domingo, 6 de agosto de 2017

Educación en modo avión

Estos días de vacaciones más de uno, sentado en su butaca después de infinitos controles de seguridad, trasteará en su móvil para cumplir con las clásicas instrucciones de la compañía de turno antes del despegue: "Pongan sus dispositivos electrónicos en modo avión y sus respaldos en posición vertical". Como todo el mundo sabe, el modo avión es esa función  incorporada por los fabricantes para cumplir con las normativas aéreas y que desactiva todas aquellas funciones que puedan provocar interferencias con los sistemas de navegación, básicamente todas relacionadas con aspectos de conectividad (WiFi, red móvil del dispositivo o el GPS). Vamos, que el móvil deja de estar conectado. Creo que no durará mucho, ya que cada vez más vuelos incorporan wifi a bordo pero, hoy en día, el modo avión es todavía una realidad.

En los últimos tiempos, el panorama educativo anda un pelín revuelto. Revuelto para bien,  quiero pensar. Desde distintos flancos han surgido iniciativas de "renovación pedagógica" de distintas características que han relanzado el debate educativo sobre la práctica metodológica y sobre la necesidad de incorporar nuevas líneas de gestión en los centros educativos. Desde fundaciones e instituciones privadas, en mucho casos vinculadas al sector bancario y a potentes grupos empresariales, hasta (lógicamente) el sector editorial, pasando por distintas agrupaciones de escuelas religiosas o por alianzas entre entidades y escuelas, aparecen numerosas iniciativas de formación del profesorado, materiales específicos de trabajo y, en último término, una crítica feroz al "modelo de escuela tradicional" por desfasado, poco eficaz y atrasado.

Señala Rosa Cañadell en su acertado artículo ¿Quién manda en la educación? que estas diversas iniciativas renovadoras coinciden, en general, en cinco grandes críticas a la escuela tradicional. A saber: 1) La necesidad de formación del profesorado; 2) La necesidad de cambio metodológico; 3) El uso de las tecnologías de la información y la comunicación como elementos centrales del nuevo paradigma metodológico; 4)  La necesidad de ubicar al alumnado en el centro del proceso de aprendizaje; y 5) El impulso del espíritu emprendedor. Se trata, en definitiva, de propuestas y planteamientos, a priori, enormemente rompedores que dejan en evidencia al modelo educativo actual. En unos casos de manera más ácida y en otros de modo más sibilino, desde estos movimientos renovadores se describe un panorama educativo general desconectado de las necesidades del alumnado y, de rebote, también del profesorado. Un panorama donde el sistema y concretamente, el profesorado, parece no estar a la altura de los tiempos. En definitiva, un sistema educativo en "modo avión", paralizado y desconectado de su tiempo.

Parece evidente que el sistema educativo en su conjunto presenta un amplio margen de mejora. Faltaría más. No se trata aquí de negar las necesidades de cambio de un modelo seguramente muy mejorable en algunos aspectos. No obstante, poco hincapié hacen estos movimientos en la cuestión presupuestaria y de asignación de recursos; poco hincapié se hace también, me da la sensación, en la situación de desigualdad notable entre centros de distintas comunidades e, incluso, de distintos barrios. Por otro lado, seguramente es cierto que existen profesionales y centros en "modo avión", no tengo ninguna duda. A pesar de ello creo que, en general, el sistema educativo se mueve. Los centros y los profesionales que trabajan en ellos buscan respuestas y ofrecen soluciones de manera activa a los problemas y necesidades de sus comunidades educativas. Creo, en definitiva, que ese modelo tradicional, esa educación en modo avión que se describe desde distintos foros ni existe, ni ha existido nunca.

Eso sí, existen notables problemas en el sistema educativo la resolución de los cuales pasa por el trabajo conjunto y en sintonía entre todos los agentes del mismo. Y en especial de las administraciones educativas, las cuales deben dotar de recursos y de un marco laboral y de gestión óptimo para el desarrollo de nuevas líneas de trabajo. No puede ser que la formación del profesorado, por ejemplo, dependa del voluntarismo de los claustros. No puede ser que exista una improvisación constante, véase la cuestión de las no-reválidas, y una clara limitación de recursos, véase el tema de los presupuestos menguantes. En fin, que bien haremos en dejarnos de barreras y de trincheras y en ponernos, todos a una, a arrimar el hombro para hacer avanzar un sistema que seguro que necesita un impulso, cierto, pero que está lejos de estar paralizado como se plantea desde ciertas tribunas. Mientras tanto, bien harían algunos en aprovechar los altavoces mediáticos de los que disponen para instar a las administraciones públicas a encabezar este proceso de mejora y cejar en la crítica a un modelo educativo que, quizá, solo exista en el imaginario colectivo de unos cuantos. ¿Educación en modo avión? Quizá no sea para tanto...

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