miércoles, 3 de febrero de 2016

Mi método

Debo reconocer que cuando escucho a un compañero hablar de las bondades y beneficios de su método didáctico una gota de sudor frío recorre mi espalda. Y no porque no crea en los beneficios de sistematizar nuestra práctica docente. Al contrario, no me parece en absoluto negativo tener una línea de trabajo más o menos definida y  reconocible. Lo que me inquieta es esa supuesta superioridad del método sobre las personas, de la práctica sobre el grupo. Hace no mucho, en unas jornadas de trabajo, un compañero me comentaba atropelladamente que él, con su método de alfabetización, en un año tenía a su alumnado extranjero leyendo y escribiendo. ¡Bien por él! 

Y es que se trata de una situación que me he encontrado en otras ocasiones. No es lo común, cierto, pero tampoco es que sea demasiado infrecuente. Se trata, perdón por la generalización y el simplismo, de docentes de método arraigado. Docentes de unidad didáctica de manual, de planificación rígida y quinquenal. También pudieran ser docentes cegados por la última maravilla metodológica de turno, la cual abrazan con fervor cuasi religioso. En cualquier caso, son docentes que, a mi modo de ver y seguro que de manera inconsciente, ponen el foco en su práctica perdiendo la perspectiva general del asunto. De hecho, me temo que en no pocas ocasiones un servidor a hecho lo mismo. Así que me aplico el cuento.

Creo que una buena planificación y el establecimiento de rutinas de trabajo eficaces resulta enormemente útil para favorecer el aprendizaje. En mi opinión, reflexionar y tomar decisiones acerca de metodologías, agrupamientos, sistemas de evaluación y demás enriquece nuestra práctica docente. Ahora bien, cada vez me resulta más necesario conocer al alumnado para determinar esas rutinas y establecer las líneas de trabajo generales. Para entendernos, puedo preveer muchos aspectos pero hasta no conocer mínimamente al grupo me resulta muy difícil concretar (lo que podríamos llamar) mi método. En este sentido, cada vez más, pido ayuda a mi alumnado y no tengo problemas en pactar tal o cual aspecto aunque, me dicen por ahí, haya Cosas que no se negocian. Y aun así, se me siguen escapando muchas cosas, por supuesto.

Los futboleros recordarán el Dream Team de Cruyff (nos hacemos mayores). Aquel equipo jugaba un fútbol preciosista empleando una disposición táctica novedosa. El gran éxito de aquel equipo fue adaptar un método rompedor por aquel entonces a una plantilla de calidad a la cual el planteamiento táctico se ajustaba como un guante. Por contra, creo que el gran error del técnico holandés fue intentar aplicar su método independientemente de las características de su plantilla. Cruyff no se preocupó cuando los grandes jugadores de aquel equipo fueron desapareciendo. Él confiaba ciegamente en su método, independientemente de la calidad técnica de los hombres que tuviera a su disposición. Aquello no podía acabar bien y, de hecho, el final de aquel equipo de leyenda fue muy triste.

Supongo que, al final, todo tiene que ver con las dudas (véase Dudas docentes o Preguntas que debes hacerte como docente) y las certezas de muchos de nosotros. Está muy bien confiar en nuestro trabajo y en nuestras ideas, faltaría más. Pero me parece igual de importante cuestionar nuestros métodos y, sobre todo, poner el foco en lo realmente importante en nuestro trabajo: las personas y sus necesidades e intereses. Y es que me parece que es importante no olvidar que muchos estudiantes aprenden, en muchas ocasiones, a pesar nuestro.

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