jueves, 15 de febrero de 2018

Docentes magistrales

En los últimos tiempos las redes sociales andan calentitas con el tema de la innovación y la no innovación educativa. Este (falso, a mi entender) debate normalmente se produce entre dos bandos aparentemente irreconciliables: los profesores tradicionalistas y los docentes innovadores. Los primeros, supuestamente, son auténticos diplodocus defensores de la escuela tradicional (sea lo que sea eso), mientras que los segundos son adalides de las nuevas herramientas y estrategias de aprendizaje, léase metodologías activas, flipped classroom, gamificaciones varias y cualquier metodología acabada en ing (para más información véase Mapa léxico de la innovación educativa para despistados).

En este debate ha habido un recurso o herramienta (supongo que tradicional) que, a mi entender, ha sido puesto en el candelero de manera injusta y simplista. Se trata de la clase magistral. Pregunta Jordi Martí en su Educative Innovéision que "¿por qué no hablamos más de la clase magistral? De aquella impartida por quien sabe mucho y además es capaz de capturar la atención de todos los que le están escuchando. Ser capaz de exponer [...] alguna cuestión de interés y no caer en el bostezo repetitivo de quien se halla delante es algo maravilloso". Y es que estoy totalmente de acuerdo. Escuchar y aprender de alguien que tiene profundos conocimientos sobre cualquier tema y que, además, sabe transmitirlos de manera apasionada y directa puede llegar a ser una experiencia memorable. No se explica de otro modo el éxito internacional de plataformas como TED, donde el formato es tan sencillo como el de una persona hablando durante un rato sobre distintos temas.

Pero claro, como cualquier otra herramienta, la clase magistral necesita de cierta pericia y de un dominio de la técnica notable. Todos hemos sido martirizados con clases-ponencias-charlas-conferencias (anti)magistrales, incluso en congresos y jornadas donde lo que se presentaban eran experiencias supuestamente innovadoras basadas en el aprendizaje activo. Cualquiera no puede dar una clase magistral de calidad, igual que cualquiera no puede trabajar por proyectos o montar un curso gamificado. Toda herramienta requiere de una buena preparación y formación. Y la clase magistral, me temo, no es ninguna excepción. También es cierto que, como cualquier otro recurso, quizá sea interesante combinar la clase magistral con otras herramientas que permitan diversificar las estrategias de enseñanza y aprendizaje. Y es que me parece que no hay recurso que sirva de muleta para siempre y para todo. En este sentido, insisto en la idea del docente como navaja suiza (véase Hooligans, negacionistas y navajas suizas).

Pensaba sobre todo ello y me vino a la mente uno de mis profesores de ciencias sociales durante la secundaria y el COU. Es cierto que visto en perspectiva le detecto un montón de tics de los que intento huir como profesional, pero en aquella etapa nos tenía ganados a todos para la causa. Clase tras clase, el tipo se limitaba a desgranar las claves del temario de Historia del arte del COU paseando de lado a lado de la pizarra y enseñándonos un carro de diapositivas azules de tan quemadas como estaban. Y con tan magros recursos conseguía que una chavalada de 35 personas le escuchara embobada y en silencio sepulcral sesión tras sesión. Un servidor debe reconocer que quizá le dedicó más tiempo al futbolín del que debiera durante los años de instituto, pero nunca en las horas de historia o de historia del arte. Y es que eran clases de disfrute asegurado. Y no creo que fuera un cuestión puramente personal. De aquellas promociones acabamos coincidiendo bastantes alumnos en la facultad de historia de la Universidad de Barcelona y me parece que mi profesor, con su método antediluviano, tuvo mucho que ver en ello.

Pues eso, a lo que iba, retomando las palabras de Jordi, creo que "la clase magistral debe existir. Al igual que existen nuevas metodologías de enseñanza. Combinada con lo que sea pero siempre manteniendo su lugar en un entorno de aprendizaje". Se trata de un recurso que, bien utilizado, es rápido, directo e igualmente válido. Ahora bien, cabe dedicarle algún tiempo para evitar que se convierta en el potro de tortura al que nos han sometido más veces de las que, sin duda, merecíamos (o no). Pues eso, desde aquí mi reconocimiento para esos profes que hacen un uso magistral de la clase magistral y que son, por lo tanto, docentes magistrales. 😉


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