El otro día un par de alumnos se liaron a tortas. De la manera más tonta. Que si "cállate la boca", que si "tú a mí no me mandas callar", que si "vas a ver si no", en cuestión de segundos aparecieron un par de bofetones rápidos, seguidos del consiguiente tumulto y alborozo de la chavalada. Este comportamiento no es habitual en los centros de adultos, aunque quizá en los últimos tiempos tampoco es tan extraño. Perfiles cada vez más jóvenes, especialmente en el curso de preparación para la prueba de acceso al grado medio y en el graduado escolar, están cambiando la manera de hacer en las escuelas de educación permanente. Pero sobre esto ya hablaremos otro día.
Hoy me interesa otro tema: la gestión del conflicto (en épocas pretéritas diríamos el castigo, la represalia). ¿Cómo gestionamos ahora la historia? Tenemos un par de chavales (chico y chica, aquí hay paridad) que han montado una buena movida. Tenemos una normativa de funcionamiento un pelín arcaica. Tenemos un claustro quemado con un grupo con el que resulta muy difícil trabajar: chicos y chicas muy jóvenes, sin hábitos de estudio ni demasiado interés, todo sea dicho, que deben preparar a contrareloj una prueba oficial puramente memorística, con el estrés que eso supone para ellos y para nosotros. ¿Qué hacemos?, ¿Cómo afrontamos el asunto?
En nuestros años mozos nos habrían cascado un parte, fijo. Además, siendo reincidentes, como es el caso de uno de los protagonistas del suceso, el parte habría ido acompañado de expulsión. Una semanita o quince días en chirona (léase una quincena solo/a en casita en permanente fusión con la play). Sería bonito si funcionara, si tomando esa decisión el muchacho volviera concienciado y convencido de sus errores, redimido de sus faltas y presto a iniciar una impoluta y gloriosa andadura hasta final de curso. Pues va a ser que no.
Me temo o, mejor dicho, me alegro por ello, que no quedan demasiadas opciones más que el diálogo. No se trata de ponerse espléndido y pensar que el diálogo va a permitirnos solucionar todas las situaciones de este tipo que se nos planteen, ni mucho menos. Determinados contextos sociales y familiares son mucho más potentes que nuestra capacidad como centro y como equipo para generar diálogo y, sobre todo, para resolver determinadas problemáticas. No obstante, desconfío bastante de la sanción, el expediente y otras medidas de este tipo si no van acompañadas de una reflexión, de un acercamiento entre las partes, en definitiva, de un trabajo para tratar de ponerse en el lugar del otro.
Así pues, hablaremos. Con los alumnos implicados, en el claustro y los profesores de la etapa con el grupo. Trabajaremos la situación en la tutoría y trataremos de generar reflexión en los dos figuras y aprovechar el incidente para trabajar varios temas con el grupo. Porque incluso un buen par de tortas se pueden convertir en una oportunidad de aprender algo. O no.
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