Ya lo hemos dicho por
aquí en innumerables ocasiones: la formación en los centros de
adultos está cambiando. Me atrevo a decir que vertiginosamente,
aunque supongo que el ritmo y la intensidad de esta mutación
dependerá de la realidad socioeconómica del centro de turno. Leo a
compañeros que trabajan en espacios rurales y veo enormes
diferencias con nuestro entorno, más urbano y con características
totalmente distintas en volumen de alumnado pero también en los
perfiles personales y familiares.
No obstante, me parece
que en líneas generales hay un hecho común presente en la mayoría
de centros de formación de personas adultas: el desembarco de toda
una generación de jóvenes expulsados del sistema educativo, sin
posibilidades de acceso al mercado laboral y que ven en los centros
de adultos una nueva oportunidad para adquirir una titulación
elemental que les permita desarrollarse profesionalmente en un
panorama laboral tan competitivo y complejo como el actual. Se trata
de un perfil muy específico que condiciona (en lo bueno y en lo
malo, claro) las dinámicas de trabajo en el aula. De hecho, en
muchas ocasiones, son alumnos a los que vienen a matricular sus
padres, hecho indicativo del cambio de paradigma en los centros de
adultos apuntado más arriba.
La tendencia mayoritaria
en este tipo de perfiles es, como uno puede imaginar, complicada.
Hablamos, en muchas ocasiones, de alumnado con necesidades educativas
especiales, problemas de aprendizaje o de conducta, cuando no ambos,
y normalmente con contextos sociales y familiares complejos. Cómo y
con qué medios hacemos frente desde los centros de adultos a estas
situaciones es un tema para desarrollarlo largo y tendido en futuras
ocasiones, aunque el lector se puede imaginar que no partimos
precisamente de una posición idílica ni demasiado cómoda.
Por otro lado, llegan
otros alumnos sorprendentes por motivos totalmente distintos. Chicos
y chicas recién salidos del instituto o hace relativamente poco con
expedientes desastrosos bajo el brazo que ofrecen un rendimiento
espectacular desde un principio. Este año hemos iniciado una ronda
de encuentros con institutos de la zona para hacer traspaso de
información sobre alumnos que han hecho la transición entre la
secundaria y nuestro centro de adultos. Resulta sorprendente la
evolución y maduración de muchos de ellos en cuestión de pocos
meses.
Así pues, jóvenes con
serios problemas conductuales y con escaso o nulo interés por la
escuela muestran su mejor cara con el cambio y presentan resultados
realmente buenos. Jóvenes que seguramente arrastraban etiquetas y
(auto)prejuicios varios a los que el cambio de centro y de dinámica
les permite airearse e iniciar con brío una nueva etapa formativa. Y
es que los tiempos y ritmos de cada uno son distintos. Quizá meses
atrás no estaban preparados, o su contexto personal no les permitía
centrarse o vaya usted a saber. Muchos profesores de secundaria
alucinarían con los resultados, el comportamiento y la actitud
ofrecidos por algunos de estos alumnos díscolos en los centros de
adultos. Muchas veces, cuando estamos trabajando en el aula me viene a la cabeza la siguiente
pregunta: ¿qué hace un chico como tú en una clase como ésta?
“Pues empezar de nuevo, profe” podrían responder muchos de
ellos. Empezar algo que, estoy seguro, acabará muy, muy bien.
Puedes encontrar más entradas sobre formación de adultos haciendo clic aquí.
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Es estimulante tu entrada y da que pensar. Muchos de los alumnos que fracasan en la ESO es por una madurez insuficiente. Puede que sea cuestión de unos meses. Hay cambios espectaculares como bien dices. La adolescencia es una tormenta emocional que golpea de modo diferente a los jóvenes. Hay quienes mantienen el rumbo pese a los vientos huracanados y hay quienes pierden el norte durante varios años. Y, felizmente, algunos recuperan la orientación y terminan en la escuela de adultos. Me congratulo de ello. Es una buena noticia.
ResponderEliminarHe oído también que en escuelas de adultos se produce una mezcla de generaciones que a veces da problemas. Una cosa es el adolescente con 17 años tal vez y otra son personas de treinta y tantos o cuarenta años que por alguna razón u otra deciden retornar a los estudios. No sé qué tal será la convivencia entre estas distintas generaciones. Una profesora de escuela de adultos me hablaba de ello.
Saludos.
Ciertamente, resulta muy gratificante en muchas ocasiones. Aunque en otras tantas la situación es muy complicada porque podemos llegar a mantener ratios altísimas con recursos muy limitados y con mucho alumnado de necesidades educativas especiales. Pero de eso ya hablamos otro día, que lo que hoy quería destacar es el gran trabajo de todos esos chicos y chicas que dan un volantazo a su itinerario académico. Muchas felicidades a todos ellos.
EliminarY, por otra parte, lo que comentas es cierto. La mezcla que se produce en los centros de adultos a veces puede ser una bomba pero en la mayoría de los casos esa heterogeneidad es muy positiva, especialmente para los más jóvenes. En fin, un hábitat muy interesante el de los centros de adultos!
Como siempre, un abrazo y gracias por pasarte por aquí!
La escuela de adultos -por lo que veo- poco o nada ha cambiado en estos últimos cuarenta años.
ResponderEliminarSe reproducen las mismas situaciones, las mismas causísticas, el mismo miedo a la diversidad y al cambio. Un joven alumno cuando llega a la escuela de adultos (benditos PQpis) lo hace cargado con un arsenal de experiencias negativas vividas, a las que se enfrenta con los mismos materiales -libros de textos en adultos es una autentica arbitrariaridad-, con las mismas ideas, con los mismos métodos y con la misma actitud docente que dejaron en los instituto.
El único cambio es el de edificio, y como resultado el secular abandono precipitado de las aulas.
No estoy seguro que sea del todo así. El nivel de recursos y de apoyo de la administración puede que sea similar. No obstante, se detectan comportamientos en los equipos directivos y en los claustros que creo que invitan al optimismo. Conozco grandes profesionales y muchos proyectos de centro muy interesantes en esta etapa educativa. Ni mucho menos me parece que se trate de un cambio de edificio y punto. Cada vez se dan respuestas más acertadas a estos perfiles mencionados en el post. Ahora, eso sí, un poco más de apoyo y de atención por parte de las autoridades no vendría nada mal.
EliminarEn fin, muchas gracias por pasarte por aquí y comentar. Un abrazo!
orgullosamente soy docente de un centro de adultos, y realmente es gratificante ver como un joven termina su proceso educativo lleno de sueños, metas y con una transformacion positiva como persona, como futuro profesional.Lograr recuperarle la autoestima y la confianza en si mismo y que su familia vuelva a creer en él no es fácil. Pero definitivamente en muchos casos la educacion para adultos es la posibilidad real de muchos jovenes de no frustrar sus sueños..............
ResponderEliminarMuy de acuerdo contigo, Claudia. Sin duda, se trata de uno de los grandes placeres de trabajar en esta etapa educativa: poder trabajar codo con codo con personas que buscan una nueva oportunidad académica y formativa. Enormemente gratificante, por supuesto. Muchas gracias por tu comentario y por pasarte por aquí.
EliminarUn abrazo!