A menudo, los profesores de adultos somos considerados unos privilegiados por el hecho de trabajar con colectivos que han decidido voluntariamente retomar o complementar su formación. "Qué suerte", "Y van porque ellos quieren, ¿no?", "Claro, ya son adultos..." son algunas de la frases con las que se nos despacha cuando conversamos con profesionales de otras etapas educativas -especialmente de secundaria, por supuesto.
Bien, es el momento de aclararlo: ¡no es exactamente así! Los perfiles del alumnado de los centros de adultos están cambiando radicalmente en los últimos años. Los elevados índices de fracaso escolar y abandono temprano del sistema educativo, sumados a la terrible situación laboral del país, han canalizado hacia los centros de adultos a perfiles que, desde una óptica tradicional, no identificaríamos con el prototipo clásico (e idílico, por cierto) de alumnado adulto concienciado de la importancia de su formación y comprometido con su plan de estudios.
Pero éste, seguro, será el tema de algún post futuro. Hoy la idea es reflexionar sobre las bases que deberían presidir la relación entre el profesorado y el alumno adulto. Desde mi punto de vista, existen tres principios clave que los formadores de adultos deben tener bien presente en la facilitación de los procesos de aprendizaje: participación, flexibilidad y horizontalidad.
Mal haríamos los docentes de adultos tomando al alumnado como mero receptor de contenidos e información. De hecho, creo que esto debería evitarse en todas las etapas educativas. Establecer modelos de aprendizaje participativos y dinámicos debería ser una prioridad, especialmente trabajando con personas adultas a las que se les supone experiencia en distintos ámbitos profesionales, vitales y personales. Aprovechar esta múltiple y variada experiencia para vehicular y facilitar el aprendizaje puede resultar muy interesante en la dinamización del trabajo en el aula.
Los estudiantes adultos tienen (tenemos) vida más allá de las aulas: trabajos o ausencia de ellos; padres e hijos a los que atender; enfermedades e imprevistos. Así pues, los enfoques metodológicos que implementemos deberían estar presididos por la flexibilidad. Esto permitirá ajustar el plan de estudios a situaciones cambiantes y adaptar los tiempos de aprendizaje, no sólo a la realidad inmediata del alumno y a los imprevistos que en ella puedan surgir, sino también a sus diversas habilidades y capacidades.
Otro aspecto clave radica en la posibilidad de establecer metodologías de trabajo horizontal que permitan que estudiantes y formadores trabajen colaborativamente en el desarrollo de proyectos. Bajar de la tarima, mezclarse con los estudiantes y aprovechar su experiencia e intereses no solo puede permitir mejorar la práctica docente, sino que nos puede enriquecer enormemente como profesionales de la educación. Además, seguramente en nuestras aulas encontramos auténticos profesionales de distintos ámbitos que, en determinados contextos, pueden ejercer un rol de liderazgo alejado del modelo anacrónico de estudiante pasivo.
En mi opinión, por aquí deben ir los tiros: participación, flexibilidad y horizontalidad. Una "tríada educativa" que, bien pensado y con algunos matices, podría aplicarse en todos los niveles educativos. Qué bien suena la teoría, ¿cierto?
Seguimos...
Totalmente de acuerdo. Pero creo que en todas las instancias educativas siempre está en juego la relación :participación ,flexibilidad y horizontalidad.Un gusto poder compartir estos temas .
ResponderEliminarCierto Ana (o al menos debería estarlo!) Gracias por la visita!
ResponderEliminarHablamos y un saludo!
Estupendo artículo. El alumno adulto es un igual, aunque su formación inicial sea menor que la del docente. Pero se nos olvida, que debería ser así PARA TODOS los alumnos y no sólo para los adultos. El rol del profesor ha cambiado, con el del alumno y con el de la estructura del aula, los contenidos y las expectativas. Es decir, el giro de 180 grados ha llegado y se ha instalado y parece que muchos no se han enterado.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Azahara! El cambio ha llegado y deberíamos tratar de adaptarnos, no sólo desde los centros de adultos. No obstante, creo que la educación permanente tiene unas características específicas muy apropiadas para favorecer este cambio de paradigma. En fin, seguimos trabajando! Gracias por pasarte por aquí y comentar!
Eliminar"si los dos tenemos dos manzanas y las intercambiamos, ambos seguiremos teniendo dos manzanas; si los dos tenemos una idea y la intercambiamos, los dos tendremos dos ideas". Difícil tarea la del docente comprometido con el cambio, arduo trabajo.
ResponderEliminar¡Difícil pero apasionante! Saludos Félix!
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