martes, 16 de febrero de 2016

Optimismo pedagógico

Frente al desánimo fatalista del:
  • "Esto cada vez va peor",
  • "No hay nada que hacer",
  • "No estudian, no trabajan, no hacen nada...",
  • "No tienen respeto",
  • "Estoy solo/a",
  • "Estoy harto/a y aburrido/a de hacer siempre lo mismo",
  • "No aguanto a las familias",
  • "Estoy cansado/a de papeles y de reuniones inútiles",
Algunas respuestas basadas en el optimismo pedagógico:
  • Mentira, esto no va cada vez peor. Si bien es cierto que la situación es (manifiestamente) mejorable, una comparativa general de los resultados y del panorama  general de nuestro sistema educativo respecto a décadas atrás pone de manifiesto que esto no es así. Avanzamos. Lentos y a trancas y barrancas, puede ser, pero avanzamos.
  • ¿Que no hay nada que hacer? Falso, también. Tenemos innumerables cosas por hacer. Existe mucho trabajo por delante y, por lo tanto, muchas opciones de cambio. Revisar metodologías, potenciar la atención y el trabajo emocional, fortalecer el trabajo en equipo, mejorar la coordinación docente... Quedan muchas teclas por tocar todavía, no nos demos por vencidos tan pronto.
  • ¿No estudian, no trabajan, no hacen nada? Pensemos por qué esto es así. Quizá nos hemos alejado enormemente de sus intereses. Quizá no planteamos de manera sugerente nuestras sesiones de trabajo. Seguramente no podamos cambiar solos determinados comportamientos e inercias pero no es menos cierto que también en este ámbito tenemos una notable responsabilidad y, por tanto, muchas cosas por decir y, sobre todo, por hacer.
  • Pues si no se muestra respeto, habrá que trabajarlo. De hecho, este debería ser uno de los ejes fundamentales de nuestra actuación en las aulas. Así pues, quedan abolidas expresiones como "yo no vengo aquí a enseñar educación", "que vengan educados de casa" y similares (frecuentes especialmente de secundaria en adelante). Las generalizaciones indiscriminadas tampoco resultan de demasiada ayuda. ¿No tienen respeto?, ¿Quién?, ¿La humanidad, así, en general? Sabemos, perfectamente, que esto no es cierto. Detectemos a quienes puedan mostrar faltas de respeto y planifiquemos un trabajo específico y coordinado para corregir este tipo de situaciones.
  • En los tiempos que corren, la soledad en el mundo de la educación se me antoja una decisión personal. Uno puede tener mala suerte y topar con un claustro de criminales y maleantes que le hagan la vida imposible y le aislen del resto de la comunidad educativa. Cierto. Pero estaremos de acuerdo en que no es lo habitual. Siempre hay gente dispuesta a compartir, a escuchar, a echar un cable y a trabajar de manera conjunta y coordinada. Y si, desgraciadamente, esto no es así, para eso están las redes sociales donde miles de docentes abren sus proyectos, ideas y recursos al resto de la comunidad educativa. ¿Soledad? No cuela.
  • ¿Te aburres? Pues cambia. ¡Será por opciones! Proyectos, problemas, clase invertida, gamificación, robótica... No tienes excusa para repetir siempre la misma cantinela. Existen numerosas modalidades y propuestas para dinamizar tu práctica docente. Prueba, investiga, aplica, rectifica... En definitiva, aprovecha todas las posibilidades que te ofrece tu profesión.
  • El trabajo coordinado con las familias es vital para fortalecer y potenciar las actuaciones desarrolladas en el aula con el alumnado. Así pues, si no las aguantas, ¡háztelo mirar! Revisa tus prejuicios y etiquetas y analiza tus actuaciones para con ellas. Seguro que tienes margen de mejora. Quizá no consigas relaciones idílicas con muchas de ellas pero seguro que tienes mucho margen de mejora también en este ámbito.
  • ¿Harto de burocracia y de reuniones inútiles? Pues coméntalo, claro. Pero no a la brava y en plan talibán. Al contrario, propón alternativas y muestra tus argumentos de manera clara y educada a quien pertoque. Hay equipos directivos que pueden llegar a apreciar un feedback constructivo. Lo digo por experiencia. Si no es el caso, pues nada, no te quemes. Plantea una política de mínimos y céntrate en batallas que puedas ganar.
En fin, llamémosle optimismo, llamémosle fe. En cualquier caso, me parece una actitud mucho más positiva para hacer frente a los numerosos obstaculos que nos encontramos día a día en nuestros centros educativos. Porque, uno será optimista, pero ciego todavía no. Así que, ¡timón del optimismo bien firme y adelante!

Para leer más colaboraciones con INED 21 haz clic aquí.


No hay comentarios :

Publicar un comentario