Hoy es 9 de marzo. Después del tsunami de manifestaciones, exposiciones, marchas, actividades, lecturas de manifiestos y eventos más o menos multitudinarios hoy volvemos al día a día, el escenario donde se decide todo. Lo digo, humildemente, para que no se nos olvide el asunto: y el tema es que la mitad de la humanidad vive en una situación de desigualdad flagrante en múltiples ámbitos. Y es que ayer uno escuchaba a políticos, empresarios, representantes sindicales y demás miembros de la sociedad civil y no entiende cómo seguimos como estamos si tan convencidos estamos todos de la necesidad de cambiar el modelo.
Pues lo dicho, hoy es 9 de marzo. Seguro que ayer en tu centro leísteis algún manifiesto, inaugurásteis alguna exposición o celebrásteis un evento x con motivo del día internacional de la mujer. Genial. Fantástico. Pero estaría mucho mejor que hoy, 9 de marzo, y mañana y todos los días del resto del curso lo tengamos bien presente. Y es que uno se huele que el cambio va a penir picando piedra, en plan gota malaya, porque muchos (cada vez más) sabemos que falta nos hace. Recupero, pues, en este sentido, algunas ideas planteadas en Educación para igualdad: lista de tareas pendientes para trabajar en las aulas la cuestión desde la realidad del día a día y lejos de los fuegos de artificio de los "días internacionales de", los cuales, siendo necesarios (qué duda cabe), me temo que no van a bastar para erradicar un orden y un sistema injusto y discriminatorio hacia la mujer. Pues eso, que aquí van las propuestas. Espero aportaciones, críticas y, sobre todo, que todas las reivindicaciones de ayer sirvan para que hoy y el resto de días tengamos bien presente la necesidad de trabajar en este sentido.
- Visibilizar el trabajo de las mujeres desde el currículum académico. Un ejemplo. El estudio de la educadora e investigadora Cécile Barbeito Observatori de llibres de text. Anàlisi de la didàctica de les ciencies socials des d'una perspectiva de pau (2017) publicado por el Institut Català Internacional per la Pau detectó que un 93% de los personajes que aparecen en los libros de texto de tercero de la ESO con nombres y apellidos son hombres. Y del porcentaje correspondiente a las mujeres, un 35% no consta por su propio papel, sino como mujer, madre o hija de un hombre. ¿Un 93%? 😖 Me temo que no estamos haciendo un tratamiento demasiado equitativo de la cuestión. Y es que el papel de las mujeres en TODAS las disciplinas académicas presentes en los currículos de turno es, me parece, superior a ese 7% que refleja el estudio en cuestión. Seguro que, en este sentido, podemos hacer mucho por sacar a la luz todo ese trabajo sepultado por el peso del "currículum masculino".
- Crear líneas de trabajo conjuntas para visibilizar y atacar la cuestión de la desigualdad. Se trata de superar el esquema de trabajo individual (y a menudo invisible) en el aula para desarrollar iniciativas colectivas que profundicen en el análisis, reflexión y denuncia. Sin duda, el trabajo transversal y en red entre los miembros de la comunidad educativa va a ofrecer resultados más potentes y efectivos que las acciones individuales que podamos llevar a cabo. Así pues, no parece una mala idea bien sumarse a las propuestas desarrolladas por el resto del equipo, bien comunicar las propias iniciativas para conseguir nuevos socios que las potencien y enriquezcan.
- Insistir en la celebración de actividades de concienciación contra la desigualdad. Aunque, a veces, los resultados sean frustrantes y generen la sensación de batalla perdida. No son pocas las propuestas de concienciación que afrontamos desde la absoluta motivación y que acaban, si no como el rosario de la aurora, sí con comentarios, actitudes y reflexiones muy alejadas de los propósitos de la actividad (normalmente, claro, por parte del público masculino -aunque no solo). Bien, cabe seguir plantando batalla y no desistir ante la respuesta de determinados colectivos. De hecho, es precisamente esa respuesta la que debe seguir motivándonos a continuar programando y pensando nuevos modos de trabajar.
- Seguir formándonos como agentes de cambio contra la desigualdad. Leyendo, estudiando, atendiendo cursos y formaciones, contactando con asociaciones y/o otros centros que estén trabajando en propuestas concretas... Son muchas las vías para ampliar nuestro bagaje en términos de educación para la igualdad, si bien es cierto que son las distintas administraciones educativas quienes deberían potenciar este aspecto con formaciones prácticas accesibles al conjunto del profesorado.
- Huir de los clásicos estereotipos de género (también) en el ámbito escolar. Es decir, esa visión tradicional del asunto que categoriza a las chicas como "buenas, tranquilas, ordenadas y pulidas" y a los chicos como "fuertes, rebeldes e irracionales". Y es que, aun siendo conscientes de la limitación y de la simplificación que suponen, quizá contribuimos de manera inconsciente a su perpetuación más a menudo de lo que creemos. De hecho, existen numerosos estudios que apuntan que la existencia de estos juicios escolares tiene una influencia notable en el día a día del aula en términos de qué y cómo se enseña, en cómo el profesorado se relaciona con su alumnado, en cómo se organizan los espacios escolares o en la propia concepción que tienen los docentes sobre las habilidades y disciplinas más o menos "femeninas". Esto último tiene una clara repercusión en las trayectorias formativas y profesionales de los jóvenes una vez acceden a estudios superiores. ¿Cómo se explica, de lo contrario, la reducida matrícula general de mujeres en estudios de ingeniería o de arquitectura, por ejemplo?
- Comprender nuestras propias autolimitaciones. Porque hemos sido educados en una sociedad con roles de género muy determinados y podemos, sin quererlo, estar contribuyendo a su reproducción. Para evitarlo, pues, debemos autoanalizarnos (sin caer en la paranoia, claro) y tratar de erradicar aquellas conductas y/o pensamientos que no se ajusten a la filosofía de educación para la igualdad que queremos promover. Para ello resulta imprescindible que reconozcamos el sistema de desigualdad imperante y los mecanismos de corrección de la misma. (Aquí volver al punto 4)
- Identificar la educación para la igualdad como innovación (de la buena). Porque no hay innovación más potente que aquellas acciones que contribuyen a erradicar situaciones de desigualdad entre las personas. Así pues, habrá que ubicar la cuestión en la lista de tops to-do y, en consecuencia, dedicarle el tiempo y los recursos necesarios para trabajarla en condiciones.
- Utilizar materiales alternativos, ajenos a prejuicios excluyentes por cuestiones de género pero también de nacionalidad, edad, religión, etc. Y es que parece claro que muchos materiales pueden pecar de responder a prejuicios y/o estereotipos no tanto por las ideas que muestran (que también) sino por los contenidos o perfiles que omiten. Porque de todos es sabido que lo que no se nombra no existe. No parece mala idea, pues, hacer una selección de materiales que contribuya de manera efectiva a la sensibilización del alumnado.
- Hacer de la educación para la igualdad una cuestión del día a día, que supere el marco habitual de los Días de... para pasar a ser una cuestión estratégica en la gestión del aula y de los centros.
- Atender la cuestión de la igualdad también desde el lenguaje. Y no me refiero tanto al hecho de usar la @ o la x en los plurales, o de doblar constantemente masculino y femenino, sino de tratar de no reproducir las desigualdades de género existentes mediante el uso del lenguaje. Quizá se trate, tan solo, de aplicar un poco de sentido común al asunto y ponerle atención a las palabras que nos nombran para que siempre estemos representados hombres, mujeres y los distintos colectivos que forman nuestra sociedad. A poco que nos esforcemos, creo que podemos hacerlo mucho mejor también en este sentido.
- Y por último, (bonus track para el sector masculino), escuchar más, hablar menos, reflexionar más sobre la cuestión y, sobre todo, pasar a la acción.
No hay comentarios :
Publicar un comentario