Vivimos en un mundo cambiante y extremadamente competitivo. Por un lado, tenemos un mercado laboral cada vez más precarizado y complejo, a pesar de que algunos quieran tratar de confundirnos con la fuerza y el peso de los datos macroeconómicos. Los contratos por horas se disparan, mientras que el incremento de los salarios ni está ni se le espera. Trabajadores de todo tipo y condición, más o menos cualificados, nacionales y extranjeros, viven pendientes de una posible llamada que les permitirá echar unas horas para ganarse un jornal que a duras penas les permitirá cerrar el mes de manera digna. Por otro, tenemos un panorama político de lo más desolador. Uno atisba un exceso de intereses partidistas en todo el arco parlamentario (autonómico y estatal, aquí no hay distinciones) y una ausencia prácticamente total de eso que todos llaman "sentido de estado". Y esto parece particularmente evidente en la actitud de unos y otros en relación al (no) pacto por la educación.
Ante este panorama dramático complejo, la educación y la formación se presentan como potentes herramientas de mejora de las perspectivas de futuro del conjunto de la ciudadanía. No solo desde una óptica profesional y laboral, también desde una perspectiva ciudadana y cívica. De hecho, me temo que los tiempos en los que tener una formación superior era garantía de ocupar trabajos dignos pasaron a mejor vida. Así pues, ¿cómo puede contribuir la educación permanente a la mejora de esta situación?, ¿por qué deberíamos potenciar y reforzar el papel de la educación de personas adultas en el futuro?
En primer lugar, porque la educación de personas adultas presenta una enorme fuerza como espacio de segundas oportunidades. Son múltiples los motivos que han impedido que muchas personas desarrollen sus itinerarios académicos personales de manera exitosa. Dificultades familiares, personales, económicas o problemas de salud pueden ser algunos de los motivos que hayan truncado la formación de gran parte de nuestro alumnado. Incluso muchas veces ha sido el propio sistema educativo el que no ha podido adaptarse a las necesidades específicas de estas personas para ofrecerles espacios formativos adecuados a su situación. Así pues, los centros de personas adultas ofrecen una nueva posibilidad de finalizar esos estudios inacabados o, incluso, de ofrecer un giro a la formación realizada. En un contexto donde el 20% de las personas entre 18 y 24 años (2015) han abandonado el sistema educativo de manera prematura, no parece una cuestión baladí.
En segundo lugar, porque está demostrado que a niveles de formación más elevados las tasas de paro se reducen de manera considerable. Un claro ejemplo son los últimos datos de desocupación publicados por el Instituto Nacional de Estadística. El tercer trimestre de 2016 recoge unas cifras de paro de 24,90% para personas con niveles formativos inferiores a la ESO, mientras que esta cifra se reduce al 11,55% para personas con estudios superiores. Además, relacionado con el punto anterior, parece demostrado también que a niveles de formación superiores en padres y madres se reducen las tasas de abandono escolar prematuro. En este sentido, datos del Ministerio de Educación para el 2015 muestran que solo el 3,7% del alumnado con madres con estudios superiores abandona el sistema educativo de manera prematura, por un 41% del alumnado con madres con estudios inferiores a la ESO.
Y por último, porque necesitamos ciudadanos formados y preparados para poder ejercer su ciudadanía desde una posición crítica y constructiva. En un contexto socioeconómico tan complejo y crítico, donde el poder de las grandes corporaciones y del capital se expande a pasos agigantados y parece engullirse cualquier atisbo de resistencia ciudadana, se torna imprescindible ser conscientes de nuestros derechos y empoderar a los ciudadanos para promover su reivindicación y salvaguarda. Y parece evidente que, en este ámbito también, la educación de personas adultas puede jugar un papel significativo y relevante.
En definitiva, tres grandes motivos para animar a las distintas administraciones educativas a potenciar la educación permanente y a promover la educación y formación desde los centros de personas adultas. Seguro que se te ocurren otros motivos, ¿los compartes aquí con nosotros?
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