Está pasando en Estados Unidos, pero quizá la situación en nuestro país no es tan distinta como pudiera parecer. Me explico. El pasado domingo disfruté del interesante espacio que "30 minuts", un clásico de la televisión catalana, dedicó al documental "Separados y desiguales", producción elaborada por Frank Koughan y Mary Robertson para el programa Frontline de la cadena norteamericana PBS. La cuestión racial se ha vuelto a poner en el centro del debate público en los Estados Unidos. El asesinato de un joven de raza negra a manos de la policía en la ciudad de Ferguson durante el pasado mes de agosto generó un estallido de violencia que ha vuelto a ubicar la cuestión racial en el ojo del huracán. En este contexto de confrontación parecería lógico considerar la escuela como instrumento clave en la redirección de estas problemáticas sociales y en la generación de espacios de integración entre las diversas comunidades.
Pues no. O al menos no desde la perspectiva que uno podría imaginar de un país que declaró ilegales la escuelas segregadas hace más de 60 años. Todo el trabajo desarrollado a lo largo de las últimas décadas basado en la integración y en la coexistencia de las diversas comunidades dentro del ámbito educativo puede saltar por los aires ante iniciativas segregadoras mostradas en "Separados y desiguales" y que se están desarrollando en muchas ciudades estadounidenses.
Es el caso de Baton Rouge, en el estado de Louisiana. Un movimiento organizado por grupos de padres de clase media y media-alta, mayoritariamente de raza blanca, intentan segregar los barrios donde residen para convertirlos en nuevas ciudades y así disponer de un sistema educativo hecho a medida. El argumento utilizado es la necesidad de evitar los largos desplazamientos de sus hijos para acudir a las escuelas integradas y multiraciales. Por otra parte, muchos de los estudiantes de estos nuevos distritos educativos, ciudadanos de barrios desfavorecidos, serían expulsados y obligados a cambiar de centro educativo. Así pues, el debate de la mala calidad de las escuelas públicas sirve de excusa para generar esta serie de reivindicaciones que, en caso de prosperar, puede crear distritos educativos diferenciados en función de criterios socioeconómicos y raciales, nunca educativos.
La pregunta es, ¿hasta qué punto no estamos viviendo un proceso similar en nuestro país? La creación del distrito único, el sistema concertado de educación, la competencia creciente entre centros de una misma ciudad por atraer el mayor número de alumnado posible o la concentración de los hijos de familias con rentas bajas y mayor inmigración en determinados centros son sólo algunas tendencias presentes en nuestra realidad educativa. Quizás es que, simplemente, Baton Rouge y Lousiana no están, ni mucho menos, tan lejos como pudiéramos pensar en un principio. Os dejo con el documental (aquí)... ¿Qué os parece?
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