Desde el gobierno central y, sobre todo, desde los medios de comunicación afines se insiste de manera simplista e interesada en la idea de un sistema educativo, el catalán, que se constituye como una verdadera fábrica de independentistas y como espacio irradiador de hispanofobia. Una visión apocalíptica y sesgada pero en absoluto nueva. Recordemos que ya el ex ministro Wert recomendó la idea de “españolizar a los niños catalanes”. Así pues, no se trata de un debate surgido al calor de la situación política actual, sino que tiene un recorrido mucho más largo.

Por otro lado, llama la atención que la cuestión del adoctrinamiento en las aulas en España no dé el salto a los grandes medios de comunicación desde una perspectiva religiosa o de género. Y es que hablamos de un país laico que cuenta con una red de centros religiosos de enorme magnitud donde la religión católica tiene un notable reconocimiento en los planes de estudio, mucho mayor que otros ámbitos de conocimiento que quedan relegados a un segundo plano. Igual pasa con los centros segregadores por género. No se detecta un debate mediático de la magnitud del relacionado hacia la cuestión catalana ante este modelo educativo segregador. En definitiva, parece que lo que no han conseguido religión y segregacionismo escolar sí que lo ha hecho el nacionalismo.

No obstante, e independientemente de la situación política argentina, española o de cualquier otro país, quizá cabría reflexionar sobre el papel de los sistemas educativos y de sus docentes desde una perspectiva mucho más amplia. ¿Adoctrinan los estados a sus ciudadanos a partir de su red de escuelas?, ¿están libres los planes de estudio de doctrina político-social?, ¿cómo debemos actuar los docentes ante este panorama?

Sería ingenuo negar que las administraciones educativas que elaboran los planes de estudio de los distintos estados y regiones del mundo lo hacen de un modo neutral. Parece evidente que, como mínimo, se trata de planes que parten desde una perspectiva nacional y desde un posicionamiento social y económicos determinados.Y no cabe duda, además, de cuál es el modelo imperante, al menos en el mundo occidental. En cualquier caso, estando más o menos de acuerdo, se trata de sistemas y de planes de estudio legítimos, que estados democráticos se han otorgado a sí mismos de manera legal. Ahora bien, ¿significa eso que no hay doctrina en ellos?

Así pues, plantear la idea de una escuela burbuja se torna, en nuestra opinión, un sinsentido. La perspectiva nacional, ideológica y económica que subyace en cualquier modelo educativo contiene en sí misma una nada despreciable dosis de doctrina. Partiendo de ahí cualquier intento de neutralidad ideológica en los centros educativos resulta inviable. Por otra parte, en la escuela trabajan y conviven personas que, afortunadamente, tienen sus ideas y creencias propias y muchas veces además, todavía más afortunadamente, distintas entre sí. Ahora bien, descartada la idea de la escuela burbuja, ¿qué hacer?

Visto lo visto, quizá el gran recurso para el docente, para la escuela y para el propio sistema no sea otro que el diálogo. El diálogo entre distintas ideas, posicionamientos e ideologías; el diálogo para generar debate y, por supuesto conocimiento; el diálogo para, en definitiva, acercar posicionamientos y para evitar los choques de trenes que nos llevan a escenarios apocalípticos donde la Educación, con mayúsculas, acostumbra a ser la gran derrotada.


El docente polícromo
Óscar Boluda


Que la realidad es polícroma según el sujeto que la observa y experimenta es una afirmación que podría ser unánimemente aceptada. La escuela que vivimos, donde trabajamos y donde nuestros alumnos pasan buena parte de su vida actual, también debiera ser igualmente polícroma. No sólo por el bien de un alumno, más enriquecido a la hora de percibir su propia vida, sino para que la misma escuela crezca en un ecosistema donde es necesario un replanteamiento continuo de lo que se hace, siempre mirando de reojo al pasado y con vistas al futuro que nos espera.

Informar, reflexionar, debatir y comunicar son tareas a las que no damos la suficiente importancia en la escuela en contraposición de otras muchas que seguramente no son tan vitales. No se trata de querer influir en el pensamiento del alumno sino buscar la independencia intelectual de unos alumnos en formación inicial y permanente -al igual que debiéramos estar los docentes- prepararlos para la vida adulta.

Cuando en nuestras escuelas buscamos formar profesionales que sepan manejar el futuro, que entiendan lo que la sociedad y el mundo laboral pide de ellos, estamos profundizando igualmente en una concepto que debiera ser trabajado en cualquier contexto: el pensamiento crítico. Sin una capacidad crítica, que no de queja permanente, no podemos crecer como personas ni como profesionales.

En el mundo que a mi me ocupa, la Formación Profesional, muchos tenemos claro que los alumnos tienen su propio criterio que debe ser aprovechado para seguir creciendo junto a otras muchas competencias profesionales. Cada profesor en cada módulo profesional (asignatura) aporta al aprendiz unas competencias técnicas, así como unas destrezas personales, que refuerzan al alumno para que pueda desenvolverse mejor en un futuro empapándose de lo mejor de cada docente. Ahí reside gran parte de la riqueza de nuestra escuela.

No hay mejor alimento para la creatividad que un replanteamiento continuo de nuestra labor y de las rutinas heredadas. El alumno debe ser consciente de lo que hace y revisar, al igual que el docente, cómo ha venido aprendiendo y trabajando hasta el momento actual. Para ello es esencial conectar con otras escuelas, con otros colegas o estudiantes lejanos cultural o geográficamente, y así mirar más a menudo con otras lentes. Como ejemplo este mismo artículo donde compartimos diversas miradas que nos facilitan la evasión de esa angosta burbuja en la que nos movemos habitualmente.

Igual que nadie se escandaliza si buscamos fomentar el esfuerzo de nuestros estudiantes, tampoco debiera ser motivo de discusión ansiar alumnos críticos. Críticos con la sociedad y más aún con ellos mismos. Vivimos en una sociedad lo suficientemente democrática y avanzada para no saber qué valores son universales o qué normas de convivencia debemos respetar para no herir sensibilidades, avanzar en el bien común y no perpetuar el individualismo. Eso sí, también como docentes profesionales, hay que buscar más tiempos para meditar al respecto.

No somos ni burbujas ni neutrales. La escuela y sus docentes seguimos transmitiendo mucho más que disciplinas técnicas, aunque no con la repercusión que muchos calculan. La familia y el contexto socioeconómico son factores que mediatizan en mucho mayor grado -la vida presente y futura del alumno- que la influencia de unos docentes en su mayoría interesados en facilitar que sus alumnos aprendan y sean responsables a todos los niveles. Que esperemos que nuestros alumnos contribuyan a construir un mundo mejor no puede ser nunca un reproche.

Tres colegas, tres contextos, tres realidades... no tantas diferencias.


miércoles, 18 de octubre de 2017

Sobre decretos educativos, recursos e inclusión en educación permanente

Leo en El Periódico que la Generalitat de Cataluña ha aprobado un decreto que en breve será publicado en el Diari Oficial mediante el cual se fija el establecimiento de medidas intensivas en los centros educativos dirigidas al alumnado con necesidades educativas especiales, el cual representa en torno al 5% del total de estudiantes en un colegio ordinario. El decreto, que había estado paralizado por eternos problemas presupuestarios, parece que va a facilitar una atención más intensiva a este colectivo. Así pues, los estudiantes con necesidades especiales contarán con un plan de apoyo individualizado basado en las valoraciones de los equipos docentes sobre las medidas y actuaciones que el estudiante necesite. La idea es establecer una detección precoz para poder trabajar con la mayor antelación posible y de manera coordinada entre los distintos profesionales presentes en los centros.

Según datos publicados por El Periódico, en Cataluña existe un total de 25.000 alumnos con necesidades educativas especiales, de los cuales unos 7.000 se encuentran escolarizados en centros de educación especial. Tras la aplicación del decreto, se calcula que 2.000 de estos 7.000 podrían pasar a estudiar en centros ordinarios, con los consiguientes beneficios a nivel de integración y de adaptación social para este alumnado. En definitiva, parece que se trata de buenas noticias, aunque habrá que estar atentos a su despliegue y aplicación a lo largo de los próximos cursos.

Por otro lado, habrá que ver qué plantea ese decreto en relación a los centros de formación de personas adultas. Mucho me temo que de los 142 millones que preveen aplicarse en su implementación la cantidad invertida en las escuelas de educación permanente va a ser igual a cero. Y no se trata de un problema menor, en ningún caso. Una parte significativa del alumnado que nos está llegando, quizá especialmente el alumnado procedente del fracaso escolar, presenta necesidades educativas especiales y, desde los centros de adultos, carecemos en la gran mayoría de casos de las especialistas y de la formación adecuada para hacer frente a estas situaciones. Sin duda que es necesario invertir esfuerzos en fomentar la inclusión en infantil, primaria y secundaria, pero no lo es menos que miles de estudiantes adultos necesitarían también de más recursos para favorecer la creación de situaciones de aprendizaje más inclusivas y óptimas para su desarrollo personal y académico.

En fin, estaremos atentos a la publicación del decreto y espero que nos calle la boca, aunque mucho me temo que tendremos que seguir insistiendo a las administraciones de turno para conseguir los recursos necesarios para trazar un marco de trabajo más inclusivo en las escuelas de educación permanente. ¡Ahí seguiremos!


lunes, 2 de octubre de 2017

Docentes, porras y discursos: reflexiones urgentes sobre la marcha

Hoy no era un día fácil para el mundo educativo. Tampoco los que seguirán, me temo. Especialmente en Cataluña, claro, pero quiero pensar que igual para el resto de España. Se trataba de volver a clase (en muchos casos a colegios aún con restos evidentes del naufragio político y social vivido escasas horas antes) a tratar de hacer nuestro trabajo: enseñar y preparar a nuestro alumnado para el futuro y para la vida.

Pero claro, lo dicho, hoy no era un día cualquiera. Las imágenes de ayer han dado la vuelta al mundo e incluso el estudiante más despistado ha visto algún que otro vídeo y tiene su opinión al respecto. Me atrevería a decir que esta mañana la gran mayoría del alumnado quería hablar de los sucesos de ayer. Y no es habitual, la verdad. La política es un tema que, normalmente, no causa excesivo furor entre nuestros estudiantes. Pero es que hoy tocaba. 

Ayer por la noche, pensando en el día de hoy, tenía muchas dudas sobre cómo enfocar las clases. No tengo por costumbre esconder mis posiciones sociopolíticas, precisamente para no caer en un falso objetivismo docente que, además, creo que no existe. Trato, eso sí, de aclarar qué es opinión y qué es contenido, y creo que el alumnado lo agradece. Hablamos, debatimos, discutimos y, sobre todo, me esfuerzo por ampliar los puntos de vista de todos, servidor incluido. 

Así que, pensando en todo ello, he decidido insistir: afrontar la complejidad del asunto; no quedarnos en la versión de buenos y malos; tratar de identificar a los verdaderos responsables del conflicto; superar la visión superficial ofrecida por los medios de comunicación y redes sociales; detectar los comentarios "cuñados" sobre el asunto y anularlos con contenido; ofrecer espacios para opinar (desde distintos puntos de vista, por supuesto) y para expresar los propios sentimientos sobre la situación; en definitiva, tratar de educar para el diálogo y para fomentar la convivencia pacífica entre ciudadanos.

Tengo clarísimo que, en gran parte, va a ser una batalla perdida. La polarización social existente en la actualidad limita tanto nuestra labor que pensar que tenemos fuerza para romperla desde la escuela sería de una ingenuidad tremenda. No obstante, en mi opinión, desde los centros no nos queda otra que insistir (insistir e insistir) y ofrecer espacios de estudio, de análisis y de diálogo alternativos. Y para ello necesitamos un profesorado comprometido con su trabajo y con su alumnado, que sea capaz de ver más allá de su propio ombligo ideológico para mostrar que el respeto a la opinión ajena es fundamental para conseguir el respeto a la propia, que el diálogo puede ser la herramienta más valiosa para conseguir enderezar situaciones como las que vivimos, que la violencia nunca puede ser una alternativa para construir nada

Trabajazo por delante pero, como siempre, muchas ganas de llevarlo a cabo. Esperemos, por la parte que nos toca, estar a la altura. Molta força i molts ànims a tots i totes!