La semana pasada iniciamos el curso de preparación para la prueba de acceso a grado medio, formación en la cual imparto la asignatura de competencia social y ciudadana. En la primera sesión, además de presentar el temario y los contenidos del módulo, siempre intento programar alguna dinámica que me permita conocer al alumnado desde un punto de vista más personal, así como su visión sobre las ciencias sociales, en particular, y sobre el aprendizaje, en general.
Con este objetivo, desde el año pasado e inspirado en la propuesta del compañero Sergi del Moral, (quien dice inspirado dice copiando vilmente su actividad), organizamos una especie de diálogo socrático sobre una serie de frases proyectadas en la pizarra. Algunas se refieren estrictamente a la materia de ciencias sociales mientras que otras, como digo, están relacionadas con aspectos más generales del ámbito académico o de la vida, incluso. Ellos tienen que escoger una, la que más les llame la atención, con la que estén de acuerdo o en desacuerdo, y comentarla con resto del grupo. De esta manera se forma un diálogo abierto en el que si uno escucha atentamente puede recopilar información muy interesante y valiosa sobre su alumnado.
Bueno, pues en estas estábamos cuando un alumno pronunció la frase de marras: "Profe, aquí no venimos a aprender, venimos a aprobar", con la cual estuvieron de acuerdo no pocos de sus compañeros. En un primer momento yo no abrí la boca, claro. La idea es que sean ellos quienes desarrollen el diálogo. No obstante, el chico, supongo que al verme palidecer, se vio en la necesidad de explicarse. Tampoco es que a estas alturas me pille de nuevo este punto de vista, todo hay que decirlo. Uno ya sabe por donde van los tiros en estos cursos (véase El preparador). El caso es que su enfoque, en cierto modo, tiene mucho sentido. En mayo deberán pasar una prueba de acceso y ese es su verdadero objetivo, obtener una buena nota final para poder acceder al ciclo formativo seleccionado. Claro, el chico desligaba una cosa de la otra, así a lo bruto, cosa que me temo que hacemos a menudo también desde nuestro bando docentes de distintas etapas educativas. Y no solo nosotros. También, sobre todo, las administraciones educativas de turno con un enfoque centrado en la acreditación de conocimientos basado en reválidas constantes.
Porque ¿cuántos alumnos han aprobado nuestras asignaturas sin haber aprendido demasiado?, ¿cuántos alumnos acreditan títulos y superan reválidas con importantes lagunas de conocimientos e incluso competenciales?, ¿no acabamos convirtiendo todo el tinglado educativo en una maquinaria de aprobar y suspender personas (¡!) en lugar de en un espacio de aprendizaje real y significativo? Porque que un alumno plantee esta pregunta con tanta naturalidad debería resultarnos inquietante, pero que docentes de distintas etapas y ámbitos sigamos esta misma lógica sí que me parece un problema de difícil solución.
¿Cómo romper esta tendencia? Se dice pronto, claro. No obstante, me parece que el primer paso está en nosotros, en hacernos las preguntas adecuadas y en iniciar todo un proceso de reflexión para generar nuevos espacios de aprendizaje. Luego (o antes, seguramente) está el cambio legislativo, cierto. Pero eso, me temo, pertenece a otra dimensión...
En fin, que si tienes propuestas concretas te agradecería que me echaras un cable y las dejaras en comentarios, anda. Yo, por mi parte, me pongo a ello. ¡Que faena tenemos!
PD: Puedes ver la dinámica de presentación descrita en el post aquí.