miércoles, 30 de marzo de 2016

Zascas educativos (II)

"[A los estudiantes] no hay que verlos como un simple auditorio, sino como un elemento integrante de una comunidad con preocupaciones compartidas, en las que uno espera poder participar constructivamente. Es decir, no debemos hablar a, sino hablar con. Eso es ya instintivo en los buenos maestros, y debería serlo en cualquier escritor o intelectual. Los estudiantes no aprenden por una mera transferencia de conocimientos, que se engulla con el aprendizaje memorístico y después se vomite. El aprendizaje verdadero, en efecto, tiene que ver con descubrir la verdad, no con la imposición de una verdad oficial; esta última opción no conduce al desarrollo de un pensamiento crítico e independiente."

Noam Chomsky (2001), La (des)educación, Crítica, Barcelona





domingo, 20 de marzo de 2016

Out of the office

Nos vamos de descanso unos días. Nos vemos DE VUELTA después de Semana Santa. Desconectad y cargad las pilas que la recta final del curso promete! Un abrazo!


martes, 15 de marzo de 2016

Profesores, mentores, grandes palabras y tal

Recupero unas notas que tenía por ahí de cuando leí El elemento de Ken Robinson. En ellas apuntaba el papel que Robinson asigna a los mentores, a aquellos profesores (o no) memorables con los que, con un poco de suerte, uno topa en su camino y te ayudan a dar un giro al asunto cuando más lo necesitas. El autor británico destaca, por encima de todo, cuatro grandes características que, sí o sí, reúnen los mentores de manual. Vamos a ellas.

En primer lugar, los mentores son reconocedores. Es decir, reconocen tus verdaderas aptitudes y talentos individuales. Detectan tus puntos fuertes y reconocen la chispa que activa tu interés y tu capacidad. Es por ello que su apoyo puede resultar clave para conectar tus habilidades y capacidades con los componentes específicos de la disciplina que constituye tu pasión.

Una segunda característica es que son motivadores, estimuladores. Esta capacidad permite que los verdaderos mentores nos lleven a creer que podemos conseguir logros que sencillamente considerábamos imposibles. Su consejo y su apoyo nos aportan, pues, una dosis extra de confianza en nuestras habilidades. Confianza que, sin duda, nos hace crecer y nos permite afrontar nuevos retos y adversidades.

En tercer lugar, los mentores son facilitadores que pueden ayudarnos a llegar a conseguir nuestros logros y objetivos, también a descubrir nuestras verdaderas pasiones. Su apoyo es incondicional, pero esto no significa que simplemente nos allanen el camino, al contrario. A veces pueden sumirnos en la duda y la vacilación para hacernos crecer y a aprender de nuestros errores.

Y, por último y a pesar de todo lo señalado anteriormente, son exigentes. Señala Robinson que los mentores eficaces nos empujan más allá de lo que nosotros consideramos posible. Por un lado, no nos dejan sucumbir a la falta de confianza en nosotros mismos mientras que, por otro, nos impiden que hagamos menos de lo que podemos. En fin, palabra de Robinson.

Leo todo esto y pienso que los mentores robinsonianos no lo tienen nada fácil en el sistema educativo español. Tampoco es que crea que los profesores de los centros educativos deban cumplir este rol, ni mucho menos. No obstante, me parecen características que conviene tener presentes en nuestra práctica profesional. La verdad es que no estaría nada mal que, así, como quien no quiere la cosa (es un decir, claro), reconociéramos por sistema el talento de nuestro alumnado, estimuláramos sus capacidades y facilitáramos su progreso siendo, a la vez, exigentes con el cumplimiento del trabajo y de las obligaciones que corresponda. Vamos, creo que firmaríamos todos.
  
Sin embargo, digamos que no desarrollamos nuestra labor en las mejores condiciones para cumplir con estos requisitos. Ni las ratios, ni la burocracia inabarcable, ni la (cuestionable) formación y preparación del profesorado, ni la rigidez organizativa de todo el tinglado parece que sean grandes aliados para transformarnos y dar el salto propuesto por Robinson. Mientras tanto, creo que no nos irá mal si nos esforzamos por estar cerca de nuestro alumnado, atentos a sus necesidades e intereses y abiertos a colaborar con las familias y el resto de compañeros. Me parece que no es poca cosa. Y ya, si eso, nos ponemos con los elementos y tal...


martes, 8 de marzo de 2016

Sobre motivación y tiempo en educación

Hablaba el otro día con el compañero Jordi Font y me explicaba que, en los últimos meses, dos conceptos se han convertido en sus principales preocupaciones como docente: la motivación y el tiempo. ¡Cuánta razón!

Motivación para sacar lo mejor de nosotros mismos como docentes y, sobre todo, para generar motivación e implicación en nuestro alumnado. Motivación para fomentar el trabajo activo, el aprendizaje real y contextualizado, para dar respuesta a las necesidades e intereses verdaderos del grupo  y, por qué no, también nuestros. Motivación para generar cambio e interés renovado, para no estancarnos ni estancarlos, para no hacer siempre lo mismo, para innovar. ¡Qué rápido se dice y qué difícil resulta! No obstante, escuchando a Jordi hablar de su Laboratorio Matemático (las mayúsculas son intencionadas)  no me queda duda alguna de que por esas aulas de mates corre a chorro motivación de la buena. Quién la hubiera pillado en mis años de secundaria, por otra parte.

Y tiempo, claro. Tiempo para no hacer actividades a medias, para no correr siempre, para no tener la sensación de abarcar demasiado y no apretar nada. Tiempo para poder detenerte en la noticia del día sin tantos remordimientos, para trabajar aspectos más allá de lo puramente curricular, para establecer otro tipo de relación con nuestro alumnado (y de paso con nuestros compañeros, oiga, que tampoco estaría nada mal). Tiempo para pensar y desarrollar proyectos, para detectar necesidades reales. Tiempo para la reflexión, para el análisis. En fin, paro ya que me deprimo.

Y es precisamente lo contrario de lo que debería. Porque es un lujo escuchar experiencias y descubrir actitudes así, que le contagian a uno las ganas de ponerse a trabajar con ese entusiasmo. Y lo mejor es que no se trata de casos excepcionales. La batalla de la motivación, de hecho, creo que la tenemos ganada. Ahora, lo del tiempo me temo yo que nos va a costar algo más. Pero bueno, ¡algo se nos ocurrirá!

Para todo lo demás, #betacamp!


sábado, 5 de marzo de 2016

SOMOS Escuela de Personas Adultas

Advertencia: artículo escrito desde el subidón. Si piensas que la educación de adultos es como el Vietnam para los americanos, un infierno sin salida, no vale la pena que leas las siguientes líneas porque te vas a enfadar. Conclusiones más sosegadas y tal, ya si eso la semana que viene...

Vengo de la I Trobada d'Educació de Persones Adultes celebrada en la Universidad Autònoma de Barcelona y organizada bajo el paraguas del Institut de Ciències de l'Educació de la citada universidad. Seguramente no se trate del primer encuentro de este tipo (compañeros veteranos así lo afirmaban), ni el programa contaba con grandes gurús educativos ni proyectos mediáticos. El que los busque los encontrará sin problema en otros foros, dicho sea de paso. No obstante, el encuentro de hoy, en mi opinión, ha tenido un inmenso valor para los profesionales de la educación para personas adultas por varios motivos.

Primero, por la necesidad de vernos, de tocarnos (ya se me entiende), de poner caras y voces a compañeros con nuestros mismos problemas, necesidades e inquietudes. Gentes muy diversas procedentes de contextos y de centros totalmente distintos pero con una conexión fortísima  que parte de un concepto de la profesión muy particular y específico, seguramente condicionado por una situación administrativa (digamos, siendo generosos) peculiar.

Segundo, porque se detecta entre el profesorado necesidad y muchas ganas de cambio. Hay ganas de caña, de trabajar en red, de visibilizar nuestro trabajo y eso (al menos así lo espero) puede abrir una vía interesante a un nuevo paradigma en nuestra relación como profesionales, pero también como centros. Interdependencia, trabajo en red, compartir han sido palabras que hemos escuchado y repetido insistentemente a lo largo de la jornada.

Y tercero, porque hay gente muy válida, proyectos muy interesantes (ejecutados y por ejecutar), ganas de trabajar y savia nueva (y no tanto). En definitiva, grandes profesionales que a pesar de las dificultades intrínsecas de la etapa educativa y de los cambios sociales vividos en los últimos años se dejan la piel para buscar soluciones y los mejores recursos y oportunidades para nuestro alumnado. Y de ahí solo pueden salir cosas buenas. 

Decía Joan Subirats en la conferencia inaugural de las jornadas que en los últimos años muchos movimientos sociales han dado el salto de la crítica hacia la acción, del "salvemos" al "somos". Y quizá por ahí van los tiros, quizá ése sea el paso que debamos dar. No dejemos de criticar y de presionar a la administración, por supuesto, faltaría más. Alcemos nuestra voz para que se recojan nuestras propuestas e ideas, pero hagámoslas. Constituyamos un movimiento cohesionado y fuerte, trabajemos juntos, creemos foros de cooperación, de creación de materiales, de plataforma para visibilizar nuestro trabajo. Pero hagámoslo juntos. Tengo la sensación que en breve podremos decir bien alto: SOMOS Escuela de Personas Adultas.

PD: Muchas gracias al equipo impulsor por el trabajazo de organización. Desde aquí uno se ofrece para echar un cable en lo que haga falta para las II jornadas. Y muchas gracias a los compañeros Quim, Javier, Josep Miquel, Jaume y Ángel por compartir un día fantástico. N'aprenc molt de vosaltres, freaks! Ens veiem aviat!

Para leer más artículos sobre formación de personas adultas haz clic aquí.


martes, 1 de marzo de 2016

Zascas educativos (I)

"La escuela es una institución construida sobre el axioma de que el aprendizaje es el resultado de la enseñanza. Y la sabiduría institucional continúa aceptando este axioma, pese a las pruebas abrumadoras en sentido contrario. Todos hemos aprendido la mayor parte de lo que sabemos fuera de la escuela. Los alumnos hacen la mayor parte de su aprendizaje sin sus maestros y, a menudo, a pesar de estos".

Illich, I., La sociedad desescolarizada. Barcelona: Barral (1974)

#NoHaseFaltaDesirNadaMas