lunes, 7 de julio de 2014

Cuadernillos de verano...

¿Quién no recuerda el recurrente cuaderno Vacaciones Santillana (y derivados) con el que nuestros padres nos martirizaban los veranos de nuestra niñez? Daba igual que suspendieras todas o que progresaras adecuadamente, en verano tocaba la "aventura" del cuadernillo con sus apasionantes sumas, restas, multiplicaciones y divisiones; sus mapas de ríos y montañas, sus ejercicios de redacciones y verbos... En fin, como podéis recordar, todo un espectáculo de magia y color a ojos de un niño....

¿Hace falta? Quiero decir, ¿es necesario cargar a niños y niñas de actividades de dudoso valor didáctico por el simple hecho de que las vacaciones son largas y no puede ser que estén más de dos meses alejados de las aulas? Sobre el papel de los deberes en el proceso de aprendizaje se ha escrito largo y tendido. Los hay contrarios al considerarlos una forma de externalización pedagógica con la que se carga a las familias y la causa de conflictos permanentes entre padres e hijos. En cambio, sus defensores abogan por ellos como un mecanismo eficiente de verificación de la evolución del alumnado, una manera de comprobar si los conocimientos han sido debidamente asumidos. Por último están los que siguen la inercia, familias y profesores, y sin pensarlo demasiado consideran negligente el no poner tareas a alumnos e hijos para trabajar en casa.

De mi práctica como alumno recuerdo que, en la mayoría de los casos, los deberes no contribuían demasiado a mi aprendizaje. Es más, acostumbraban a convertirse en un suplicio que ventilaba de cualquier manera a última hora y, sorprendentemente, con notables resultados. Como profesor confío mucho más en el trabajo en el aula que en los deberes para casa, aunque de vez en cuando caiga alguna que otra tarea. En definitiva, creo que los deberes pueden convertirse en una buena herramienta de trabajo pero también en un puro trámite que puede restar más que aportar algún valor o conocimiento.

Las vacaciones de verano pueden ser un gran momento para el aprendizaje. Niños y niñas salen de las aulas y rompen con la rutina didáctico-fabril que les hemos montado durante cerca de diez meses al año. Los cuadernillos y, en general, los deberes de verano son una manera de recordarles que  "Ey, no desconectes demasiado que tienes obligaciones escolares". En mi opinión, no hace falta hacer un cuadernillo de verano, un curso de inglés o cualquier otra actividad equiparable para reforzar lo trabajado durante el año o, incluso, para aprender nuevos conocimientos.

El verano (también la vida en general) ofrece innumerables oportunidades de aprendizaje bastante alejadas del formato "Vacaciones Santillana". Una excursión, la visita a un museo, un taller de nudos marineros o cualquier actividad de la fiesta mayor del pueblo familiar puede convertirse en un contexto de aprendizaje mucho más enriquecedor y, sobretodo, mucho más divertido que un maldito cuaderno de verano. Disfrutar de todas esas oportunidades sí que será "por su propio bien".

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4 comentarios :

  1. Ramon,

    M'ha agradat molt la teva reflexió. Podríem estendre-la com a crítica al mètode "flipped classroom"? Sempre m'he preguntat per què es recomana que l'alumnat vegi els continguts teòrics a casa i no es treballen l'aula?

    Salult!

    @Txaumell

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    1. Hola Jaume,

      Tinc la sensació que molts cops no ens plantegem la utilitat de les tasques que encomanem... Respecte la flipped classroom tinc els meus dubtes però clar, la moda és la moda!

      Bé, moltes gràcies per passar-te per aquí i comentar!

      Una abraçada!

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  2. Ojito con los nudos marineros que incitan a cosas malas....

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